
CLAUDIO GALLARDOU Un clown con premio
Tiene un perfil atípico dentro del gremio. Con compañía propia, no reniega ni de la televisión ni de aquellos comienzos en los que pasaba la gorra por la calle. Y se da el lujo de ir de Goldoni a Shakespeare, siempre con su Banda de la Risa
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Lo llamaron Claudio y nació en España. Su madre, Mabel Micheli, y su padre, José Adolfo Gallardou, alias El Indio Apachaca, estaban en gira por Madrid con la compañía de teatro de Homero Cárpena cuando el niño Claudio decidió que ya estaba bien de estar ahí adentro. Que había que nacer.
Sin saberlo, fue depositario nonato de una esperanza gorda como sus cachetes: la de salvar a la compañía de teatro, que estaba en la ruina después de que el representante se fugara con todo el dinero. Pero no pudo ser. En aquellos años, el generalísimo Franco prometía apadrinar al bebe número dos millones que naciera en España, y ofrecía cientos de pesetas al protagonista de semejante hazaña. El embarazo de la mamá de Claudio se transformó en salvoconducto esperanzado hacia un montón de desayunos, almuerzos, cenas y un viaje de regreso a América del Sur para la compañía en pleno. Pero el nene se apuró. Y en vez de ser el bebe número dos millones, fue el 1.999.999. Perdió por uno.
-Por algo fue que no fue.
Dice el gallego Gallardou, con una de esas sonrisas que usan los payasos no precisamente en tus mejores sueños. La compañía varada en España volvió como pudo a las márgenes del Río de la Plata y el españolito de 2 años se radicó en Montevideo.
Su padre, actor y recitador de la épica gauchesca, se presentaba en los clubes con el seudónimo de El Indio Apachaca, animando los bailes del Carnaval montevideano. Allá iba Claudio, el mentón a escaso metro del suelo, las patas cortas, corriendo de baile en baile, los ojos llenos de sueño y candombe y otra vez de sueño. Un poco porque sospechó que podía gustarle, y otro poco para intentar aplacar al niño que rebotaba como una goma por tanta energía innata como había traído al mundo, Mabel, su mamá, le sugirió que empezara a estudiar mimo y clown en el club Neptuno, de Montevideo. El tenía 9 años. El efecto fue doble y confuso. Adoraba a su profesora de mimo -Isabel Martínez- con la misma fuerza con que detestaba cualquier otro tipo de enseñanza. A Buenos Aires llegó adolescente, convencido de que había una cosa en la vida que odiaba por sobre todas las demás: el colegio.
-Estaba estudiando electrónica en el secundario. Un día no me dejaron entrar, me echaron. Todos me querían porque yo era buena gente, pero los repudrí. Odiaba la escuela. Todos vestidos iguales, todos tenían que pensar lo mismo, las maestras parecían dioses y te atacaban y te gritaban. Yo me sentí muy maltratado y además era muy liero. Me molestaba que me dijeran qué tenía que hacer. Todo me parecía una farsa. Nadie aprendía nada, pero todos ponían cara de que sabían.
De Montevideo le quedó la fiebre de los parches y el ritmo del candombe. Ahora, en su casa de Buenos Aires hay tumbadoras en varios rincones, parches tiesos que él, buen vecino al fin, cabalga sólo en los horarios que la civilización manda. Después de todo, es responsable de sus propios actos ante los vecinos desde que, hecho un hombre de 14 años en busca de independencia, se fue a vivir solo.
-Primero me fui con amigos, después con una mina, después a un hotel. Trabajaba de cadete, atendiendo teléfonos, llevando paquetitos. Me gustaba que me dieran responsabilidades. Me decían: Tomá este paquetito. Yo iba y lo llevaba.
Mejor que la escuela, entonces. Empezó a estudiar teatro con Agustín Alezzo. A los 18 firmó su primer contrato como actor y pasó dos años en cueros, haciendo La lección de anatomía en teatro. Claro que no era fácil. Un día terminó varado en un hotel, con todas sus pertenencias retenidas detrás de una puerta con candado por falta de pago. Pero no se preocupen. Porque entonces llegó Superman.
-Vino mi tío, Jorge Micheli, el hermano de mamá; me rescató del hotel y me llevó a su casa hasta que alquilé un departamento. El tío Jorge es su héroe. Soltero sin hijos, después de haber tenido una larga carrera artística se dedicó a hacer vestidos de novia y a amar con todo su corazón al único sobrino de la familia, hasta que vino la revancha y fue Claudio el que se vistió de Superman para inventarle al tío Jorge un espacio donde desplegar sus alas de vestuarista. Ahora sí. Vamos a hablar de La Banda de la Risa.
La Banda la creamos un grupo de actores profesionales que no éramos convocados para hacer las cosas que nos divertían. Lo primero que hicimos fue el clown. Si ningún director de teatro o tele me iba a convocar para disfrazarme de payaso, entonces me disfrazaba yo y salía a la calle.
"¡Kuueeeeé!", se escucha. Es un loro de nombre Shakespeare. A veces, cuando tiene ganas, recibe a su dueño con la amistosa frase: "¡Ahí viene La Banda de la Risa!" El grupo se formó en 1985. Gallardou ya era conocido como actor, y salir a la calle con un grupo de payasos a hacer acrobacias, canciones y rutinas de circo no era lo que sus colegas entendían como un-paso-adelante-en-la- profesión. Lo miraron torcido.
-Nuestro primer espectáculo se llamó Homenaje al circo. Fuimos los primeros en salir a actuar a la calle, a pasar la gorra, y en el ámbito de la tele me cuestionaron mucho. En realidad, lo único que hicimos fue volver a las fuentes. Tratar de encontrar la esencia de la actuación. Divertir. Contar un cuento.
Un día, en medio del público, el payaso Claudio vio el rostro perlado de una inconfundible princesa. Con toda la astucia del mundo la eligió como quien elige un hilo de oro en medio de un vellón de lana. Le contó un cuento. Y días después se estaban comiendo el corazón a besos.
-Yo hacía una rutina en la que un payaso que no tiene suerte busca una enamorada. Elegís una chica del público y le hacés la rutina. Es gracioso, porque el payaso quiere ser cortés y termina siendo descortés. Un día entre el público estaba ella y me fascinó su carita. Su ángel. Le hice la rutina. Después se quedó, nos conocimos, terminó entrando en La Banda. Y nos casamos.
Y se casaron. Un montón de veces: por Civil, por Iglesia y en el circo. Bajo la carpa de la familia Barani, una de las más tradicionales del circo de estas pampas. Auspiciados por tío Jorge, que cuidó de su sobrino y sus múltiples casamientos hasta el último detalle.
-Nos casamos mucho. Teníamos ganas de casarnos.
La princesa se llama Diana Lamas y formó durante años parte del elenco de La Banda de la Risa. Ahora no, porque ya no están juntos, pero si uno le pregunta a Claudio cuál es su recuerdo de la plenitud, responderá sin vergüenza algo así como "mis días con Diana".
-Bueno... fue una relación maravillosa, estuvimos juntos 7 u 8 años, hicimos todo lo que quisimos, nos divertimos y un día se agotó. A lo mejor fue un error que toda nuestra relación se desarrollara en el entorno de La Banda, porque yo presiono mucho a los actores. Me gusta la disciplina, el trabajo, el rigor.
Se hable de lo que se hable, él terminará hablando de trabajo. Hablemos, entonces, de trabajo. En 1989, La Banda puso en escena Los Faustos o rajemos que viene Mefisto ; en 1991, el Martín Fierro, por el que Diana Lamas ganó un Premio ACE como mejor actriz del circuito independiente; después hicieron La comedia es finita , que estuvo nominada a siete premios ACE y obtuvo los de mejor espectáculo de humor, mejor vestuario (el tío Jorge) y mejor actor protagónico (el sobrino Gallardou); en 1996 estrenaron Arlequino, que ganó el ACE en los rubros de mejor comedia, mejor actor protagónico (Gallardou), mejor vestuario (el tío Jorge) y mejor iluminación de trayectoria (Alejandro del Mastro). Mencionar a La Banda de la Risa, desde entonces y hasta ahora, es hablar de algo muy parecido a un grupo prestigioso. Y en este borde del siglo en el que volver tan atrás parece más riesgoso que nada, en el que lo clásico termina siendo arriesgado, La Banda propone refrescar el teatro gauchesco con Martín Fierro , la comedia del arte con Arlequino, o el teatro shakesperiano con Puck.
-Claro que tengo miedo de fracasar o morirme de hambre, porque estoy intentando imponer un proyecto en un sistema que no acepta proyectos de este tipo. Me acuerdo que la primera fiesta de los premios ACE la vi por televisión y pensé: "Pucha, yo soy actor y no estoy ni siquiera invitado, qué lejos estoy de donde tengo que estar". De golpe, estoy en casi todas las entregas de premios, y todo empezó con un grupo de autogestión en las plazas, que pasaba la gorra y nos miraban raro porque hacíamos clown.
En tiempos en que los proyectos suelen ser cada vez más individuales, él eligió formar un grupo en el que el cartel, los egos, el protagonismo y el dinero se reparten por igual.
-No hay diferencias de cartel ni de sueldos. Los compañeros que están invitados a participar ahora, desde Paola Krum y Pablo Echarri hasta Gustavo Ferreira, tenemos el mismo cachet; eso habla bien de Pablo y Paola, que son los más conocidos.
Con lo que hemos llegado al tema Krum-Echarri. En el momento de estrenarse la obra, alguna crítica cuestionó al elenco. Se dijo que Gallardou buscaba acercar al teatro al público de las telenovelas de las 15.
-¡Pero que alguien me explique por qué no usar actores de la televisión! Además, ¿yo no tengo una carrera televisiva, y mucho más larga que la de Paola o Pablo? Los únicos que cuestionaron la integración de ellos al elenco fueron los periodistas seudointelectuales. Parecería ser que el teatro es de ellos, y el teatro, antes de ser de los intelectuales, fue del pueblo. Shakespeare no escribía para los intelectuales. Este año participó en televisión en La mujer del presidente y Como vos y yo , pero desde sus comienzos en el medio puso un pie en todos los terrenos: telenovelas, unitarios, series, comedias y policiales. Ahora está contentísimo de poseer el tipo de perfil inclasificable que la industria local casi no tolera. -Yo tengo mi propio clan. ¿Estoy con el clan de la tele? No. ¿Estoy en el clan de los actores de culto? No. No estoy con ninguno. Tengo un perfil bajo. No voy a estrenos y si voy trato de esquivar la cámara. Si hago una nota me gusta hablar de la actividad que hago y trato de no ir a programas donde tenga que hablar pavadas, contar quién fue mi primera novia, si me acosté con esta actriz o qué opino de Menem. En ese sentido la máquina no me atrapa, pero me complica los objetivos porque si quiero llevar gente al teatro, el medio que más convoca es la tele. Tengo que ver cómo uso la tele para que la tele no me use. Trato de mantenerme al margen del negocio. Me niego a ir a programas que me ayudarían a promocionar lo que hago, porque veo a los actores tocando la corneta, y tirando sombreritos y serpentinas, y me parece que se degradan a sí mismos y degradan la profesión; pero ojo, no los juzgo. Cada uno elige hacer su carrera de la manera que puede.
Este año, Puck, sueño de verano está nominada a cinco premios ACE: mejor comedia, mejor actor protagónico de comedia (Gallardou), mejor actor de reparto de comedia (Adolfo Yanelli), mejor actriz de reparto de comedia (Cristina Fridman) y mejor director de comedia (Gallardou, en su primera nominación como director). Lástima grande que no está el tío Jorge para brindar. Porque a los 59 años, y un mes antes de estrenarse Puck , el tío Jorge murió de un paro cardíaco.
-Fumaba. La última noche de su vida dejó todos los bocetos del vestuario dibujados y a la mañana siguiente falleció de un paro cardíaco. Lo reemplazó Renata Schussheim. Yo siento que por suerte no quedaron cosas pendientes entre los dos.
Después, habla de máscaras. Saca de un mueble la de Arlequino, que construyó con sus propias manos. Hay algo de monstruoso en el artefacto, sobre todo en las tiras que ajustan detrás de la cabeza, pero él la mira con arrobo y está convencido de que basta con ajustarse una máscara para que un personaje reaparezca enseguida. Es como cuando los negros uruguayos, asegura, creen que después de mucho tiempo de tocar el tambor, el santo se incorpora y toca a través de ellos. Dice que con los personajes pasa lo mismo. Que basta vestir la ropa, el maquillaje, adoptar una actitud, para que el personaje entre como un viento y arrase con la criatura que él fue para ser por un rato la criatura que quiere ser. Gracias a semejante posesión, Claudio no puede evitar que le queden resabios de algunos personajes. Resaca de gestos. -Con Puck , por ejemplo, me quedan algunas cositas... medio perversas. Je.
Je. En el living hay un perchero lleno de sombreros. -Este es de helicopterista ruso -dice, señalando un masacote de cuero duro y bien conservado-; éste, de tanquista argentino; éste, un casco de bombero de 1920; éste es un casco inglés de la Segunda Guerra Mundial, original; éste, una réplica del quepí de la Guerra de Secesión. Este es de Vietnam, original, estos ojalitos son para camuflarlo con ramas...; este otro...
Mejor salir, entonces.
Antes de que se empiece a probar sombreros.






