Los restaurantes porteños descubrieron el artilugio de los gastos extra para hacer más abultadas las cuentas de sus comensales. Cubierto, pan y servicio de mesa. Por Alejandro Maglione
Por Alejandro Maglione
Soponcio
Sinceramente me siento llamado a escribir sobre temas vinculados al interés de los y las lectores/as sibaritas, que no anden merodeando temas de los llamados pedestres o de escasa monta. Pero resulta que voy a un restaurante, pido la cuenta con mi mala costumbre de pagar por mi comida, y la casa me hace llegar una cuentita en la que, ANTES de que aparezca el primer consumo, ya, por el hecho de sentarme, en una comida que éramos 4 personas, debía $200…
¿Leyó bien? Cuando aspirando sales recupero el conocimiento y vuelvo a mirar la cuenta, efectivamente, debíamos 50 pesos por persona, sin siquiera haber probado un vaso de agua mineral.
Explicación
Todo en la vida tiene una explicación, y en este caso, la "cuentita" se encontraba recargada por un erróneo doble cobro del descorche de dos botellas de vino, que inútilmente le había preguntado previamente al dueño del lugar si no había inconveniente que las llevara, y agregué: "quisiera probarlas contigo para que me des tu opinión…". Ingenuo de mí, el dueño me dijo: "avanti", y luego nunca apareció por el restaurante para la prueba conjunta, y a cambio instruyó a su cajera que no dejara de cobrarme el descorche. Los otros montos que causaron mi espasmo, eran el difuso concepto "cubierto", que sigue invadiendo ilegalmente las cuentas de los restós locales.
¿Vió que los adicionistas cuando terminan de sacar la tira correspondiente a su factura la "puntean" con su uña del dedo gordo, antes de dársela al mozo para que se la alcance, para controlar que no se han olvidado ningún consumo? ¿Puede ser que en ese prolijo control no haya advertido, en nuestro caso, que en lugar de $80 por el descorche de dos botellas (leyó bien) se le habían deslizado $160? Huummmm…..
¿Ilegal?
Si, resulta que, como ya conté alguna vez, existe una resolución vigente del área a cargo del amigo Moreno, que prohíbe poner cargos en las facturas de los restaurantes por fuera del costo de los platos. Esto impide las sorpresas que atentan contra la salud cardiovascular de la gente sensible de bolsillo, la víscera más sensible, según un afamado político. Usted puede hacer su propio cálculo de cuanto va a gastar con un error del más-menos el 10%, que siempre es mejor que uno del 100% o más.
La resolución se llevó puesto al laudo y otros adicionales que existían años atrás. Y la lógica es que si las cuentas se llenan de adicionales, pronto aparecerán (espero no estar dando ideas) conceptos como "aire acondicionado" si usted visita el restaurante en verano, y "calefacción" si lo hace en invierno. Luego vendrán los conceptos "plato caliente" donde se aplicó consumo de gas; o bien "helado" donde la actuación de un freezer posibilitó la textura de su postre elegido. Al fin y al cabo, son conceptos que aumentan significativamente los gastos fijos de cualquier establecimiento.
La cosa es simple
Los restauranteurs, que en promedio andan flojitos en buen cálculo de costos, cubren todas sus debilidades con estos cargos, más recargos absurdos en el precio de los vinos, en lugar de cargar todo, absolutamente todos los costos fijos en cabeza de cada plato en la proporción correspondiente. Justamente hablaba de esto con uno de los genios en hacer que un restaurante dé buenos resultados, que fuera el dueño primigenio de "Lola", don Miguel Grincajer.
La ineficiencia
El gran secreto de Miguel era el control eficiente de los gastos y evitar las picardías. Comentando esto con un gran cocinero joven, representante de lo que quieren llamar "nueva cocina española" o ya no sé que cosa, me contaba que por razones didácticas se había tenido que ausentar del día-día de su restaurante. Y que entonces, de manera "inexplicable", porque nadie le supo explicar porque sucede esto, vio que cuando atendían 500 cubiertos por semana, consumía 60 kgs. de pescado por semana. Ahora tiene 360 cubiertos y en su ausencia temporal, se consumen ¡90!
¿Ve a qué me refiero? Administro mal, ergo, que pague el cliente…Todo, todo, una gran pena.
La explicación II
Y nuevamente, cuando se habla con algún dueño amigo y se le hace notar el desagrado que producen estos cargos inesperados, la respuesta insólita es: "pero, el cliente no se queja…", siendo que la mejor queja que tiene el cliente es no volver a pisar el lugar, como hice yo. ¿Es posible que no manejen este elemental concepto comercial?
Conclusión
¡Quéjese! Patalee cuando le traen la factura llena de extras. Recuerde que la Secretaria de Comercio los prohíbe. Y llegado el caso, denúncielos por teléfono a Defensa del Consumidor. Y si todo esto le parece complicado, dígale a mozo: "no pienso volver, me siento estafado". De algo servirá, porque quiera que no, seguro que se lo comenta al dueño, y siempre de algo sirve, ¿o no?
Misceláneas balcarceñas.
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