Casi tres décadas después de que la imagen de Sting junto a un cacique recorriera el mundo, empiezan a surgir metodologías sustentables de desarrollo de la región, con las comunidades originarias como protagonistas.
Por Leandro Africano
Desde que en 1989 Sting dio a conocer la situación de las comunidades aborígenes del Amazonas y su vulnerabilidad frente a la deforestación, algo ha cambiado en esa región. Las imágenes del líder de The Police junto al cacique Raoni (del pueblo Kayapo) funcionaron como un primer impacto mediático: en 1992, la Primera Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro retomó el tema para acercar una solución. Pero recién en los últimos años empezó a haber cierto acuerdo entre el gobierno brasileño, las ONG y algunas empresas de cosmética para pasar de un modelo extractivista a otro sustentable.
La biodiversidad de la región amazónica siempre fue el paraíso de la obtención de materia prima pero con un modelo de extracción ilimitada, destructivo. Se puede rastrear el origen de esta cultura extractiva a comienzos del siglo XIX, cuando la ciudad de Belém, capital del estado de Pará, se convirtió en el principal puerto de exportación de caucho (dato curioso: la ciudad se mantuvo ajena a la declaración de la independencia de Brasil durante un año para evitar compartir las regalías). Según cálculos del gobierno brasileño, de no cambiar el paradigma, en cien años la mayoría de las especies estarán extinguidas. De ahí que en la última década, productores agropecuarios, organizaciones no gubernamentales, empresas privadas y el gobierno brasileño se pusieran de acuerdo para llevar a cabo un nuevo modelo de producción sustentable.
El principal cambio fue establecer un vínculo directo entre los compradores –las empresas– y los productores. En este acuerdo, las comunidades deben producir bajo el modelo de cooperativa para dividir de manera igualitaria los ingresos de las familias; las asociaciones deben estar inscriptas en el sistema impositivo brasileño y las familias deben ser propietarias de las tierras. Asimismo, los hijos deben asistir al colegio, donde el Estado garantiza la cercanía, para evitar la migración de las futuras generaciones.
Compañías como Natura (cosméticos), Symrise (fragancias), Mil Madeireira, Gethal (ambas de producción de maderas) y Alcoa (producción de metales), entre muchas otras, reúnen entre 7.000 y 10.000 familias que trabajan con esta modalidad solo en Brasil. En el diálogo con los productores se nota que el cambio más profundo fue cultural: fueron muchos años en los que ambas partes se miraban con recelo. "Las empresas se han involucrado en el desarrollo de nuestra comunidad y nos han entregado nuevas herramientas para obtener mayores beneficios. Hasta hace poco tiempo vendíamos la madera de ucuuba, que está en peligro de extinción. Ahora vendemos solo la fruta y gracias a eso ha disminuido la tala del árbol. Además, aprendimos que la semilla vale tres veces más que su madera", explica Francisco Ferreira Pereira, referente de la Asociación Jauarí, instalada en la selva amazónica sobre el río Mojú, a más de trescientos kilómetros de Belém. Él es el encargado de negociar la venta de la materia prima que recolectan: el precio es libre entre las partes y cada comunidad no puede firmar exclusividad con las empresas para venderles sus productos.
El nombre con que se denominó esta metodología de trabajo se llama Cadenas Productivas Sustentables e implica el desarrollo de las organizaciones y liderazgos locales, garantizando la rastreabilidad y la implementación de planes de buenas prácticas productivas. Las compañías se comprometen a ofrecer capacitaciones técnicas y de gestión, y de esta manera, se promueve el agregado de valor local a las comunidades. "Además de adquirir insumos vegetales y distribuir los beneficios mediante el acceso al patrimonio genético y al conocimiento tradicional, invertimos en apoyos e infraestructura, estudios y servicios técnicos, suministro, capacitación, distribución de beneficios y uso de la imagen. La ecuación es beneficiosa para todos", concluye Mauro Costa, gerente de Relacionamiento y Abastecimiento de la Socio-Biodiversidad de Natura, que trabaja con 32 comunidades tradicionales en Brasil.
EL LADO BRASILEÑO
LA NACIONEl Amazonas no solo es el río más caudaloso del mundo. La selva amazónica representa un tercio de las selvas húmedas existentes en los trópicos. De las aproximadamente 60.000 especies de plantas existentes en Brasil, casi la mitad se producen en el bioma amazónico, que contiene del 10% al 20% de las especies vegetales de la Tierra. En Brasil, el bioma se extiende por nueve estados (Amazonas, Acre, Amapá, Roraima, Mato Grosso, Tocantins, Maranhão, Pará y Amapá) en un área de 4,2 millones de kilómetros cuadrados, casi la mitad del territorio nacional, y es habitado por aproximadamente 20 millones de personas. El país tiene cerca del 60% del Amazonas, que también abarca tierras de otros países sudamericanos, como Perú, Venezuela, Colombia y Perú.
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