Chus Cano: "Los tutoriales están muy bien, pero hay cosas que no se aprenden en YouTube"
Vive con las manos llenas de pintura, como los artistas. "No uso guantes, no me gusta. Necesito tocar la madera para ver si está lista o no. Los guantes me molestan, son un estorbo. Salvo cuando uso productos abrasivos, que ahí no me queda alternativa, me gusta tener las manos libres", se explaya Chus Cano, española experta en restauración clásica y una de las figuras de Más Chic, el canal de lifestyle que emite en Argentina su programa Reciclarte, un suceso entre los amantes del reciclado.
Invitada por la señal de cable, Chus aterrizó en Buenos Aires para promocionar la nueva temporada –ya es la sexta– y dar algunas clínicas para sus seguidores. "Estoy feliz, es la primera vez que salgo de Europa. Para mí es una experiencia llegar aquí y descubrir que hay tantos fans. Yo llevaba tiempo queriendo venir. Y aquí estoy", dice con una sonrisa indeleble y sus enormes ojos, que son una especie de marca registrada de sí misma.
A pesar de que la visita a Buenos Aires es corta, Chus se hizo tiempo para visitar y ser testigo presencial de la puesta en valor de la confitería El Molino. Impactada por la belleza arquitectónica, quiso colaborar con parte del equipo de trabajo. "Es el sitio más bonito que he podido ver. Es una joya edilicia, pero sobre todo me gustó el hecho de que la ciudad se haya preocupado por preservar el edificio para no perderlo. Tuve la oportunidad de conocer al equipo de restauradores, e incluso me contaron que había gente que se había ofrecido gratis para trabajar. ¡Yo también quiero! Hay artesanos mayores que ofrecen sus conocimientos y tiempo para poner en valor el edificio. Es una historia preciosa".
–Qué fue lo que más te sorprendió de El Molino?
–Todas las columnas. Entrar y ver esas columnas te da una sensación de majestuosidad que impresiona. Después, cuando subes al salón de baile en el primer piso llama la atención el balcón de la orquesta. Es posible imaginarse esos años 20. Y la escalera… por Dios, es grandiosa. En la segunda planta estaban los talleres y gente trabajando y les pedí que me dejaran quedarme para ayudarlos.
–En esta época donde todo es descartable, para usarlo hoy y tirarlo mañana, parece que conservar lo antiguo es ir en contra de la tendencia…
–Es posible. Mi propósito es acercar a todo el mundo a las antigüedades. Una antigüedad no es algo inalcanzable o para alguien de un poder adquisitivo alto. En cierto punto, decorar una casa con antigüedades está de moda. La recuperación de elementos también. Es un ejercicio de conservación histórica. Todas las cosas que usamos contienen la historia de una sociedad. Los muebles, las vajillas, los armarios forman parte de la vida cotidiana de una sociedad en un momento histórico determinado. Tirarlos sería tirar nuestra historia. De ahí la importancia de conservarlos. Ahí está la parte emocional. Después, está la técnica para recuperar o darle un nuevo aspecto a un mueble. Todos somos capaces de hacerlo.
–¿Ves un mueble y ya te imaginás lo que le podés hacer?
–Sí, digamos que ya tengo la gimnasia y el ojo entrenado. Me gustan los muebles orientales, de líneas rectas y sencillas y también el mueble francés. Es lo mío. Hay épocas como Louis Philippe que son muy limpios, con líneas simples. Y también me gusta mucho el mueble de campo, el estilo provenzal. Tiene un encanto especial. Pero a mí dame todo, a cualquier mueble siempre le encuentro algo especial.
–¿Todo es reciclable?
–Sí, a lo mejor la estructura está muy dañada y sea costoso arreglarlo y pensamos que no merece la pena. Pero eso está en cada persona. Depende de cada uno. Un baúl antiguo muy estropeado que perteneció a un abuelo puede tener un valor emocional que hace que valga la pena el esfuerzo.
–¿Sos de buscar "tesoros" en los mercados de pulgas?
–¡Claro! Dame un mercado de pulgas y soy feliz. Todo allí me gusta. Los platos de porcelana o loza; los cubiertos antiguos, las sábanas de algodón blancas que se usaban antes como regalo de bodas… Son preciosas para tapizar un cabecero, por ejemplo. Se puede hacer incluso una funda nórdica con las sábanas de la abuela.
–¿Tu casa está llena de muebles?
–No, es muy pequeña, no tengo sitio. Tengo pocas cosas porque no caben. Y no todo lo que tengo es heredado como muchos piensan. También hay muchas cosas que compré en distintos mercados de pulgas.
–¿No tenés ni un mueble nuevo?
–Sí, claro que si. Tengo un sofá precioso en el que me tumbo a ver la televisión y soy feliz.
-¿Entonces también te permitís tener algo nuevo en tu casa?
–Por supuesto. Yo tengo una fórmula que no falla: para que lo antiguo tenga más valor, hay que ponerlo al lado de algo nuevo. Lo antiguo le dará más valor a lo nuevo y viceversa. Los dos se valorizan. Una cómoda antigua con un cuadro de arte contemporáneo es una combinación perfecta, que realza el conjunto.
–Hoy parece que todo se puede aprender por YouTube. ¿Es tan así?
–Yo empecé con la restauración en una escuela nocturna y estuve cuatro años estudiando. Es decir, no hice un cursito de verano, estuve unos cuantos años formándome. Los tutoriales están muy bien, te sirven para ver cómo pintar un mueble, o cambiar una telita para un banquito. Pero si querés hacer algo más elaborado hay que prepararse. Hay cosas que no se aprenden en YouTube. En esos casos es mejor acudir a un artesano. Una cosa es experimentar y divertirnos y otra es tratar de reemplazar el trabajo de un especialista. Yo trato siempre de darles un lugar destacado a los que saben, porque hay cosas que solo un experto puede hacer.