El 31 de agosto de 1997, hace 25 años, la princesa de Gales, su novio Dodi Al-Fayed y el jefe de seguridad del hotel Ritz murieron en el Puente del Alma, París; sólo sobrevivió Trevor Rees-Jones, el custodio de Diana
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Viajaba adelante, en el asiento del acompañante. Lo sacaron del vehículo inconsciente, con graves lesiones en la cabeza y en el pecho. “Lo salvó el airbag”, concluyeron los investigadores franceses. El cirujano Luc Chikhani tuvo que recurrir a fotos antiguas para reconstruir su rostro. Lo sometió a una maratón de operaciones, en las que utilizó más de 150 piezas de titanio. Sin embargo, 25 años después, Trevor Rees-Jones (54) todavía conserva marcas del fatal accidente en su cara. La última vez que fue fotografiado por la prensa, hace un lustro, manejando su automóvil, se podían ver claramente las cicatrices. Las imágenes fueron publicadas por el diario The Sun.
Fue el único sobreviviente del accidente, aquel trágico lunes 31 de agosto de 1997. Recién despertó del coma diez días después del impacto. Cuando regresó a su hogar, durante un tiempo sólo pudo comunicarse susurrando o por escrito. Padeció “amnesia profunda”: declaró ante el juez Hervé Stéphan que no recordaba absolutamente nada lo que sucedió bajo el puente del Alma. Dijo que sólo tenía algunos recuerdos “bastante vagos” de cuando salió del Hotel Ritz junto a la princesa Diana, el magnate Dodi Al-Fayed y el chofer Henri Paul. En su confusión, aportó dos datos precisos: dijo que un Fiat Uno blanco los perseguía y que Paul “no estaba visiblemente borracho”. Su falta de memoria alimentó las mil teorías conspirativas: “¿Qué calla el guardaespaldas de Al-Fayed?”, se preguntaban los tabloides británicos. Durante un tiempo, muchos abonaron la idea de que la “princesa de corazones” –cuya presencia se había vuelto por demás incómoda para la Familia Real- fue víctima de un atentado pergeñado entre la Casa Windsor y los servicios secretos.
Seis meses después del accidente, Rees-Jones volvió a trabajar para el magnate Muhamed Al-Fayed. El último “suegro” de Diana, que aún vive, tiene 93 años y es dueño del Hotel Ritz de París. Tiene, además, una fortuna que Forbes estima en 2.100 millones de dólares. Su último gran negocio fue la venta de la cadena Harrod’s, por lo que recibió un cheque de 1.800 millones de dólares. Todavía sostiene que su hijo y la princesa de Gales fueron asesinados por el M-19 en el marco de una operación dirigida por Felipe de Edimburgo, el marido de la reina Isabel II.
Si bien fue recibido como un hijo, Trevor Rees-Jones sólo duró unos pocos meses en la organización de Al-Fayed. Dijo que quería seguir adelante, dar vuelta la página, tomar distancia del accidente que lo perseguía “como una sombra maldita”.
Regresó a al pueblo de Oswetry, donde se crió, y volvió a jugar al rugby. “Se lo había prometido a mi cirujano, en Francia”, reconoció luego. Trabajó por algún tiempo en la tienda deportiva de su familia. En el año 2000, cansado de esquivar a los periodistas y del acoso de los paparazzi, decidió contar su versión de la historia. Hubo un hecho en particular que lo empujó a gritar su verdad: Muhamed Al-Fayed dijo, en televisión, que Trevor no había hecho bien su trabajo.
Con la ayuda de una “ghostwritter” (la periodista Moira Johnston) escribió La historia del guardaespaldas: Diana, el accidente y el único sobreviviente. El libro no resultó best-seller, tampoco trajo grandes revelaciones a la causa. Como dijo ante el juez, en las primeras páginas repitió que no recordaba nada de lo que sucedió desde que el grupo salió del hotel. “Soy la única persona que puede decirle a la gente qué pasó… y no puedo recordar”, se lamentó en una entrevista. Pero sí se encargó de desmentir sus propios dichos: tampoco recordaba que un Fiat Uno los siguiese, ni podía afirmar que Henri Paul no estuviese borracho. Entonces, ¿por qué lo declaró ante el juez, entonces? “Fui presionado por el señor Al-Fayed para hacer esas afirmaciones”, contó Trevor. The Daily Telegraph difundió su libro por entregas.
Prácticamente al mismo tiempo, Rees-Jones recuperó su carrera como guardaespaldas. Y comenzó un curioso peregrinar por las regiones más calientes del planeta. Gracias a su formación militar, graduado como paracaidista, fue contratado por Naciones Unidas para trabajar en la custodia del personal civil en Timor Oriental, escenario de constantes enfrentamientos. En 2004, The Observer informó que estaba en Irak trabajando con empresas europeas de telecomunicaciones. Su labor -muy lucrativa por el enorme riesgo que implica- consistía en garantizar la seguridad de los técnicos de esas compañías en plena guerra. Su rastro vuelve a aparecer poco después, otra vez en Irak, como jefe de seguridad de Halliburton, un gigante de los servicios petroleros, siempre en zona de combate.
Trevor Rees-Jones juntó una pequeña fortuna y compró una casa en Oswetry, por la que pagó 600 mil dólares. Hoy vive allí junto a su segunda mujer, una profesora de escuela llamada Ann, y sus dos hijos. Hace cinco años trabaja como jefe de seguridad global de AstraZeneca, la firma detrás de la vacuna contra el covid-19 desarrollada por la universidad de Oxford.
Su perfil de Linkedin no tiene foto. Su descripción detalla: “Jefe en Seguridad Corporativa con un historial demostrado de trabajo en operaciones internacionales. Experto en gestión de seguridad, gestión de crisis, protección ejecutiva, seguridad corporativa y auditorías en seguridad”.
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