"Cuidar no es sinónimo de activar un GPS"
La vida familiar con hijos adolescentes desafía cada fin de semana con dilemas difíciles de definir. Las negociaciones son acuerdos padres-hijos que hay que encarar y reformular permanentemente. Obviamente, la escena temida de los padres es el alcohol, la droga, el exceso y la inseguridad. Con el fantasma del descontrol que acecha, muchas veces los padres asustados omiten pensar qué es lo que sí se puede hacer para prevenir riesgos.
En primer lugar, cuidar no es sinónimo de activar un GPS, un localizador que provea información permanente acerca de los movimientos de un adolescente. Desde mi lugar de terapeuta, prefiero ayudar a los padres a hablar más con los chicos, a prepararlos, a habilitar un clima de confianza, de receptividad y de prudencia que llevan a un cuidado responsable.
Habitualmente sugiero a los padres pensar la idea de límite como la demarcación de un borde que ordena y contiene para ayudar a evitar desbordes. Más que una prohibición, más que una sanción, un límite busca pautar una medida. Lo que sí es importante es poner el acento en la coherencia de cada límite y en el sentido que lo sustenta.
Además, los límites no se ponen como si se tratara de algo externo que hay que instalar, sino que se construyen en el vínculo padres-hijos desde el comienzo de la vida. Son anteriores a los hechos: los límites hacen a la ruta por donde se circula y a su señalización, no a las infracciones.
Otro aspecto a tener en cuenta es que si las negociaciones con los adolescentes se construyen en el vínculo promueven autonomía y compromiso por parte de los jóvenes, con el consiguiente deseo de crecer y de cuidarse. No es desde la distancia ni desde la desconexión, sino desde la proximidad, el diálogo y la comprensión con los que se construyen los límites.
Es fundamental tener una convicción interna clara respecto de aquello que queremos transmitir. Uno podría pensar que cuando fallan regularmente los límites estamos frente a un conflicto en la relación. Entonces, una crisis se pone en evidencia
Al mismo tiempo, es necesario también asumir la responsabilidad parental que implica hacernos los distraídos y no construir acuerdos y resguardos para los hijos en la adolescencia. Mirar para otro lado es desmentir la realidad, y eso es peligroso. La complacencia implícita y resignada de padres impotentes es inquietante. Obviamente, no se trata de un auspicio parental de aprobación, pero sí de una gran negación de la dimensión del problema. Hoy, al son de "qué quieren que hagamos", muchos padres se limitan a advertir a sus hijos, mirando para otro lado como si las experiencias tóxicas no ocurrieran.
Psicóloga especialista en adolescencia y coautora de Desvelos