Un tema familiar la alejó de su mamá y papá que no quisieron verla más, pero pudo renacer con los tratamientos psicológicos, psiquiátricos y un emprendimiento que armó en Instagram
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La depresión de Daniela Etcheverry comenzó luego de escuchar las crueles palabras de su papá que le dijo que ni él ni su mamá querían volver a verla. Ese 26 de abril de 2008, mientras tenía a su beba en brazos, no podía entender cómo la excluían de la familia.
El desencadenante de esa situación, cuenta, fue porque ella reveló un secreto familiar que para sus padres se trató de una traición. Por eso, desde ese momento le soltaron la mano y comenzaron a ensañarse diciéndole mentirosa, desagradecida y loca. A partir de esos días que se le hicieron interminables, Daniela comenzó a exteriorizar su tristeza mediante llantos que parecían eternos. Tenía el pecho hundido y, prácticamente, no comía.
“Mi cabeza se disparó”
“En el trabajo me descompensaba, seguí yendo porque me despejaba un poco y sentía que si faltaba o pedía licencia me podían echar. Mi mente se volvió catastrófica. No tenía pensamientos positivos, sino todo lo contrario. Fui a una psicóloga y a una psiquiatra porque no podía parar de llorar. Me dieron pastillas y pude comenzar a contar lo que me pasaba. Recuerdo la imagen de mi marido dándome de comer en la boca porque yo me sentaba en la mesa y sentía culpa por no poder atender a mi beba que tenía unos meses. Sentía mucho odio, tristeza, culpa, miedo a perder todo. Mi cabeza se disparó”.
Daniela cuenta que ese proceso fue “terrible” porque sus padres le habían contado a toda la familia una versión que no se ajustaba a la realidad de los hechos. “De todas maneras me fui enterando que mi mamá ya había mentido sobre mí diciendo cosas como que yo hacía mi vida mientras ellos pasaban hambre y nada que ver: yo les mandaba plata, pagaba la luz y los servicios. Ella no contaba lo bueno y, de hecho, inventaba cosas malas para que la familia no me quisiera”.
En el peor momento de su vida, Daniela se aferró a su rol de mamá porque tenía que estar bien para poder satisfacer las necesidades de Sofía que era muy pequeña.
Uno de esos días grises, esos en los que uno busca acercarse a lo que le hace bien, le escribió una carta a “El Indio Solari” contándole lo que le estaba ocurriendo y la sorprendió: “él rápidamente me respondió diciéndome que la felicidad vino encarnada en Sofía”. Esas palabras sonaron como una agradable melodía para sus oídos en medio de la desolación y el vacío que la embargaba. Era un aliento inesperado, un escalón subido para tratar de alcanzar la recuperación que anhelaba.
Además, una amiga le enseñó técnicas de respiración y de esa manera empezó a meditar. Sin ser consciente, estaba dando sus primeros pasos en el mundo espiritual.
Hostigamiento laboral y una nueva depresión
El trabajo era un espacio en el que las cosas funcionaban mejor. Daniela estaba considerada como la mejor supervisora de ventas del equipo del cual formaba parte en un banco. De hecho, durante esos días viajó a Budapest a raíz de un premio que había ganado por haber sido la mejor vendedora de todas las sucursales del país.
Sin embargo, las cosas comenzaron a complicarse cuando el banco empezó a tomar empleados más jóvenes y a despedir a otros que llevaban muchos años en la entidad bancaria.
“El gerente buscaba la manera de echarme. Yo lo sentía, me llamaba todas las semanas a reuniones para que presente proyectos. Hablé con un abogado y me dijo que esto solía ser un modus operandi y que fuera buscando un nuevo empleo porque me iban a pedir la renuncia y hacer la vida imposible. Fueron cuatro meses de hostigamiento laboral hasta que un día me llamaron a una oficina de dos por dos y me dijeron que tenía que hacer algo con mi gente (ella se negó) porque si no iba a tener al sindicato en la puerta. Me subió la presión, me puse muy nerviosa. Me sentía acorralada. Entonces, llamé otra vez a mi abogado y me dijo ´hasta acá llegaste, no volvés más´. Ese viaje de regreso a casa fue a puro llanto, mi cuerpo vivía la sensación de abandono. Amaba trabajar en el banco y de nuevo sentí que no era suficiente todo lo que había hecho, que nada había valido la pena, que no me valoraban”, rememora, con un nudo en la garganta.
Daniela piensa en esos días y resume que todo lo que le ocurría la hacía sentir que se moría. Sentía que estaba cayendo en un pozo negro y en ese momento, su mente, asoció el abandono de sus padres con este nuevo episodio.
“Mi marido (Marcelo) siempre acompañó. Una vez organizó un viaje a la Costa en el que lloré en todo el camino de ida. Él intentaba que yo estuviera bien, pero no podía. Sofía (su hija mayor) fue la que más sufrió mi depresión, era muy chiquita”.
Otra vez, Daniela comenzó tratamientos psicológicos y psiquiátricos que la ayudaron a salir de ese estado tan endeble en el que se encontraba y en seis meses logró alcanzar un equilibrio emocional. Además, se aferró a su segundo embarazo donde sacó muchas fuerzas para protegerse y proteger a Antonella.
¿De qué manera comenzó a reinventarse?
Cuando se quedó sin trabajo en el banco, a Daniela se le ocurrió abrir un perfil de Instagram y una página en Facebook, Dani.chever, porque en los últimos años había hecho varios cursos holísticos. Y pensó que, tal vez, podía dar charlas y capacitaciones para ayudar a otras personas que estuvieran pasando lo que ella pasó.
Luego, comenzó a hacer collares y anillos que vendía al por mayor aprovechando su formación en orfebrería. Pero al comenzar la pandemia, cuenta, tuvo que reinventarse y fue cuando probó con diferentes terapias alternativas como Gemoterapia o Reiki, quería llevar buena energía a las personas.
Sin embargo, el éxito económico de su emprendimiento comenzó a gestarse a raíz de un contacto que hizo con una famosa que comenzó a nombrarla en sus redes: “Al nombrarme tenía en mi privado más famosas, jugadores de futbol, hubo una actriz muy conocida (Nazarena Vélez). Y ahí sumé muchos más seguidores. Con ambas soy de hablar de vez en cuando. Algunos jugadores de futbol siguen confiando y adquieren mis productos. De hecho, en el último mundial éramos varios haciendo rituales en cada partido”, sonríe.
Por indicación de su psiquiatra, hace unos meses que Daniela ya no toma más los antidepresivos. Y está convencida de que, por fin, logró renacer. “Tiene que ver con haber dejado atrás todo eso que creía saber. Y ser flexible a nuevos pensamientos, volver a creer, tener fe. Como dar una hoja en blanco y pintarla de los colores que deseo”, expresa. Y agrega: “Renacer significa tener una nueva oportunidad, crear tu historia de vida. Cuando lográs eso, sentís como si todas las puertas comenzaran a abrirse. Cambiás la manera de ver las cosas. Somos las decisiones que tomamos cada día”.
Por último, Daniela, con toda su experiencia a cuestas, comparte un mensaje con las personas que sienten que no pueden salir de esa situación traumática que los tiene presos. En primer lugar, pedir ayuda, a mí la terapia me ayudó, pero sentía que eso solo no estaba dándome resultados. Tienen que saber que detrás de eso que les está pasando hay una enseñanza. Salirse de la victimización es la clave”.
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