Su hijo regresaba mal del colegio y la inseguridad no daba tregua; junto a su familia, la protagonista de esta historia decidió dejar Argentina para vivir en Portugal, un país que desconocían y trajo desafíos inesperados
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Cierto día en un hogar en el centro de Rosario, Lucía González, junto a su marido y sus hijos, inició el doloroso proceso de las despedidas. Habían decidido irse a vivir a Portugal en busca de una preciada paz que carecían en su ciudad. Entre comidas, abrazos, te quieros y llantos, el amor recibido fue tanto, que la mujer miró a su esposo y le preguntó si era acaso correcta la decisión que habían tomado. ¿Serían capaces de dejar tanto amor atrás?
La respuesta llegó a los pocos días, cuando en una nueva despedida en su casa, Lucía salió a hacer unas compras, y en la entrada de su hogar, fue golpeada y asaltada. Lo que más dolió en aquella tarde fue descubrir de la peor manera que no se habían equivocado.
La inseguridad, sin embargo, no era el único motivo. Uno de los hijos de Lucía tenía un diagnóstico de coeficiente intelectual elevado, lo que les había traído inconvenientes desde el jardín de infantes. A Lucía, la llamaban varias veces con quejas, diciéndole, por ejemplo, que deje de enseñarle a su hijo a leer; ella replicaba que no lo hacía, que todo surgía por iniciativa propia del niño, al igual que su pasión por aprender inglés de manera autodidacta: “Él volvía del colegio muy mal”, asegura. “La situación nos traía muchísimos problemas. Nosotros, la familia, la pasamos muy mal. No hay preparación para abordar estos casos. Nos fuimos a Portugal a buscar tranquilidad, tanto en las calles, como en el corazón de nuestros hijos”.
La decisión, ya irrevocable, la habían tomado en pandemia y Portugal había sido el país elegido por su nivel de educación escolar, y las buenas referencias en relación al clima y la seguridad. Fue así que un buen día, inmersa en el dolor por dejar atrás a sus seres queridos, Lucía cruzó el océano con los suyos para volver a empezar en un destino que en los últimos tiempos recibía con los brazos abiertos a numerosas personas del planeta entero.
Un pasado dedicado a apoyar y entender a las mujeres: “No existen mujeres malas, sino mujeres heridas que a menudo viven a la defensiva o en la victimización”
El 24 de diciembre de 2022 abordaron el avión hacia Portugal, un país en el que nunca habían estado. Cruzar el océano sumió a Lucía en pensamientos introspectivos colmados de sentimientos encontrados, que procuraba disimular delante de sus hijos.
Antes de Rosario, había vivido diez años en Santa Fe capital, donde había estudiado Psicología Social y Asesoría de Imagen en una época en la que los asesores no eran tan comunes. A ella le apasionaba trabajar con mujeres, sentía que comprenderlas y ayudarlas requería de herramientas de psicología social, por lo que decidió fusionar sus áreas de conocimiento. Por aquel camino, colaboró solidariamente con mujeres, guiándolas en procesos de cambio y fomentando el amor propio.
“Mi experiencia me enseñó que no existen mujeres malas, sino mujeres heridas. Lo maravilloso es que esta dinámica se repite en todos los ámbitos sociales. Trabajé con mujeres de diversas clases sociales, y aunque sus necesidades particulares eran diferentes, solían vivir desde el miedo, la defensiva o la victimización. Sin embargo, detrás de cada una siempre encontré valentía y calidez, independientemente de su contexto. Todas necesitamos apoyo, sentirnos valoradas, queridas y comprendidas. En la actualidad, en un momento en el que se supone que hay más `comunicación`, las personas necesitan ser más escuchadas y anhelan empatía”, reflexiona.
“Permanecí en esta labor hasta que me convertí en madre de mi primer hijo y, debido al trabajo de mi esposo, nos mudamos a la ciudad de Rosario, donde vivimos durante diez años más hasta que tomamos la decisión de emigrar”.
Garganta cerrada, sentimientos encontrados y la caricia de los impactos positivos: “Mi hijo hoy es otra persona”
Los paisajes, el verde infinito, los conquistó desde un comienzo, así como el clima agradable y sin extremos. Sin embargo, encontrar una casa en Portugal no fue sencillo. Ningún lugar se sentía como un hogar y la frustración llegó pronto. Nada de lo que Lucía veía se parecía a lo que le habían mostrado ni imaginado. Los días transcurrían, su corazón le latía fuerte y se le cerraba la garganta, mientras procuraba ocultar una angustia que por momentos parecía incontrolable. Confiá, se decía, mientras practicaba ejercicios de respiración y a la par se repetía que siempre era mejor el camino de intentar y que no funcione, a preguntarse qué hubiera pasado si…
Finalmente, un buen día la búsqueda llegó a su fin y la tensión acumulada provocó el colapso físico de Lucía: “Sentía que ya no pertenecía a mi lugar de origen ni a mi nuevo hogar, y comencé a reflexionar sobre cómo podría ayudar a más mujeres. Me preguntaba: ¿Y ahora qué?”, cuenta.
Se instalaron en Charneca de Caparica, a cinco minutos del mar y otros cinco de un bosque y pronto quedaron impactados por una tranquilidad que desconocían. La angustia tardó en diluirse, pero fue al tiempo que Lucía descubrió que, aquello que tanto había buscado, estaba ante ella: sus hijos salían solos a hacer los mandados y nadie, ni aquellos que circulaban en autos alta gama, se molestaba en cerrar los vehículos o llevar sus pertenencias: “En los Cabriolet era llamativo ver que dejaban todo ahí, ¡pero a nadie se le ocurre tocar nada!”, afirma Lucía. “Podés andar con tu cartera, con tu celular por la calle, es increíble”, continúa.
A pesar de aquella caricia para el alma, la mujer argentina continuaba con los sentimientos encontrados. En definitiva, había mudado a toda su familia a un país que desconocía por completo. Sin embargo, fue finalmente el nivel educativo, así como el cultural, lo que colaboró a un alivio mayor. Sin importar si se trataba de un empresario o aquel que recoge la basura, o atiende en un local, la familia se sorprendió al comprobar que casi todos les contestaban en inglés si era necesario, o incluso en español.
“Sucede que en los colegios públicos les enseñan inglés desde pequeños y después pueden elegir entre español y francés, por lo que en Portugal hablan de dos a tres idiomas, todos”, explica Lucía. “La educación es excelente, superior a lo que vivimos en Argentina. Se maneja de manera multidisciplinaria. Esto impactó profundamente en mi hijo, que hoy es otra persona. Es respetado, es escuchado y es potenciado. Es un niño muy lector, le gustan mucho los idiomas, compitió y ganó en inglés, estudia francés. Por otro lado, el portugués no fue un inconveniente para mis niños, que ya sabemos que son esponjas”.
Portugueses multilingües, burocracia y tiempos lentos: “En muchas cosas pareciera que viven en 1980″
La educación, el clima y la seguridad habían sido sus pilares fundamentales para elegir Portugal, pero había algo más que hacía atractiva a su nueva tierra: la oferta laboral. Tras la pandemia, cientos de hombres y mujeres pertenecientes a los países más fríos, dejaron su suelo para vivir allí donde el clima se presentaba más ameno y soleado. Esta ola migratoria impactó fuerte en Portugal, lo que provocó una apertura laboral sinigual, ante todo para quien desea emprender.
“Migraron de los países fríos, que son los más ricos, para salir del mal clima y el encierro, pero también por una cuestión de impuestos”, asegura Lucía. “En general, la amabilidad del portugués también es un gran atractivo, y el hecho de que hablan idiomas y están acostumbrados a tratar con extranjeros. Eso sí, son muy literales en todo y por su tono pareciera que te están retando, aunque no es así, es su forma. En contracara a ese tono, son muy pasivos y calmos”.
Para Lucía, los paseos se transformaron en un viaje en el tiempo, entre los paisajes agrestes, los pájaros cantando y la arquitectura antiquísima. Esa misma sensación de estar suspendida en tiempo y espacio, la halló también en la burocracia extrema y en los sueldos, retrasados respecto a otros salarios europeos : “Los sueldos son muy bajos, por eso lo ideal es venir con el proyecto propio, porque ser empleado te deja en una situación de mucha desventaja”, continúa. “Realmente en muchas cosas pareciera que viven en 1980″.
“Algo que me genera incertidumbre, ya que todavía no lo utilizamos realmente, es el sistema de salud, que veo que se maneja muy diferente acá, sin tanto ese estilo de chequeo preventivo de Argentina. Sin embargo, veo que hay tanto adulto mayor con mucha vitalidad, que esto me lleva a pensar que tal vez no me deba preocupar tanto, que la calidad de vida es la clave para la salud, con tanto verde y una actitud tan calma ante la vida”, agrega Lucía, quien a su vez asegura que es imposible ir a un restaurante allí y no comer rico: “En especial por la forma increíble que tienen de preparar el pescado y el arroz”.
Encontrar sentido: “No me equivoqué”
Son muchas las veces en las que Lucía se pregunta qué hubiera pasado si no iba tras la búsqueda de lo que considera que son tres pilares fundamentales en la vida: seguridad, educación y el buen clima. Para ella, dejar Argentina fue un proceso emocional complejo, acompañado por un comienzo en Europa donde las dudas predominaron y la paciencia atravesó pruebas de fuego.
Hoy el corazón de Lucía respira tranquilo. Observa a sus hijos, los ve sonreír y comprende que, si bien no fue un camino sencillo, el objetivo fue alcanzado. Asimismo, halló la forma para fusionar su carrera en su nuevo hogar: “Al comienzo estuve con palpitaciones, emociones intensas, a flor de piel, esperando tener la paz que tengo hoy”, reflexiona.
“Acá estoy ahora, feliz por haberme mudado. Se extraña muchísimo, pero entre la tecnología y el hecho de que acá se consiguen todos los productos argentinos, todo se hace mucho más ameno. Por otro lado, debido a mi naturaleza curiosa y sociable, comencé a hacer amigas aquí, todas argentinas que venían expatriadas de vivir en muchos países. Empecé a notar un punto en común y una necesidad que, creo, a menudo ni nosotras podemos ver: la de comunidad. Todas tenían historias maravillosas, eran valientes y resilientes. Pensé que necesitamos empoderarnos y que la salida es estar juntas. Así se me ocurrió celebrar el Día de la Mujer y crear el primer encuentro de argentinas en Portugal, que se llevará a cabo el 7 de marzo en un restaurante argentino en Lisboa, sin fines políticos ni económicos. Aunque falta más de un mes, cincuenta mujeres ya confirmaron su asistencia, y tengo una lista de espera. Mi apreciación era acertada, y una vez más estoy trabajando desde el amor para unir mujeres, corazones y familias”.
“Tener la certeza de darme cuenta de que no me equivoqué y darme cuenta de que no sé cuánto voy a estar acá, es algo que vale la pena, porque evolucionar y aprender tiene que ver con el cambio, con el desapego, con desprejuiciarse”, concluye.
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Destinos Inesperados es una sección que invita a explorar diversos rincones del planeta para ampliar nuestra mirada sobre las culturas en el mundo. Propone ahondar en los motivos, sentimientos y las emociones de aquellos que deciden elegir un nuevo camino. Si querés compartir tu experiencia viviendo en tierras lejanas podés escribir a destinos.inesperados2019@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.
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