Reseña: Clara y confusa, de Cynthia Rimsky
Qué es el arte –y por supuesto: qué es la literatura–, cómo circula, cuáles son sus circuitos de legitimación son algunos de los temas de Clara y confusa, novela de Cynthia Rimsky (Santiago de Chile, 1962), ganadora del último Premio Herralde. La autora, que vive en Azcuénaga, provincia de Buenos Aires, desde hace años y es autora de una decena de libros, sitúa la trama en Parera, “un sencillo pueblo de provincia”, donde Salvador, que es plomero, se enamora de Clara, una artista que a pesar de estar dispuesta a todo –se cuelga de un clavo en una galería como si fuese ella misma una obra–, no tiene suerte: no vende, no la invitan a ferias, no es reconocida.
Como Hebe Uhart, Rimsky tiene un gran oído para encontrar las particularidades del habla y descubrir historias en lo pequeño. Aquí está presente la idea de oficio (la plomería, las artesanías que se venden en la feria del pueblo) con relación al capricho y al azar que parecen regir las modas artísticas. ¿El trabajo versus la celebridad? Rimsky sigue aquella máxima de Flannery O’Connor según la cual el motor de la acción es la personalidad del personaje. Salvador arma para el lector el rompecabezas de lo que va sucediendo. Su marca de estilo, además de ese castellano a medias chileno y argentino, se basa en la elipsis: la narración avanza sin contar todo lo que sucede y luego esa información se completa a través de, por ejemplo, una conversación posterior.
La novela está dividida en tres partes: cinco años/ cinco días/ cinco horas: es que para narrar la única manera es ordenar, al menos, mínimamente, la experiencia. Clara repite esta operación: divide y clasifica los cubiertos sobre la mesa del comedor y al hacerlo los transforma en pequeños objetos artísticos. Quiere exponer entre los artesanos en la Fiesta del Pastelito. Como en el epígrafe de la poeta Elisabeth Bishop, la novela va dividiéndose y multiplicándose “como la mala hierba” –va del arte, a las largas conversaciones de los plomeros en el bar Platón o al llanto de un perro inexistente– solo que aquí, esa hierba viene a agitar un poco el avispero de la literatura. El narrador es un incomprendido: cuando presenta las irregularidades del gremio, piensa que sus colegas lo han entendido. Sin embargo, todo se embrolla y queda en medio de una multitud, abriéndose paso entre un juez y una crítica de arte, en un giro hacia la comedia de enredos. Claro que, en el medio, está la vida. Y así la novela va de lo liviano a lo grave, de lo grave a lo liviano.
¿Puede convivir lo claro y lo confuso? En palabras del protagonista: “Ser llevado por lo inhabitual se convierte en una experiencia deliciosamente nueva si hago oídos sordos a la esperanza y el miedo”. De esto podría estar hecha la literatura, esa que despabila los sentidos y se construye por fuera del deber ser. Una novela que se lee de un tirón y que se termina solo para volver a empezarla.
Clara y confusa
Por Cynthia Rimsky
Anagrama
166 páginas
$ 21.500