Cómo ordenar los libros. La biblioteca, de la A a la Z y al revés
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AZBYCXDWAEIOUBCD. En el estante de arriba conviven Aira y Zweig. El anhelo del lector metódico era tener su biblioteca ordenada alfabéticamente pero la biblioteca es un organismo en mutación constante (uno no lee primero a Atwood y después a Auster recién para pasar a Bioy), así que la dificultad práctica de hacer lugar para Saramago entre Rimbaud y Thoreau lo convencieron de la utilidad del caos y le plantearon una pregunta existencial: Cómo ordenar una biblioteca, justamente el título del último ensayo del maestro italiano Roberto Calasso, fallecido el año pasado. Entre la magia de Marie Kondo y la metafísica (“el orden perfecto es imposible, sencillamente porque existe la entropía”), ofrece una visión personal, pero aun así universal, de lo que es la bibliofilia y cómo podemos vivir con ella.
¿Qué criterio presupone el ordenamiento y la disposición de los libros? Para Calasso, la biblioteca, más que un mueble-contenedor es un mapa de la disposición mental de su dueño, una evidencia de sus preferencias y pasiones: “Todo lector verdadero sigue un hilo, aunque también pueden ser cien hilos a la vez. Cada vez que abre un libro retoma en sus manos ese hilo y lo complica, embrolla, desata, anuda, prolonga”. En la biblioteca, el orden alfabético, que en otras instancias de la vida resulta tan inapelable, es problemático: no solo por lo arduo de su conservación sino porque hay ciertos libros de los que se recuerda el asunto pero no el autor. “Insertarlos en un orden alfabético equivaldría a perderlos de vista”, se lamenta Calasso, que alienta la exploración y lo que llama “lectura salvaje”: leer de todo. Hay quienes ordenan sus libros por temas, hay quienes lo hacen por editoriales o por épocas y hay quienes, mandatados por vaya uno a saber qué idea cromática del buen gusto, por el color de sus lomos y se condenan a vivir rodeados de un arcoíris impreso en cian, magenta, negro y amarillo.
Erudito y divagante, Cómo ordenar una biblioteca corre el riesgo de terminar en el estante equivocado: con los libros de decoración. Nada más lejos. Es un ensayo sobre cómo ordenar pero también cómo editar, escribir, comprar, vender o leer libros. Y es una expiación del autor, que confiesa lo insólito: todos los libros de su biblioteca estaban forrados en papel pergamino. El lector metódico evalúa imitar la idea porque así podrá disimular la presencia de algún título perturbador y alejar la pregunta incrédula e irritante de las visitas que fisgonean los libros ajenos, la duda que delata al que no tiene una noción completa de lo que significa leer: “¡¿Los leíste todos?!”.
Listamanía: cinco bibliotecas singulares, según Roberto Calasso
- Neleo. En la antigua Grecia, un filósofo que heredó los libros de Aristóteles y Teofrasto y los vendió para fundar la Biblioteca de Alejandría.
- Gabriel Naudé. El erudito francés del 1600 decía que la biblioteca perfecta debe tener libros de cualquier cosa (Óptica o Aritmética) menos literatura.
- London Library. Fundada en 1841 casi como un club secreto (se accede por recomendación), todavía envía libros a sus socios en cualquier rincón del mundo.
- El siglo XVII. Una rareza célebre: la biblioteca de un millonario neoyorquino que compra todo lo que haya sido publicado en Inglaterra entre 1600 y 1699.
- Roberto Calasso. El ensayista italiano forraba sus libros con papel pergamino para frenar, cuando chusmeaban las visitas, “todo exceso de intimidad”.