“Piensan que es opresión”. La atleta de Qatar que defiende el atuendo musulmán y compite orgullosamente usando hijab
Mariam Farid es la voz de su selección y asegura que las mujeres que usan hiyab tienen que romper las barreras: “Me he enfrentado a mucha ignorancia y confusión”
Era una madrugada del recién inaugurado otoño. El día acababa de dar bandera verde cuando las deportistas se lanzaron a la competencia de los 400 metros vallas femeninos, en el 17º Campeonato Mundial de Atletismo que se celebraba en Doha, ciudad que se convertía, como ocurre hoy con el Mundial de fútbol organizado por la FIFA, en la primera locación de Oriente Medio para acoger esta competencia deportiva.
La temperatura trepó a los 32°C y la humedad al 78%, con una sensación térmica que superó los 40°C. Mariam Mamdouh Farid llegó última en su serie, más de 15 segundos después que la ganadora, aunque con un tiempo de 1m 09.49s, su mejor marca personal. Tres años antes ya había competido en la prueba de 200 m del Campeonato Mundial Juvenil de Atletismo, realizado en la ciudad polaca de Bydgoszcz. Por entonces se alzó con un tiempo de 30,25 s. El que parecía un desalentador fracaso deportivo cambiaría la historia para siempre. El público presente en el Estadio Internacional Khalifa (el mismo en el que se disputan ocho partidos en total del Mundial, incluido el encuentro por el tercer puesto) se puso de pie para aplaudir a la atleta qatarí como si se hubiera quedado con un puesto en el podio.
Su carrera implicó más que saltar las barreras físicas propias de la competencia. Se convirtió en la primera musulmana que uso una malla negra que cubría por completo su cuerpo, de pies a cabeza, bajo una camiseta nacional de su equipo. Farid es una de las dos atletas de Qatar que participaron en los campeonatos mundiales de atletismo por primera vez. En términos deportivos, durante la competencia rompió su récord personal y estuvo cerca de hacer lo propio con el nacional.
Desde su ingreso en la vida escolar –asistió a una escuela primaria francesa de Doha llamada Lycee Bonapart–, Farid mostró su interés por el deporte. Practicó atletismo, badminton y vóley. Era frecuente que la calificaran de marimacho, recuerda. “Pero eso aumentó mi confianza”, cuenta en una charla exclusiva a la nacion revista.
Sus docentes la describieron como una atleta natural. “Siempre me gustó competir y correr con los chicos de mi colegio –recuerda–. Siempre fui muy atlética. Era rápida y mis propios compañeros me elegían para su equipo en cada competencia. La escuela francesa en la que estudié incentivaba a sus alumnos a practicar deportes. Incluso, en los grados superiores teníamos prácticas deportivas como materias curriculares”.
Cuando Mariam cumplió los 9 años, su padre la llevó de visita al centro de la selección nacional de atletismo. Las esperanzas de ambos se derrumbaron pronto. El entrenador a cargo la analizó de arriba abajo y sentenció: “Tiene pies planos”. Le auguró un fracaso seguro en el deporte en general en el mediano plazo, y en el atletismo en particular. La formación familiar la había preparado para hacerle frente a la frustración. Salió de allí con la decisión de dar vuelta el pronóstico.
Le bastaron cinco años para lograr el primer paso. Recién cumplidos los 14, ingresó en la selección de su país. En un evento de atletismo en el Aspire Centre, otro profesional del equipo detectó su talento. Consultó a su padre y apenas un año después, ya era una de las mejores mujeres de la selección qatarí. “Practicaba deportes en cada oportunidad que tenía, aunque solo por diversión”, comenta. El entrenador le preguntó si podía realizar algunas pruebas de rendimiento para ver si estaba lo suficientemente en forma para unirse al grupo. Tomó este nuevo desafío como un autotest. Sus habilidades presagiaban un buen futuro. Un año después alcanzó el nivel que el resto de sus compañeros atletas que participaban del equipo de Qatar y que habían estado entrenando por una década.
Dos años más tarde, Farid fue seleccionada como la embajadora de los Campeonatos Mundiales de Atletismo de la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo (IAAF). Su labor ese año consistió en se la voz de Qatar en el momento de presentarse las candidaturas para el siguiente mundial, en Mónaco. La corredora de 400 metros con vallas desempeñó un papel clave para ayudar a Doha a organizar uno de los eventos deportivos más grandes de su historia. Su elección estuvo en manos del jefe del Comité Olímpico de Qatar en persona, y de ella participaron grandes nombres de su país, como Sheikh Saoud Al Thani, director ejecutivo adjunto de Qatar Airways; Yousef Al-Obaidly, director ejecutivo de beIN Media Group y el embajador varón, Mutaz Essa Barshim, titular de medallas de oro, plata y bronce en Juegos Olímpicos en la disciplina de salto en alto.
Mariam estuvo a cargo del discurso de presentación. El objetivo de su exposición era justificar por qué su país debía ser el próximo organizador. En aquella ocasión, Farid afirmó que “convertir en el anfitrión de este evento a un país árabe podría ayudar a cambiar los estereotipos y las percepciones de Medio Oriente”. Su alocución fue clave para torcer a favor las decisiones. “El discurso estuvo lleno de emociones y mensajes al comité seleccionador –recuerda–. Se suponía que mi discurso sería en inglés, pero un día antes de mi presentación, lo cambiamos a francés porque yo hablaba el idioma y la mayoría del comité era francófono. Estaba muy emocionada. Aunque pasaron los años, todavía recuerdo claramente aquellas palabras, el pedido de albergar el Campeonato Mundial en Oriente Medio”.
Fue también una gran oportunidad para destacar su condición de mujer musulmana. “El mundo no es mayoritariamente consciente de que muchas niñas musulmanas sueñan con participar en estos eventos. Mucha gente piensa que como uso el hiyab no puedo competir. Algunos incluso piensan que estamos oprimidas por usarlo”, comentó en aquel entonces. “Sabía que a través de mi participación podría romper con ese estereotipo –sentencia–. Mis preguntas al comité las hice desde la perspectiva de una joven que solo quería competir”.
Tenía 13 años cuando llevó a la escuela francesa por primera vez el hiyab. Le pidieron que viera al director. Él le comunicó que no se le permitía usarlo aunque la escuela estuviera en un país musulmán. Mariam expuso que era su elección y su libertad. Si insistía, le comentaron que no podía continuar su día en la escuela. “Durante una semana tuve que asistir a clases sola, en un salón separado. Los maestros tenían que venir a mí, ya que no querían que me mezclara con otros estudiantes”, recuerda. En esa semana, el Ministerio de Educación de Qatar estuvo en contacto constante con la escuela para darle sostén, y se convirtió en un tema candente tanto allí como en Francia. Se conminó a la escuela a dejarla entrar, o a cerrar sus puertas.
La entidad presionó al padre de Mariam para que la cambiara de escuela o se quitara el hiyab. “Este incidente hizo que me apegara más a mi hiyab, porque hizo que me diera cuenta de la responsabilidad que tengo cuando lo uso. No fue fácil enfrentarme a adultos que menospreciaron mi elección y mi fe. Finalmente mi caso ganó y la escuela se vio obligada a aceptar a otras estudiantes que usaban el hiyab. Desde ese incidente, me dije que defendería aquello en lo que creo. No puedes negociar ni decirme lo que se supone que no debo hacer mientras no lastime a nadie; voy a perseverar. Este fue el primer paso que tomé para defenderme, a mí y a mis creencias”.
Algo similar ocurrió a partir del momento en que se convirtió en embajadora de la selección de Qatar. Farid se ha desempeñado como portavoz de la selección nacional de su país de modo oficial en eventos y ante la prensa. Además, protagonizó más de dos decenas de campañas publicitarias, incluidas promociones impensadas para una mujer musulmana observante, como las que hizo para redes sociales como TikTok e Instagram.
“Cuando me ofrecieron ser portavoz –comenta–, lo acepté sin dudarlo, porque me encanta hablar y presentarme frente a una multitud. Era un desafío. Con el tiempo me di cuenta de que era algo serio, e implicaba una gran responsabilidad. Sentí que estaba cargando, además del mío, el sueño de muchas mujeres árabes musulmanas”.
Luego de su presentación en Mónaco, acompañó al comité en todas las ocasiones que visitaron Qatar, para analizar el destino como sede. También estuvo involucrada en las reuniones relacionadas con el Campeonato del Mundo.
Más allá de su carrera deportiva, no dejó de lado su formación académica. “Sé que una lesión puede ocurrir en cualquier momento –explica–, y me puede dejar fuera de combate”. Cuando comenzó a competir ya estudiaba Comunicación en el campus de Doha de la Universidad Northwestern. “No tengo dificultad para organizar mis estudios, y tengo tiempo suficiente para compaginarlos con mi carrera deportiva –asegura–. En mi familia se resalta la actividad deportiva como una fortaleza para la salud física y mental. Mi padre fue una de las personas que más me apoyó en el deporte. Estuvo conmigo en la mayoría de los torneos en los que participé. Nunca olvidaré mi debut en el Campeonato de Atletismo de Asia Occidental en Jordania, donde representé a Qatar; estuvo allí para animarme, alentarme. Su presencia tuvo un gran impacto en mi desempeño”.
Los padres de Farid le propusieron la opción de correr con o sin hiyab, dejándole libertad para decidir. Ella eligió usarlo por lo que representa. Y aunque muchos pueden suponer que le da una desventaja atlética, para ella “es lo mismo que tener el pelo largo”. La alternativa que le ofreció su familia tuvo un gran significado: “Entrenar, obtener el apoyo que necesitás de los demás y tener una fuerte voluntad y determinación para perseguir tus metas son factores que allanan el camino para lograr éxitos”.
Desde entonces trabaja en el posicionamiento renovado de la mujer musulmana observante. “Creo que los estereotipos que existen en torno a las mujeres que usan hiyab son un desafío –afirma–, siempre tenemos que demostrar que están equivocados y romper las barreras. Sin embargo, esa es la parte divertida porque las personas pueden ignorarnos, pero en el momento en que mostramos nuestros logros y capacidades, sorprendemos al mundo. Las mujeres debemos aceptarnos y cuidarnos. Necesitamos crecer, aprender y creer que podemos alcanzar nuestras metas y lograr que más empresas entiendan lo que necesita la comunidad deportiva y lo adapten a nuestras mujeres. Vivimos en una sociedad conservadora y tradicional. Los deportes de alguna manera se han vuelto complicados, así que quiero hacerlo lo más simple posible. Para que las mujeres puedan amarlo e inspirarse”.
Ya egresada de la universidad, además de ser cara de la campaña de Adidas con la primera línea de ropa deportiva de alta competencia para mujeres musulmanas observantes, se convirtió en entrenadora. Abrió un centro de bienestar y fitness, además, durante la pandemia fundó Jama, una línea propia de indumentaria femenina.
“Mientras no lastimes a nadie, no debería haber nada que te impida hacer lo que amás –reflexiona–. Tenemos que demostrar que podemos practicar deportes sin dejar de respetar nuestra religión y cultura. Crecí viendo que otras personas no nos veían por lo que somos. Mientras competía usando el hiyab, me he enfrentado a mucha ignorancia y confusión. Me di cuenta de que no le debo a nadie ninguna explicación. Nunca separaré mi identidad del deporte”.