
Hiperproductivos: ¿búsqueda de eficiencia o adicción laboral?

Lorenzo Márquez (44) se declara un feliz integrante del club de las 5 de la mañana, esa membresía creada por el best seller Robin Sharma que explica cómo levantándose temprano (en realidad, muy, muy temprano) uno puede "impulsar su vida" y aumentar su productividad personal. "Al principio me costó mucho hacerlo, no estaba acostumbrado, es un cambio de paradigma. Pero después enganché y hoy lo hago con placer porque tengo la certeza de que es tiempo que gano para mí", dice Lorenzo, emprendedor y creador de una empresa de tecnología que hace campañas virales vía redes sociales. "A las 9 de la mañana ya hice ejercicio, planifiqué mi día, leí las noticias, desayuné saludablemente y cuando llego a la oficina me enfoco en lo importante: terminar lo que tengo que hacer", dice Lorenzo, que a las 16 termina su día de trabajo y puede dedicarse a lo que más le importa: su familia.
Sin duda la idea de Sharma y demás gurúes de la productividad es atractiva: cómo producir más en menos horas, para disfrutar del tiempo libre. Un concepto de alguna forma contrario al que pregonaban generaciones anteriores, que habían instalado la idea de que el trabajo era el centro de la vida y que pasar más de 10 horas dentro de la oficina entraba dentro de los parámetros de normalidad laboral. El workaholic tan característico de los años 90 era ese espejo en el que no querían reflejarse las nuevas generaciones. Sin embargo, hay quienes empiezan a ver algunos signos preocupantes y se preguntan si en el afán por ser productivos algunos de esos los jóvenes no están pasándose al lado oscuro del sistema: la hiperpoductividad.
Una reciente nota en The New York Times da cuenta del fenómeno en la Gran Manzana: allí plantea que la industria de la informática y de la tecnología habría puesto en marcha esta cultura de fervor laboral al inicio del siglo. "Es un sistema que crea el supuesto de que nuestro único valor como seres humanos es qué tan productivos somos", sostiene Aidan Harper, uno de los promotores de semanas laborales de cuatro días.
En Estados Unidos la obsesión por get things done (terminar el trabajo) es tan grande que las ideas para exprimir y hacer rendir cada gota de tiempo en la oficina (sea física o virtual, en un espacio colaborativo o individual) con la promesa del disfrute posterior prendió fuertemente en los millennials, especialmente en tiempos de emprendedurismo y el trabajo freelance. Basta echar un vistazo a los libros, cursos y apps sobre el tema que se venden como pan caliente entre los sub-40. Y hasta muchos hacen alarde en las redes sociales de cuán productivo resultó ser ese día. "No es suficiente aguantar tu empleo, ni siquiera que te guste. Los trabajadores deben amar lo que hacen y después demostrar ese amor en las redes sociales, con lo que prácticamente fusionan sus identidades con las de sus empleadores. La adicción al trabajo es algo para presumir", critica el artículo.
Hace unos años el filósofo Byung-Chul Han, nacido en Corea pero alemán por adopción, definió este comportamiento social en su libro La sociedad del cansancio. "Lo que existe es una sociedad del rendimiento en la que las cárceles fueron sustituidas por las torres y los gimnasios. Los locos y criminales de la sociedad de control de la que hablaba [Michel] Foucault tienen su contraparte en la producción de depresivos y fracasados –plantea–. El nuevo panóptico son Google y las redes, a los que la gente no solo no se resiste, sino que se entrega con entusiasmo. En vez del "deber" prima el "poder", el yes we can. En el nuevo paradigma, la vieja negatividad –basada en las prohibiciones– es reemplazada por una positividad plana y transparente. Lo que domina hoy es la psicopolítica, en la que no importa tanto el dominio biopolítico de los cuerpos como de la mente: nos sentimos libres, pero en realidad estamos siendo explotados como nunca".
Alejandro Melamed, director de Humanize Consulting y coautor del libro Diseñá tu cambio: estrategias para reinventar tu vida profesional linkea con la idea de Han y agrega: "Detrás de este furor de la productividad hay algo relacionado con la necesidad de cumplir y con la sociedad del cansancio. Pero muchas veces la demanda viene más de adentro que de afuera. Lo que antes era responderle a un jefe o a un superior hoy se está transformando en respondernos a cada uno –sostiene–. Entre los emprendedores y los freelancers, en que vos sos el propio dueño de tu agenda, genera la necesidad de ser ordenado, organizado y sistemático para poder realmente generar valor en cada una de las actividades que hacemos. Pensemos que antes había alguien que te organizaba la agenda, un sistema y una estructura que te iban organizando. Hoy ya no. Es uno el que tiene que generar las estrategias y procesos para ser productivos. En un contexto tan volátil, ser productivo pasa a ser prioritario porque es una manera de responder y corresponder a las múltiples obligaciones".
Florencia Lamas (34) es fotógrafa, productora de contenidos digitales para redes sociales e imparte workshops de comunicación orientados a empresas y emprendedores. Hace poco pasó de la relación de dependencia al universo freelance. Y en ese cambio se dio cuenta de que necesitaba herramientas para organizarse mejor. "Trabajo con planners semanales y mensuales. Tengo algunos días que me dedico a la creación de contenidos para las redes y otros en los que salgo con la cámara y saco fotos. También dejo algunos días para editar y planificar las clases. "A veces me desbordo, tiendo a trabajar de más. Siempre digo que soy mi peor jefa, soy reexigente. Es el mal de los emprendedores. Tendemos a hacer todo porque cuesta un montón decir que no, más en este contexto de crisis –plantea–. Muchas semanas termino sin tiempo libre para mí. La falta de organización hace que se trabaje más y no haya tiempo de descanso".


Florencia sostiene que la obsesión por la productividad está disfrazada de amor por lo que uno hace. "La hiperproductividad está disfrazada de pasión. Es tu pasión y entonces tenés que hacer todo. Y al final terminás esclavo de esa pasión. Todo el tiempo de valor lo ponemos en el trabajo. En pos de hacer lo que te gusta muchas veces terminás sacrificando el descanso, se supone que tenés que estar agradecido porque estas haciendo lo que amás. Dejás un trabajo fijo para estar mejor y terminás estando peor. Para que eso no sea así tenés que estar muy organizado".
En ese sentido, Juan Eduardo Tesone, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) coincide en que muchas veces es la misma persona la que hace propia la necesidad de ser productiva. "La sociedad presiona hacia la hiperproductividad, y la persona puede identificarse con dicha exigencia –plantea–. A veces puede elegir ralentizar el ritmo, otras veces el sistema en el cual está inmerso no se lo permite, con el consiguiente daño a su vida psíquica y también a su cuerpo, que paga un tributo que puede llevarlo a enfermar".
Leandro Barca es emprendedor. Junto con unos amigos creó ÖbyxStore, una web de venta online que permite, con solo tres preguntas, encontrar el regalo adecuado para una persona. Además, Leandro mantiene su actividad en la Agencia Trueno, enfocada en marketing digital para pymes. Aunque no realizó ninguna capacitación formal ligada al aumento de la productividad, cuenta que vio charlas sobre metodologías de trabajo y eficiencia y trata de aplicar las que mejor van con su forma de ser.
"No creo que la productividad sea una obsesión, aunque quizá desde afuera puede verse así. Hay dos grandes factores que mueven al emprendedor: la necesidad de generar ingresos y el disfrute de estar trabajando en un proyecto propio –sostiene–. Cuando tenés un emprendimiento no hay más alternativa que buscar ser lo más productivo posible. Cuando te gusta lo que hacés se genera una adrenalina por el trabajo y el cumplimiento de tus propios objetivos que a veces se vuelve un poco inmanejable. Pero, a diferencia de los workaholics, quien persigue la productividad sabe que el balance entre trabajo, recreación y descanso es fundamental para limpiar la cabeza y ordenar ideas".
Melamed también hace una distinción entre hiperproductivos y workaholics: "El workaholic es una persona que piensa que la única dimensión posible está dada por el trabajo. Todo lo que hace está en función de eso. Es un 24x7. La hiperproductividad, en cambio, tiene que ver con optimizar los tiempos para poder cumplir en los distintos planos. En teoría debería combatir a la adicción al trabajo porque te permite dedicar tiempo, recursos y energías a otros planos de tu vida. Cuando la hiperproductividad es un objetivo en sí mismo, termina chocando contra el verdadero espíritu para el cual fue diseñada".
Lo cierto es que bien aplicada la productividad sigue siendo una herramienta poderosa. Martín Fidani, CEO de Laboratorios ENA (especialistas en productos nutricionales de alto valor como barritas y suplementos dietarios) asegura que en una empresa con un promedio de edad de 35 años la productividad es una búsqueda y valor. Sus oficinas funcionan en Wework, las oficinas colaborativas que sirven de nexo entre emprendedores, freelancers y empresas. "Los empleados nos piden adaptar el trabajo a su vida y no su vida al trabajo. Trabajamos de manera flexible, ellos no cumplen horarios, sino objetivos, y eso les permite estar más enfocados, rendir más. Cuando se trabaja de esa manera no hay tantos momentos de dispersión".
Fidani asegura que la clave para una vida laboral sana es saber cuándo estar al ciento por ciento productivo y cuando desconectarse de forma absoluta: "Muchas veces esos momentos en los que no hacés nada es cuando más productivo sos".