El cubículo es del pasado; la PlayStation no es todo el futuro
Mesas de ping-pong, salas de música, masajes y otras "atracciones" parecen ser el foco exclusivo de las empresas en busca de atraer y fidelizar a una nueva generación que les resulta difícil de comprender. Es un error detenerse ahí. Esto es sólo una pequeña parte, tal vez un decorado, de lo que debería ser una empresa moderna.
El corazón de nuestra fuerza laboral es la llamada generación Y, que muchos departamentos de capital humano no logran comprender. Esta generación es la primera criada en un mundo digital que la tecnología habilitó a comportarse de otra manera.
Se trata de personas acostumbradas no sólo a consumir, sino a producir colaborativamente, que desean tener voz y una carrera que evolucione con la misma velocidad que el mundo que los rodea. Tienen desdibujadas las fronteras entre el trabajo y el tiempo libre, buscando placer y socializar en el ambiente laboral. Están acostumbrados a trabajar en red habilitados por la tecnología. Demandan además transparencia de sus líderes y sus organizaciones.
La empresa moderna deberá por lo tanto tomar en cuenta estas características, creando una cultura en sintonía con los valores y costumbres de esta generación.
El avance tecnológico no sólo acelera nuestras vidas. También incrementa la competencia y, por lo tanto, la necesidad de innovar en nuestras organizaciones para subsistir. No podemos predecir el futuro, pero sí podemos dar por descontada la incertidumbre. En este entorno, una cultura que abrace el cambio, la exploración, el cometer errores y el aprendizaje es necesaria.
En las últimas décadas hemos pasado a una economía del conocimiento. Un cambio grande, pero mayormente las organizaciones siguen utilizando métodos gerenciales de la era industrial. Jerarquías que permitan tomar decisiones en la cúpula y facilitar la ejecución de decisiones tomadas por unos pocos no parecen ser la receta ideal en un mundo donde nuevas ideas son necesarias y la gente se acostumbra a trabajar en red.
Si estamos presionados para innovar, pero usamos recetas de management anticuadas para manejar a un grupo de gente que no entendemos, ¿cómo pensamos sobrevivir?
Mientras se hace énfasis en incrementar el confort del lugar de trabajo, tenemos que repensar nuestras organizaciones de raíz. Habilitar voces, generar espacios para las ideas, dar autonomía a nuestra gente, abrirnos a la comunidad, configurando una organización híbrida entre una compañía y una universidad.
¡Ah! Y no olvidemos el propósito. Si un grupo no comparte un sueño que exceda lo económico, difícilmente podremos crear una organización sustentable. El emprendedor de hoy debe ser entonces un ingeniero social que lidere por valores, cree un ecosistema donde su equipo crezca, disfrute y logre trascender a través de su trabajo.
Guibert Englebienne