Quizá porque se aburría mucho cuando era adolescente Leonardo Barraud que ahora tiene 45 no para de hacer cosas que lo apasionen. Lo curioso es que luego de una etapa en la que se sumerge en cada nuevo aprendizaje, que lo investiga, lo estudia a fondo, lo lee, lo palpa y empieza a practicarlo, ese interés que se le aparece por casualidad y que él cultiva como si fuera una semilla que se pone en remojo, termina por germinar y crecer al punto que para él se convierte en un medio de vida.
Le pasó primero con la psicología que empezó por la lectura de las obras de Freudque encontró en el living de su casa y terminó llevándolo a estudiar la carrera y luego desempeñarse en la atención de niños neurotípicos en su consultorio privado y de chicos con autismo en un centro terapéutico. Después ya estabilizado en la profesión, se puso a aprender alfarería junto a Leandro Javier Domínguez, un diseñador textil y ceramista que hoy es su actual socio en Criollo, un taller, fábrica y empresa que elabora piezas únicas inspiradas en diseño nacional. Sus piezas son requeridas por restaurantes y familias que buscan algo diferente, impactar. Su primer gran cliente en el mundo de la gastronomía fue nada más ni nada menos que Piso Nueve, el espacio de cocina argentina del CCK, inaugurado este año.
"Nos resultó una sorpresa que nos llamaran porque ni siquiera sabíamos que se iba a abrir un restorán", cuenta Leonardo. " Nos recomendó gente del ámbito gastronómico, nos eligieron y empezamos a desarrollar la vajilla; fue un gran desafío nos llevó medio año en total entre el armado de los prototipos, las reuniones y la producción entera: hicimos más de 1500 piezas", resume. Después siguieron otros restós del circuito cool: Sucre, Los Galgos, Casa Cavia y ahora proveen a muchas familias y clientes particulares que los buscan para dar un toque trendy a sus proyectos: desde mudarse y equipar un comedor desde cero, a una pareja que se casa y quiere hacer una boda muy particular.
Un material noble
Criollo es una empresa que surgió de la búsqueda del placer auténtico y eso consigue brindar hoy a quienes lo eligen. En 2016 Leandro y Leonardo se propusieron desarrollar una línea de utilitarios modernos, con identidad local y diseños muy auténticos. Un año les tomó investigar el mercado, viajar por el país, reunirse con artistas plásticos que les brindaron sus investigaciones, portfolios y grabados, hasta que en 2017 estuvieron listos para presentar a Criollo en sociedad.
Con un material muy resistente, el gres, una pasta cerámica, formada por arcillas naturales que ellos hacen traer de Neuquén, realizan sus objetos, que luego son esmaltados y terminados con algún detalle característico de la colección. En catálogo priman las líneas netas, en tonos blanco o terrosos, aunque como trabajan a pedido no hay límite para la creatividad.
Su primera asociación creativa fue con Delfina Estrada, artista plástica dueña de Fábrica de Estampas: ella había hecho una investigación sobre el campo, los gauchos y la doma de caballos y con sus dibujos que transfirieron a la cerámica hicieron tarros para cocina. Después fabricaron una nueva colección pero esa vez con dibujos de animales realizados a partir del archivo de la fotógrafa Julieta Escardó.
Estaban probando, experimentando, buscando un concepto que comunicar. "Nuestro deseo era hacer vajilla pero no sabíamos muy bien hacia dónde íbamos", recuerda. "Coincidíamos en la necesidad de hacer algo que no tuviera que ver con producir en serie, sino de hacer algo que nos guste y la alfarería te permite eso, la realización del producto es muy agradable", explica y cuenta que comenzó como aprendiz, que el que tiene doce años de experiencia como alfarero es su socio, que también es diseñador textil. El punto de partida, la alfarería, al ser un método artesanal les permitió recuperar ciertos lenguajes y estéticas, sin necesidad de recurrir a referentes externos. "No buscamos referentes en la cerámica sino en la costumbre, en el uso que le damos a la vajilla, pensamos la carta de colores en relación a los suelos de nuestro territorio", cuenta.
Un proyecto para enseñar a chicos con autismo
Leonardo sueña que para el año próximo - o el otro pero que no pase mucho tiempo-, esa magia de empezar de a poco, con una intención chiquita de descubrir el placer de hacer algo nuevo, vuelva a producirse. Se trata de un proyecto que por estos días tiene entre manos que a él le permitiría conjugar sus dos pasiones, la salud mental y la creación artística, y a la sociedad le aportaría una respuesta necesaria en el trato que se da a las personas con discapacidad. Quiere crear un espacio de formación en el oficio de la alfarería para adolescentes y jóvenes con autismo, pero no con un encuadre terapéutico ni recreativo, sino como un taller de experimentación y aprendizaje que a su egreso les brinde la oportunidad de tener un trabajo.
"Hay un problema serio que me importa mucho: la inserción social de los chicos con TEA cuando son adultos", cuenta Leonardo. "En estos momentos, con todos los tratamientos disponibles, los chicos que asisten a centros terapéuticos para aprender habilidades sociales y desarrollar distintos tipos de estímulos que necesitan, al cabo de un tiempo llegan a lograr capacidades de independencia muy altas, con grandes posibilidades de autonomía", destaca. Esto es mucho más que lo que se podía esperar quince años atrás, hubo un gran avance, tanto en el conocimiento como en la terapéutica del trastorno del espectro autista.
Aunque se avanzó mucho y ya hay más consciencia sobre el autismo en general, todavía queda una deuda social con los chicos cuando crecen y se hacen adultos. Allí es adonde pone el foco este psicólogo que experimentó en su propia vida el poderoso efecto de lo artístico como herramienta de transformación.
"Está pendiente respondernos qué pasa con la potencialidad que no se está teniendo en cuenta porque a la sociedad todavía la palabra autismo le sigue haciendo ruido", pregunta Barraud y describe una respuesta posible y, si recibe los apoyos que está buscando, también, viable: "Junto con un equipo de profesionales, especialistas, profesores y artesanos, estamos armando un taller, destinado a aquellos jóvenes con TEA que se interesen, para aprender a trabajar la cerámica y encontrar un oficio que les de un medio de vida. Queremos formar artesanos, desarrollar el potencial creativo de aquellos a los que les guste el trabajo manual y que por tener la condición encuentran que les complica la inserción y el intercambio social. Un aspecto que creo que garantiza el éxito de este abordaje que no es terapéutico, sino cultural y social, es una característica que generalmente los chicos autistas comparten: el compromiso, las ganas de aprender y el tomarse muy en serio cada cosa que hacen.
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