Conmovedor rescate. Así salvan a los caballos que padecen trabajos forzados tirando de carros a veces hasta morir
Más de 70.000 caballos lo sufren en Buenos Aires. Las ONGs que recuperan a los equinos intentan reinsertarlos en una vida respetuosa
La ley 14.346 establece penas de hasta un año para quien maltrate o haga “víctimas de actos de crueldad” a los animales. Los caballos destinados a tareas de acarreo parecerían no estar incluidos en estas sanciones por lo que se vive en la práctica. Aun con refuerzos locales en diferentes distritos, los carros siguen siendo una constante para muchas faenas urbanas de los llamados “carreros”.
De hecho, ocurre todo lo contrario a lo que la ley promueve. Nancy Gorro, vocero del grupo Caballos Sin Carros Esteban Echeverría, en la provincia de Buenos Aires, pone sobre el tapete una serie de problemáticas conjuntas que deja a la vista este fenómeno: “La tracción a sangre involucra varias partes: el caballo, el carrero y los ciudadanos. Todos deben tener garantizados los derechos como parte de la sociedad, ninguno es menos que el otro”.
Edgardo Di Salvo, miembro fundador y secretario de la Asociación Civil Lucha por la Integración Social y el Derecho Animal (Aluisa), relataba en un reportaje en LA NACION, que “los carreros están al margen del sistema. Circulan sin documentos, pero son intocables. Nadie está dispuesto a pagar el costo que implica prohibirlos”. Su entidad ha sido responsable de ingresar sistemáticamente cada dos años (el último fue en 2022) un proyecto parlamentario que se llama No Más TAS. El objetivo es que se configure una prohibición penal y que pueda concretarse en un tiempo suficiente de modo que sea posible programar un sistema de sustitución de los carros por motos.
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El caballo ha sido vital para la evolución del hombre y lo ha acompañado incondicionalmente en el desarrollo de su vida y su entorno, “pero eso debería ser parte del pasado, ya que para todo lo que el ser humano lo utilizó hasta el día de hoy ya se han desarrollado alternativas para realizar la misma labor, sin tener que explotar un animal”.
La crueldad va más allá del uso de los animales y linda con otra preocupación que ha llevado a muchas organizaciones sociales a abocarse a recuperar a los equinos descartados o mutilados por el trato durante su uso. “Aunque parezca difícil de creer -indica Gorro-, es posible juntar en la calle pedazos que algunos carreros descartan de los caballos. Muchas veces les hacen perder los ojos por los latigazos. Tuvimos el caso de un potrillo el año pasado que fue descuartizado en plena vía pública, alguien filmo al carrero en ese momento, pero no lo denunció, por lo que no lo pudimos ubicar”.
“También tuvimos el caso de un potrillo al que le sacaron piezas dentales a golpes, tenía traumatismos varios y fue descartado vivo. Lamentablemente llegamos tarde. Esos casos te marcan para siempre, no podemos entender cómo alguien puede actuar con tanta maldad, en un ser tan abnegado, tan fiel, que llevó la comida a su casa”, agrega.
No se trata sólo de empujar los carros
La posibilidad de tener como marco una ley nacional y penal permitiría contar con un escenario más fuerte frente a un problema que abarca mucho más allá de los caballos,
“La tracción a sangre animal engloba todo tipo de responsables -continúa Gorro-. Sabemos que hoy en día hay personas con carros caballos dispuestas a reconvertirse y cambiar el caballo por otra alternativa, bici-carro o moto-carro. Apuntamos también a esa gente que quiere una mejora en su trabajo diario, en su calidad de vida. Para ello necesitamos contar con voluntad política para hacer esto realidad. Que nos escuchen y den una solución, tanto para las personas como para los animales, estamos en el 2023 y ya hemos demostrado que se puede trabajar dignamente sin necesidad de explotar a ninguna de las partes”.
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La vida de los equinos en este esquema suele ser dura, sobre todo con la presencia de aquellos que los violentan durante el trabajo (ya lo suficientemente pesado para los animales) y tampoco los acompañan para mantenerlos saludables. Las quejas más grandes de las diferentes entidades de rescate de caballos maltratados acuerdan en un principio: para una gran mayoría los animales son valiosos si tiran del carro. No importa si les lastima la correa o si les salen llagas, si necesitan curaciones o si se vuelven viejos.
“Las situaciones son diversas -sigue Gorro-. Existen delincuentes que destruyen a los caballos, los que no les dan la atención médica necesaria, los que los cargan hasta que caen desplomados en el asfalto. A ellos debería caerle todo el peso de la justicia, ya que la ley 14.346 contra el maltrato animal, en sus artículos 2, 3, 4 y 6 enumera la falta de alimentación, el azuzarlos con elementos que les provoquen sufrimiento, hacerlos trabajar en largas jornadas, o aun cuando no están en estado físico adecuado, y hacerlos llevar más peso del que pueden soportar”.
Karina Dotto es profesora de literatura. Porta un tatuaje que es el lema de su propia fundación “hasta que el último caballo sea desatado del carro”. Caballos de Quilmes le pertenece. La fundó hace una década. Impuso un sello en su trabajo, el que realiza con el apoyo de voluntarios: empatía. Para ella todo se trata de eso. Su espacio de trabajo se mantiene en secreto para despistar las decenas de amenazas que recibe junto a los que la ayudan. Según ella es porque “son una mafia”.
La empatía que pregona emergió a sus 15 años casi por accidente: se topó en la calle con un carro que llevaba atado un caballo en muy mal estado. Lo desató y lo llevó a la propiedad de un vecino. El animal no sobrevivió. Pero fue el puntapié de los casi 600 caballos que lleva rescatados. Ha logrado armar todo un centro que incluye quirófano en proceso, cuerpo veterinario, un establo y espacio para los voluntarios que, muchas veces, se quedan a dormir. Hoy acoge a 150 animales en recuperación. De todos conocen su nombre y el proceso que han experimentado desde que llegaron al refugio.
“A pesar de todos los esfuerzos -explica Gorro- los caballos continúan cayendo exhaustos ante la mirada de una sociedad incrédula y de la policía, que cuenta con pocas herramientas para terminar con este flagelo”.
Rienda atada
Luego de la pandemia, se incrementó el número de carreros. Un suceso no extraño: se ha dado el mismo fenómeno en las innumerables crisis económicas que ha tenido la Argentina a lo largo de los años, “pero esto no debe ser un motivo ni una excusa para la crueldad con la que los tratan muchos de ellos -aporta Gorro-, porque hay muchos hombres y mujeres que salen con un carro y lo tiran ellos mismos, entendiendo que el animal no es apto para estar entre la gente, entre los autos y los ruidos, tirando de un carro”.
Los que saben indican que la tracción a sangre viola 10 leyes nacionales y provinciales: la de tránsito 24.449/94, la ley trabajo infantil 26.390/08; el documento único equino, 13.627; autopartes robadas, 25.761 art 13; abigeato (cuatrerismo), 25.890; marcas y señales, 7360 y 22.939; apuestas clandestinas, 13.470; maltrato animal, 14.346; la ley general del ambiente, 25.675 y la de residuos peligrosos, 24.051 art 1 y 2.
En el flagelo de la tracción a sangre se engloban otros asuntos, muchas veces desconocidos por el ciudadano común. Por ejemplo,”los caballos muchas veces son alquilados por varias personas al día, por lo que terminar realizado un exceso de hornada, a veces más de 10, y como pasan de mano en mano, no hay empatía, y terminan sus días en algún basural de barrio cuando ya no sirven más -relata Gorro-. Los usan también para apuestas clandestinas o las llamadas “cinchadas” que consisten en atar carro con carro en su parte posterior y azuzar a los caballos con diferentes elementos: rebenque, palos, fierros, para que vayan hacia adelante y así arrastrar al carro contrincante y ser el ganador”.
La zona de Esteban Echeverría, junto a Lomas de Zamora, Quilmes y Moreno, son de las peores zonas para la tracción a sangre. La labor de los centros de rescate implica acudir a las alertas que llegan por las redes sociales, o a través de vecinos, policías que piden ayuda para salvar al animal. “Realizamos la denuncia correspondiente y trabajamos con las diferentes ONGs que reciben a los caballos, ya que por el momento no contamos con campo propio -explica Gorro-. Pero es un trabajo en conjunto”.
Los animales son rescatados en condiciones desoladoras: mal alimentados, golpeados, fracturados, con cortes infectados, ciegos por los latigazos y hasta yeguas preñadas. “Los carreros esperan que nazca el potrillo para venderlos por redes sociales”, cuenta Dotto.
Al respecto, Florencia Sampietro, responsable del Centro de Rehabilitación y Rescate Equino (CRRE), en la ciudad bonaerense de Brandsen, dice a LA NACION: “Si una persona no tiene recursos para mantenerse, tampoco puede tener a su cargo otros seres vivos”. “Suele haber pocas esperanzas de vida -afirma Gorro-. El compromiso comunitario es vital para la recuperación de cada uno de los caballos”. concluye.
Según Unicef, la tracción animal es la segunda causa de trabajo infantil con 57.000 niños que circulan en torno a esta actividad. Suman 250.000 las familias que hacen uso de caballos como medio de transporte en las ciudades de la Argentina. Más de 70.000 caballos están sometidos a trabajos forzados en condiciones de maltrato.
Contactos para denunciar o pedir ayuda:
- Centro de Rescate y Rehabilitación Equino: 1169037345, centrocrre@gmail.com, www.centrocrre.org, @caballos_crre
- Asociación Civil Lucha por la Integración Social y el Derecho Animal: info@aluisa.org, https://linktr.ee/aluisaong, @aluisaorg
- Caballos Sin Carros Esteban Echeverría: https://www.facebook.com/groups/1617564081765219/
- Caballos de Quilmes: info@caballosdequilmes.org, http://www.caballosdequilmes.org/
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