
Reseña: La muerte ajena, de Claudia Piñeiro
La argentina Claudia Piñeiro (Burzaco, 1960) suele explorar con habilidad los límites del policial, y en el proceso, exponer la oscuridad más rancia de la actualidad. La muerte ajena despliega una historia a través de varios hilos que se tensan alrededor del cuerpo desnudo de una joven que cae al vacío desde el balcón de un departamento de Recoleta. Desde el principio está claro que no se trata de un trágico hecho privado, sino que el suceso contiene las claves de la corrupción en el poder.
Todo comienza cuando Verónica Balda, una destacada periodista de investigación, se entera de que su hermana –con la que nunca tuvo contacto– cayó desde el balcón del departamento de un empresario tan poderoso como siniestro. Al principio, la periodista, conmocionada, duda si involucrarse o quedarse al margen. Las razones, por supuesto, están en su historia familiar. Así, el relato alterna la búsqueda de las causas de la caída con el pasado de Balda, en particular, el conflicto que desencadenó la distancia entre ambas hermanas. De ahí que la historia ahonde en los vínculos familiares, y en especial en las repercusiones que tienen las cuestiones mal manejadas de los adultos sobre los chicos y adolescentes que no tienen aún recursos propios para hacer frente a las decisiones desafortunadas de sus padres.
Más allá de esa línea argumental, en el fondo de las escenas resuenan las cuestiones más sórdidas de la política actual, que se anudan en los sucesos de diversas maneras. Ese trasfondo lleva a pensar en otras obras de la autora como Catedrales –también gira en torno a la muerte de una joven– o Las maldiciones, novela que se vale de los elementos del género policial para explorar la trama de la corrupción. En el caso de esta nueva narración, el enigma acerca de la caída abre preguntas éticas y reflexiones sobre el trabajo sexual. Pero no se detiene ahí, sino que se sumerge en los vínculos entre el poder económico y la manipulación de la democracia, y muy especialmente en los modos en que se construyen seudoverdades, muchas veces en alianza con los medios de comunicación.
En ese marco, la arquitectura de La muerte ajena es su mejor acierto, en tanto desliza la historia a otro plano y abre interrogantes acerca de los modos en que se traman los relatos sobre la realidad. Nada es lo que parece gracias a su collage de narradores; se alternan una tercera persona, documentos judiciales, notas periodísticas, transcripciones de entrevistas y, en el final, la mirada directa del personaje central. El efecto en la lectura se parece a descorrer una sucesión de velos que ocultan una verdad escurridiza y termina por armar un dibujo concreto para, al observarse desde otros ojos, volver a desvanecerse como mera ilusión.
La muerte ajena
Por Claudia Piñeiro
Alfaguara
384 páginas, $ 34.999