Reseña: Cómo pronunciar cuchillo, de Souvankham Thammavong
Bien podría denominárselo “fenómeno Netflix”: el optimismo de creer que estamos adentrándonos en otros registros, otros modos de la sensibilidad y del pensamiento, cuando la mayoría de las veces –hay un par de excepciones notables, como el la serie alemana Dark– asistimos en rigor a recreaciones que siguen modelos, que son calcos de las producciones norteamericanas o a lo sumo inglesas que inundan, con naturalidad, las plataformas. En literatura ocurre algo similar: son tan escasos –la situación general del país no ha hecho más que potenciarlo– los autores que llegan a nosotros desde ciertas latitudes que cualquier mínimo atisbo de singularidad parece ofrecer a priori una suerte de revelación garantizada, un puente a lo desconocido. Por lo general se trata apenas de una ilusión.
El caso de la canadiense-laosiana Souvankham Thammavongsa (1978) resulta a propósito de esto bastante significativo. Nacida en un campo de refugiados de la provincia tailandesa de Nong Khai, emigró junto con sus padres a Canadá cuando sólo tenía un año. La familia se instaló en la ciudad de Toronto, donde ella vive todavía.
Ninguno de esos datos implica contrariedad alguna de no ser porque la propia escritora dialoga constantemente, en los cuentos de Cómo pronunciar cuchillo, con sus orígenes, aunque lo hace siempre desde la superficialidad, sin romper casi nunca la cáscara. A diferencia de lo que sucede con autores como la angloindia Jhumpa Lahiri o el inglés de raíces pakistaníes Hanif Kureishi, Thammavongsa evita bucear en las tramas o en el carácter de sus protagonistas, quedándose a lo sumo en algún comportamiento pintoresco. Cuando aborda conflictos de mayor espesura, solo se detiene en sus puntos de partida. No es un reclamo de exotismo a una escritora formada en Canadá sino, por el contrario, de profundidad: gran parte de los cuentos del volumen son hasta cierto punto una puesta en escena, sin que aquello que entra en juego crezca, oscile o cambie de forma.
Dos de las piezas que conforman el libro son la excepción, la que le da nombre a la colección y otra titulada “Randy Travis”: la primera por su delicadeza, lo sutil de la conexión entre padre e hija; la segunda porque allí sí se decide a hurgar en sus personajes, rehuyéndole a las fórmulas o los facilismos. La sensación general, sin embargo, es que la escritura de Thammavongsa es un producto prolijo, aunque no tan bien acabado, del sistema universitario norteamericano (no solo estadounidense), con muchas de esas marcas de fábrica que tanto lo fastidiaban a Saer y que a la larga logran que cualquier rasgo personal se diluya, dejandondo al lector con las ganas de un mundo –y de una mirada– que no se parezca tanto al propio.
Cómo pronunciar cuchillo
Por Souvankham Thammavong
Eterna Cadencia.Trad.: Paula Galíndez
144 páginas, $ 21.500