Fahad Siddiqui. “El coliving es un concepto por comprobarse”
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Un emprendedor de pura cepa. Así podría catalogarse a Fahad Siddiqui, que con apenas 30 años tiene en su haber la creación de The Collective, el servicio de residencias estudiantiles que inauguró el concepto de coliving en el mundo (un modelo de vivienda sobre la base de economías compartidas), y que desde hace tres años encontró en Argentina el mercado ideal para continuar expandiendo el negocio, esta vez bajo el nombre de Casa Campus. De padres paquistaníes, nació, creció y estudió en Londres, pero no dejó nunca de prestar atención a la adaptación que su familia hizo a la sociedad inglesa. "Una de las cosas que más me interesan del coliving es entender la dinámica de la gente cuando se muda a una ciudad nueva, y las razones detrás de ese cambio", expresa. Sus estudios de Geografía Humana, una versión más antropológica de esa ciencia, terminaron de completar la atracción, y así el nacimiento de lo que luego sería The Collective se dio en su último año de universidad. Le siguieron cuatro años de crecimiento exponencial, demostrando que realmente habían dado con una necesidad insatisfecha en el mercado, pero tras manejar unas 400 unidades alrededor de la ciudad, decidió vender sus acciones y enfilar para nuevos rumbos.
–¿Por qué elegiste Argentina como tu siguiente destino para probar el concepto de co-living?
–Sabía que quería ir a un país en desarrollo, porque sentía que la calidad de vida en esos países era mejor. En los más desarrollados todos están como locos atrás del dinero, mientras aquí importan más otras cosas. Nunca había venido a Sudamérica, y un amigo que estaba haciendo real estate en Brasil me dijo que Buenos Aires era un buen lugar para replicar lo que había hecho en Londres, porque también había muchos estudiantes extranjeros. Así que lo apunté como mi primera parada, pero nunca más me fui. La oportunidad realmente era enorme y el lugar me encantó. Además, había doble potencial para el negocio, porque en Europa las universidades tienen sus propios campus, y acá no. Mis primeras reuniones no fueron fáciles. Me decían que no era el mejor momento para invertir, pero siempre respondí igual: a menos que haya una guerra civil, esto va a funcionar.
–¿Más allá de las crisis permanentes del país?
–Basta ver cómo se comportaron los negocios de residencias estudiantiles en la recesión global en el Reino Unido y Estados Unidos, demostrando que es la mejor de todas las inversiones posibles. Sin importar cómo esté la economía, va a haber estudiantes y van a requerir casa. Y aunque el coliving aún es un concepto a comprobarse, en el último año cerca de mil millones de dólares se invirtieron en el rubro. La oferta que existe en real estate está bien, pero no está enfocada en lo que esta gente necesita, como flexibilidad y atmósfera de comunidad. Porque cuando alquilás un departamento, estás desconectado. Tenés que ir a otro lado y hacer un esfuerzo para conocer gente. Y de la mano de las redes sociales, ese esfuerzo es cada vez más difícil de hacer en el plano físico.
–¡La gente está cada vez más alienada y ustedes proponen vivir en comunidad!
–Lo que sucede es que la mayoría de la gente quiere que eso pase, solo que no quieren exponerse para que suceda. Entonces en vez de obligarlos a que lo hagan, creamos situaciones en las que naturalmente están ahí y pueden conectarse. Además, interactúan con gente que de otra forma quizás no conocerían. Si estás en un edificio que tiene espacios comunes y motiva las actividades en grupo, puede que un día te anotes en una clase de yoga, o que te cruces con gente en el ascensor y te saluden. Eso no sucede en los edificios comunes, donde en cambio tendés a evitar a tus vecinos. Quizás eso pasa porque la gente vive por largos períodos de tiempo, y aquí nos enfocamos en alquileres temporarios..
–¿Qué tan difícil fue conseguir inversores aquí?
–Fue difícil conseguir inversores extranjeros, dada la imagen que Argentina tiene en el mundo. Pareciera que ustedes tienen ciclos de 10 años, y hasta que eso no termine, creo que seguirá siendo así. Siempre hay gente que apuesta, pero nunca están seguros de que podrán sacar su dinero del país… Cuando llegué no tenía ningún contacto, por lo que recurría a inversores extranjeros, y el feedback era complicado. En ese entonces estaba el gobierno de Cristina Kirchner, lo cual hacía más difícil la ecuación. Todavía hoy lo es, pero no tanto. Con los inversores locales es distinto. La gente de Argentina confía en el real estate mucho más que en el mercado financiero, dada esta volatilidad. Y descubrimos que la misma gente que quería invertir en departamentos no quería perder tiempo ocupándose de ellos, y no había muchos que pudieran proveer una solución. Algunas inmobiliarias lo hacían, pero en Casa Campus tenemos un pool de renta que hace que no importe si ese mes tu departamento está alquilado o no, porque otros lo están. También somos constructores sabiendo lo que queremos ofrecer, así que nuestro producto es de calidad: no queremos paredes de cinco centímetros, y queremos instalar paneles termodinámicos para mantener la eficiencia del edificio. Lo que cambió mis resultados del inicio y logró concretar el plan fue conocer a los socios de Casa Campus, Ramiro Juliá y Juan Mora, argentinos que vivieron a su vez en Londres y Nueva York e hicieron cosas en Wall Street, que entendían el mercado y cómo tener acceso a capitales y a inversores que podían pensar en el largo plazo.
–¿Considerás a Casa Campus una empresa millennial?
–Para nada. Creo que somos una compañía de esta era. Soy técnicamente un millennial, pero no nos definiría así porque nuestro producto es universal. Tenemos gente de todo tipo quedándose con nosotros, porque encuentran el producto atractivo. Y en la compañía tenemos un gran mix, hay personas de 22 y mayores de 50. Tenemos una gran mezcla de conocimiento y experiencia. Hoy tener una compañía solo de millennials es peligroso, me parece vital la combinación de puntos de vista.
–¿Cuáles son sus ambiciones?
–Queremos ser una marca multinacional y tener 40 edificios en los próximos cinco años. Y en estas próximas semanas vamos a tener reuniones en Córdoba, Rosario y Neuquén, porque sabemos que hay interés. Estamos en busca de socios locales para ayudarnos a crear negocios grandes y en buenas locaciones.
–¿Ya estás pensando en el próximo proyecto?
–Esto es un proyecto a largo plazo. El coliving es un producto muy integral, que brinda conexión con muchas comunidades. Dentro de este ecosistema hay tantas oportunidades que puedo probar todo tipo de productos e ideas nuevas, sin necesidad de abrir un nuevo negocio. Hoy mi ambición está dirigida a ayudar a la gente a empezar nuevos emprendimientos, Casa Campus y mi familia.
–Hablando de familia, se casó hace poco. ¿Qué hace ella?
–Es fotógrafa documental. Ella es española, se llama Marta. Desde el principio tuvimos una relación muy "travel friendly": nos conocimos en Londres estudiando, vivió en París en el segundo año de universidad, sus padres viven mitad del tiempo en Dubái y mitad en Londres, y así en promedio pasamos tres o cuatro meses al año separados, que a veces pueden darse como en una semana por mes o un mes entero. Siempre vivimos así y nos funciona. Creo que es también la manera en que muchas relaciones millennial funcionan hoy. Su base está aquí, pero también tiene una compañía instalada en Estados Unidos, así que viaja bastante por trabajo y familia. Ambos vamos y volvemos todo el tiempo. Aquí vivimos con nuestro perro, un pastor alemán llamado Bagheera.
–¿Extrañás Londres?
–Voy seguido a ver familia y amigos, pero la forma de vida es mejor acá. Sobre todo por el sol (ríe).