Torre Espacial. El fanático que atesora los vestigios del “Disney de Villa Soldati”, a 40 años de su inauguración
El parque de diversiones Interama fue un proyecto descomunal pero trunco
Nostalgia de lo que no fue, de lo que pudo haber sido. Recuerdos de una adolescencia ochentosa, de tomarse el bondi desde San Martín a Lugano para subirse una y mil veces a la montaña rusa Aconcagua, su atracción preferida de Interama. Hernán Rodríguez destrabó su propio nivel de nostálgico serial y desafía el pasado a fuerza de datos, fotos y detalles del parque de diversiones inaugurado hace 40 años, un 21 de septiembre de 1982. Aspiracional, el Disney de Villa Soldati fue un proyecto descomunal pero trunco, atravesado por cláusulas y contratos incumplidos.
Hernán (43) es quizás, el más fanático de los fanáticos del parque. Arqueólogo de su propio pasado, atesora una colección –la más grande del país— de objetos vinculados a Interama y a la Torre Espacial, el hito urbano que aún sigue en pie. Clasificadas, rotuladas y apiladas prolijamente, las cajas contenedoras dan cuenta de la arquitectura, la logística e ingeniería del proyecto. De sus sectores temáticos, como Latino, Carnaval, Futuro, Fantasía e Internacional-. De los materiales y origen de los autos chocadores, las sillitas voladoras, el laberinto, las góndolas aéreas, trenes y botes. Pura memorabilia del vértigo que apenas duró un año, del ‘82 al ‘83.
De recorrida por el Parque de la Ciudad, el nombre actual del predio de 68 hectáreas abierto al público los fines de semana, Hernán elige una zona verde y parquizada para hacer las fotos con el fondo de la desidia y el abandono. Una locomotora fantasma. Vagones de trenes oxidados, esqueletos de vías y rieles de acero retorcidos. Los vestigios de una obra monumental que se desmoronó el 16 de diciembre de 1983, un día negro en el calendario de Hernán, a pesar de la euforia que seis días antes vivía todo el país por el regreso de la democracia. Pero el 16 de diciembre el intendente de la Ciudad de Buenos Aires rescindió la concesión. Fue el final. Y marcó otro principio. Hernán acopió todos los restos que pudo. Y armó la Organización para la Conservación del Parque de la Ciudad (OCPC). Junto a una legión de colaboradores presentó un proyecto de ley de protección de la Torre Espacial en la Legislatura, que en 2011 la sancionó bajo el número 3860. Desde ese momento es Monumento y Bien Cultural de la ciudad.
La sensación de fracaso, sin embargo, se sostuvo en el tiempo. De los integrantes originales hoy quedan en pie Sebastián Vilas, Pablo Bolaño y German Peternek. Restauran los planos originales, recuperan fotos decoloridas y lo asisten a Hernán en su actual proyecto: la cuenta de Instagram @torreespacialok, con más de 8 mil seguidores que acompañan la causa de mantener vivo el recuerdo de Interama. En el último concurso entregaron como premio uno de los tesoros que conserva Hernán en su casa: un talonario original con 10 tickets para juegos. La ganadora @jacquelinne95_ respondió correctamente la consigna sobre una foto vieja del sector Estacionamiento, cuyos empleados vestían uniformes rojos.
Memoria emotiva activada
“Me flasheaba ir al parque, quedaba hipnotizado. No se veían los autos ni los edificios desde adentro”, recuerda Hernán sobre la mega estructura que fue diseñada para recibir a 80 mil personas por día. Una logística gigantesca que se intentó reactivar sin éxito en 2007. Entre los miembros de OCPC había técnicos especialistas en electricidad, mecánica y también ingenieros. “Los locos del parque nos decían. Solo queríamos colaborar en la recuperación y el mantenimiento”, señala el impulsor de la cuenta de Instagram.
“Nos venció la burocracia y la catarata de proyectos inconclusos que quisieron hacer. Ciudad del Rock, una copia de Rock in Río, arrasó con árboles, confiterías y se desmantelaron muchísimos juegos. Los destruyeron y los cortaron con sopletes. Se construyó un playón enorme de cemento para levantar el escenario que apenas sirvió para 12 recitales, hasta que en 2016 eso también se demolió”. Hernán es tan implacable con los datos como con el acopio de material que testimonia la época de gloria devenida en chatarra.
Siempre atento al destino mutante del predio, apenas se inició la construcción de la Villa Olímpica, entabló buena relación con los operarios y rescató cajas y cajas de gráficas, entradas y planos que se humedecían en los depósitos de las oficinas del parque. Como un rompecabezas, el técnico electrónico, empezó a armar la historia. Se contactó con el ingeniero Omar Vázquez a cargo de levantar la torre y hasta con Juan José Militich, el artista que moldeó al gigante Gulliver, un decorado XL cuyo perfil se adivina recostado detrás de las rejas. “¿Ves esta pileta donde todos los veranos vienen las colonias de vacaciones?”. El guía que organizará un recorrido gratuito el 20 de agosto sabe generar climas de suspenso. El dato es uno de los platos fuertes del circuito: “Acá estaba Hidrovértigo, la montaña rusa acuática con cuatro caídas”, explica. “Y acá, Enterprise, otro de mis favoritos por la intensidad de las góndolas giratorias”, recuerda.
Fruto de los encuentros con Vázquez, el ingeniero argentino que estuvo al frente de la dirección de obra de la torre, pudo reconstruir el paso a paso. “Vino desarmada desde Austria en 300 contenedores. Hubo que levantar pilotes y rellenar el terreno”, dispara sobre la estructura que hoy sirve como plataforma de transmisión de distintas radios y canales de TV. Una madeja de cables y antenas se desparraman en el espacio previsto para la sala de máquinas de los 4 ascensores que siguen inhabilitados.
Desde el ex sector Futuro, donde ahora solo hay pasto, Hernán pone en funcionamiento su memoria emotiva. Con la misión de reactivar parte de ese pasado glorioso construye milímetro a milímetro una maqueta plegable que sigue al pie de la letra el Masterplan original. Los 60 juegos, el pórtico de la entrada, el acceso, el lago, el anfiteatro y la fuente de aguas danzantes. Y la torre con su restaurante que nunca se llegó a inaugurar (el experto destierra la idea del restaurante giratorio: “Es un mito”, certifica, y muestra el plano original). Interama a escala, con sus lagos celestes y sus montañas rusas coloridas revive el recuerdo desde las miniaturas. Un modelo para armar donde se destaca la torre. El gigante que sigue en pie a 208 metros y que hoy es un mirador urbano a la nostalgia.