A los 4 años quedó marcado con un hecho de inseguridad que no olvidaría, sin embargo, aún con el tiempo quiso quedarse en el país y vivir su propia experiencia.
Le habían dado la expresa prohibición de no manejar el auto 0km que su tío había comprado pocos días atrás. Pero con dieciocho años y un auto nuevo en el jardín de la quinta de Castelar, en la provincia de Buenos Aires, donde estaban pasando el verano, ¿quién no se hubiera dejado tentar por la atractiva idea de manejarlo hasta el pueblo? Eran unas pocas cuadras y, con la excusa de comprar unas pilas para la radio, terminó convenciendo a la esposa de su tío.
“Apenas salimos, tres hombres armados se bajaron de un vehículo apostado en la vereda de enfrente y en un santiamén, encañonaron a mi pobre primo con una pistola en la sien, se subieron al auto, con mi hermano y conmigo -que en ese entonces teníamos 6 y 4 años- y uno de los delincuentes puso en marcha el motor. Mi madre presenció la escena y salió corriendo desesperadamente en dirección al vehículo. Apoyó su mano en el volante aprovechando que la ventanilla del conductor estaba baja y el maldito se la sacó de encima con un culatazo de su revólver emprendiendo la retirada a toda velocidad. Sentí literalmente que me arrancaban de los brazos de mi madre. Pensé que tal vez era la última vez que nos veríamos. No temí por la muerte ni de mi primo, ni de mi hermano, ni de mi mismo a pesar de que unos hombres rudos con revólveres nos estaban llevando”.
Desesperada y una vez que se recuperó del golpe que le habían propinado, la mujer se paró en medio de la ruta. Allí, un camión que venía por el carril donde ella se encontraba agitando sus brazos, logró divisarla y frenar a tiempo. Ella interpretó que habían secuestrado a sus pequeños hijos y le rogó al camionero que la dejara en el destacamento de policía, que se hallaba sobre esa misma ruta y a unos pocos kilómetros. El hombre accedió. “En verdad mi madre había hecho una lectura errónea de la situación, no se trataba de secuestradores sino de ladrones que precisaban de un auto nuevo y veloz para cometer sus fechorías. Resultó ser la banda de Villarino, muy activa en la década del 60″. (N. de la R: Jorge Eduardo Villarino fue considerado el delincuente más famoso de la historia criminal argentina. Le decían “El Rey de la Fuga” y conformó una banda que robaba y traficaba drogas).
A los pocos minutos de la huida, el conductor se dirigió a la banquina y ordenó a los niños que viajaban asustados en el asiento trasero, que bajaran del auto. En segundos los perdieron de vista. Permanecieron congelados hasta que llegó un patrullero que los devolvió a su casa.
Una bienvenida con acento local
Había sido su “bautismo” en la Argentina. Hacía pocos meses Samuel Hadida Levy (64) y su familia habían dejado su lugar de origen en Tetuán, Marruecos, para mudarse a la Argentina. Luego de una travesía interminable de dieciséis días, que había partido desde el puerto de Algeciras, España, habían arribado al Puerto de Buenos Aires. Llegaron en septiembre y fueron a vivir por dos meses al pequeño departamento de unos tíos que estaban en el país desde el año anterior. Era en el barrio de Palermo, allí convivimos bastante amuchados aunque felices. Al llegar el verano, los padres de Samuel habían decidido alquilar una quinta en Castelar con pileta para que los chicos estuvieran frescos y entretenidos mientras el arquitecto ejecutaba las últimas terminaciones en el amplio departamento que acababan de adquirir en Juramento y Cuba, frente a la plaza del barrio de Belgrano, en la ciudad de Buenos Aires.
“Peor recibimiento no podíamos haber tenido. Después del incidente traumático con el auto, mi madre le dejó muy en claro a mi padre que quería que retornáramos a Marruecos en el primer transatlántico que zarpara. Mi padre tuvo que empeñar todo su esfuerzo para convencerla de quedarnos”.
De “paria” a argentino
Los primeros meses de Samuel en el jardín de infantes no fueron nada sencillos. “Aquí era el distinto. Todos hablaban en argentino y yo en español. Fue una barrera que me costó derribar. Por momentos me sentí solo y aislado. Progresivamente me fui integrando y, sin darme cuenta, me transformé en un chico bilingüe, hablaba en argentino en el jardín y en español en mi casa. A mis compañeritos los trataba de vos y a mis hermanos y a mis padres de tú.
A pesar de que para los padres de Samuel era fundamental que conservaran la identidad y la religión judías, a la hora de elegir escuela primaria, decidieron que lo mejor era mandar a los chicos a una escuela pública. Era la manera de comprender la realidad de niños y niñas de diversos orígenes sociales. Y eso suponía, para ellos, una mejor inserción en la cultura del nuevo país. Lo mismo ocurrió con el colegio secundario y la universidad.
“En la escuela primaria, me sentí como pez en el agua. Era muy popular entre mis compañeros y maestras, tal vez ayudó paradójicamente mi procedencia exótica. Nunca habían visto a un africano y no entendían cómo mi piel no era de color negro. Afortunadamente, me resultaron bastante sencillos los contenidos académicos. También era bueno en los deportes y mi autoestima crecía porque era uno de los primeros elegidos en conformar los equipos para jugar al fútbol o al voleibol en el patio de la escuela”.
La escala de la ciudad en general y del barrio de Belgrano, en particular, al principio abrumaron a Samuel. Vivía a dos cuadras de la Avenida Cabildo y cuando llegaba a ella, su dimensión y la cantidad de negocios, autos y peatones lo hacían sentir como una hormiga. Los Hadida provenían de lo que en ese entonces era casi un pueblo por su escasa demografía y por su arquitectura. La mayoría de sus edificios no superaban los tres pisos de altura. En Buenos Aires todo monumental.
Sin embargo, a pesar de tanta dicha, había un tema que inquietaba a Samuel: la nacionalidad. “Para las autoridades marroquíes que tienen en cuenta el lugar de nacimiento de cualquiera de los progenitores para establecer su nacionalidad yo no era marroquí. Mi padre había nacido en Argentina y mi madre en Melilla, aún hoy territorio español a pesar de encontrarse en África. En mi país de origen la ley que impera es la ley por sangre. Me sentía como un paria. Era una anomalía que me provocaba una sensación muy desagradable y que iba a poder resolver recién a los 18 años en que me convertiría en argentino por opción”.
De profesión: seguir el mandato paterno
Para cursar el secundario Samuel se anotó en el Colegio Nacional N° 8 Julio Argentino Roca. Asegura, sin temor a equivocarse, que allí transcurrieron los años más divertidos de su vida. Había todo tipo de profesores y los alumnos se las ingeniaban para matarse de risa en muchas de sus clases. Era una fiesta continua de cargadas, chistes y anécdotas entre los propios compañeros.
“Cuando mi hermano contaba con 10 años y yo con 8, mi padre, a quien puedo definir casi como un patriarca, nos sentó sobre sus rodillas y mirando primero a mi hermano le dijo: tú vas a ser ingeniero porque eres muy bueno en matemáticas. Luego me clavó la vista a mi y sentenció: Y tú vas a ser arquitecto porque dibujas muy bien”.
Desde luego, al momento de decidir la profesión, Samuel no se permitió otra opción que la que su padre le había asignado diez años atrás. De modo que cursó Arquitectura en la Universidad de Buenos Aires. Más tarde, llegaron el ejercicio de la profesión y en paralelo la docencia de arquitectura en asignaturas que tuvieran que ver exclusivamente con el diseño arquitectónico. Samuel enseñó a nivel medio, terciario y universitario tanto en el ámbito público como privado.
Volver a las raíces
Respecto de la vida afectiva y familiar, Samuel se casó con su primera novia, que había conocido a sus 21 años. “Justo falleció mi padre unos días antes de nuestra boda por lo que hubo que aplazar la fecha que habíamos fijado. Ella con 24 y yo con 26, nos casamos muy próximos a la Guerra de Malvinas. Íbamos a hacer un viaje de luna de miel un poco más importante pero debido a que yo quería estar cerca de mi madre por lo acontecido, nos fuimos a Mar del Plata solo por cinco días”.
La muerte de su padre fue devastadora. Con él tenía una relación muy estrecha y algunos intereses en común. El padre de Samuel era un muy buen jugador de ajedrez y en varias ocasiones Samuel le había pedido que le enseñara los secretos del juego. Sin embargo, nunca había logrado ganarle una partida y eso hacía, lejos de frustrarlo, que se sintiera aún más orgulloso de él.
“Desde que yo era muy chiquito, mi padre se interesó por el arte e iba bastante a menudo a recorrer las galerías de aquella época que las había en cantidad y calidad. Muchas veces yo le pedía hacer el recorrido juntos. Él, en general, me complacía. Esos momentos eran mágicos para mí. No solamente por las formas y colores inesperados que descubría, sino porque mi padre me hacía sentir que compartíamos esa actividad de igual a igual. Le interesaba mi opinión sobre determinadas obras y en alguna oportunidad mis argumentos lo convencieron de adquirir alguna obra. Mi padre era un entusiasta coleccionista de arte. Estoy seguro que allí comenzó mi interés por las artes plásticas”.
Años más tarde, Samuel se separó y volvió a formar pareja con una mujer a quien, asegura, debe gran parte de su felicidad.
Desde siempre Samuel había tenido un interés particular por el dibujo. Su padre había sido el primero en detectar aquella habilidad que luego devendría en vocación y pasión cuando lo veía plasmar en papel jugadores de Boca contra jugadores de River en un gran estadio. En el momento ha realizado varias muestras individuales y colectivas. “En muy pocas ciudades del mundo, existen las posibilidades culturales tanto en cantidad como en calidad como en la ciudad de Buenos Aires, gracias a lo cual me he ido pudiendo nutrir y enriquecer durante tantos años. Estaré eternamente agradecido a este país. Me siento en deuda con este país por todo lo que le ha brindado a mis seres queridos y a mí a nivel de enriquecimiento tanto espiritual, intelectual como material”.
Compartí tu experiencia
Si viviste alguna experiencia que mejoró tu bienestar y calidad de vida (puede ser médica, alimenticia, deportiva, un viaje, sentimental, profesional o de otra índole), y querés compartirla en esta columna, escribí a bienestarlanacion@gmail.com
Más notas de Bienestar
Bienestar. Este es el mejor horario para tomar Vitamina B12 y aprovechar al máximo sus beneficios
Para la mente. Los beneficios de los “rituales” diarios en el trabajo: los más comunes y los más disruptivos
Como en Outlander. Estos son los beneficios del tomillo para curar desde las heridas hasta el acné
Más leídas de Lifestyle
Casados sin que se note. Los Beckham llevan un cuarto de siglo juntos: “Ella me eligió de un álbum de figuritas, yo de la tele”
Aliado natural. El poderoso tubérculo que es un excelente remedio contra el estrés oxidativo, la artritis y la gota
Fin del misterio. Científicos descubrieron la verdad sobre la maldición de Tutankamón que “mató” a 20 personas
En gran parte del mundo. Por qué hoy es el Día del Trabajador