
Cigarros v. sistema decimal
El mundo del humo se adapta mal al 10 y sus derivados
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Ahora que norteamericanos e ingleses van perdiendo la batalla, que los contadores de velocidad en kilómetros empiezan a imponerse en todas partes sobre los contadores en millas y que los medios internacionales van volcándose al sistema métrico, quizá sea la hora de romper una melancólica lanza por la diversidad de los sistemas de medida. Imagínense un mundo sin la gruesa, esa medida de 144 unidades, doce docenas, y se darán cuenta de que es un mundo menos interesante; imagínense incluso un mundo sin la docena (ir a comprar, por ejemplo, diez facturas: ¡qué bochorno, qué falta de sentido del ridículo!). Por más práctico que sea el uso universal de un mismo sistema de medida, no se puede dejar de reconocer que implica que hay cosas que pierden rasgos de su historia, y se calzan una historia ajena como un traje mal cortado.
En el caso de los cigarros, su longitud tradicionalmente se ha medido en pulgadas y su calibre en sesenta y cuatro avos de pulgada: cuando traducimos estas medidas a centímetros y milímetros, quedan fracciones donde había enteros, hilachas decimales en vez medidas redondas. Un ejemplo: un churchill, un cigarro que toma su nombre de los que fumaba el legendario líder inglés, de magníficas 7 pulgadas por 47 sesenta y cuatro avos de diámetro, traducido al sistema métrico resulta ser un trabajoso objeto de 17,8 cm de largo por 18,6 mm de calibre; 7 por 47 es una medida claramente recordable, la otra un galimatías tan memorizable como un código de barras.
Otros números que escapan al sistema decimal son los que rigen en la presentación de los cigarros y su comercialización; de hecho, la unidad comercial regular es la caja de 25 cigarros, un número notoriamente derivado de la base 5, que tanta guerra le ha hecho al 10 a lo largo de la historia (hasta no hace mucho, para cualquier español era mucho más intuitiva la comprensión de una cifra de dinero expresada en duros -un duro son cinco pesetas- que en pesetas simples: o sea, más natural pensar en veinte duros que en cien pesetas). Volviendo a los cigarros, estos 25 que componen una caja se presentan de tres maneras diferentes: el gabinete, una caja alta que tiene cinco filas de cinco cigarros; la caja normal con dos filas de cigarros (13 arriba y 12 abajo, más un pequeño suplemento de cartón para suplir la diferencia); o la caja llamada 8-9-8, con tres filas de ocho, nueve y ocho cigarros respectivamente.
Una presentación alterantiva usada por marcas como AVO XO, Montecristo y Cohiba es la de caja de cartón de cinco cigarros, una cantidad ciertamente portátil; también el número 3, el 7 y el 12 meten la cola en varios aspectos de la vida del puro... pero el espacio que queda hoy es 0. Seguimos en la próxima.
Recortes
El Día de Francia
En Cosmopolitan, del 9 al 14, se reúnen los muchachos del francesísimo ex Bleu-Blanc-Rouge con Christophe Krywonis, para recordar la época de oro del desaparecido restaurante porteño. Habrá un menú muy francés del chef Laurent Lainé, con vinos y champagne de Navarro Correas ($ 37), música y baile, como corresponde. 25 de Mayo 597, 4893-2332.
En el palermitano bistro Christophe, la Revolución Francesa se festeja el 13 y el 14, con un menú especial completo ($ 37). Fitz Roy y Nicaragua, Capital, 4771-1155.
En ambos lugares rige la carta habitual junto al menú especial. Entre el 9 y el 14, en el Restaurante Massey, el chef Pablo y su brigada prepararán los platos más entrañables de la cocina gala, con los productos típicos de aquel país, en una carta menú de tres pasos, con dos opciones cada uno. Con sus apéritifs y petit fours, champagne y vinos de estilo francés de Chandon o Terrazas, y música francesa ($ 37). Posadas 1089, Capital, 4328-4104. La Bourgogne y el Alvear Palace Hotel, como es tradicional, tienen preparado su Menú de Gala para la fiesta de Francia, con una degustación de cinco pasos, quesos franceses incluidos, vinos y champagnes franceses, café y petit-fours ($ 100). Además, sorpresas, música y baile. Ayacucho 2027, Capital. 4805-3857, 4808-2100.
Cala Bistró propone para la semana del 7 al 14 el Menú de la Bastilla, con amuse bouche, dos entradas, dos principales, una selección de quesos y dos postres para elegir, con los vinos y champagne incluidos ($ 39), sorteos y acordeonista. Soler 4065, Palermo, 4823-0413.
Invierno y temperaturas
La creciente moda de beber los tintos refrescados no es tan aceptada en invierno cuando, afuera, las temperaturas están debajo de los 10º C y la sensación térmica es aún más baja. Uno quiere entrar a un restaurante o al wine bar para suavizarse la garganta con un tinto redondo, aterciopelado y profuso, que en la copa se sienta francamente más fresco que la mano -a unos 18º C-, pero no frío. Salvo que el restaurante cuente con el gabinete de temperatura controlada para sus vinos, hay que estar atento antes del descorche: en la copa el vino puede tomar temperatura relativamente rápido, o se hace cambiar la botella. Por lo contario no hay problema en refrescar un tinto en un balde de hielo, ya no espanta a nadie, pero lo aconsejable es usar agua con algunos cubos de hielo y un puñado de sal gruesa -y no sólo hielo- y retirar la botella cuando esté a gusto. En este momento del año pueden llegar más botellas gélidas que calientes a la mesa, hablando de errores harto frecuentes en los restaurantes. Levantarles la temperatura artificialmente es delicado. El encargado de vinos debe tener la precaución de mantener algunas botellas en un sitio apropiado. Para los blancos, el balde con agua-hielo-sal gruesa es suficiente para mantener la frescura de un chardonnay -así es como se bebe-, mientras un sauvignon blanc debe servirse frío, pero no tanto como se estila actualmente. Usar para éstos la copa mediana y mantener el nivel por debajo de la mitad para que no pierda frío. Tampoco es recomendable poner en la mesa el agua mineral muy fría.
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