Juan Campodónico: "Concibo la música como una escultura"
Fundador del grupo de tango electrónico Bajofondo junto con Gustavo Santaolalla, presenta hoy su nuevo disco en Niceto Club
El estudio de grabación de Juan Campodónico es una casona remodelada por dentro, a dos cuadras de la Rambla. La madera está por todos lados. Con una cadencia imperturbable explica que es un material cálido para el sonido. El primer proyecto de Campodónico fue una banda, El Peyote Asesino, y luego se dedicó a producir discos. Muchos se grabaron en este estudio. Quienes lo conocen lo definen como un músico generoso con su tiempo.
En el medio conoció al argentino Gustavo Santaolalla. Durante un almuerzo madrileño en 2001 conectaron las ganas de preservar gestos tangueros dentro de una estética más contemporánea y así nació Bajofondo, colectivo musical de ocho miembros. "Soy un jugador de equipo. Como mi papá, que dirigía teatro, mi rol en la música es trabajar con otros talentos y hacer con ellos algo mayor que la individualidad no logra. La suma de talentos da resultados distintos, sobre todo en lo artístico", cuenta entre mates.
En 2011 creó Campo, un proyecto modular del que participan artistas como Luciano Supervielle y con un núcleo creativo de cuatro cabezas (además de él están Martín Rivero, Vero Loza y Boni). Su cuarto disco, Tambor del cosmos, que presenta esta noche en Niceto Club, es un paseo por el guitarreo típico de Jaime Roos, el pop con letras inesperadas, la música popular sudamericana que tanto ama y los sonidos más globales. Dice que su identidad musical viene de su historia: nació en Montevideo pero conoció su país recién a los 15 años, cuando volvió de México tras años de exilio con sus padres y hermana. Confiesa que era todo nuevo y que siempre vio lo uruguayo desde otra perspectiva, un poco desde afuera, contrastando culturas.
-¿A qué edad decidiste ser músico?
-A los 15 ya estudiaba guitarra y sentía cierta reacción por la música. Estudiaba todo el tiempo, ávido de aprender. Cuando terminé el liceo, me cuestioné. Intenté varias cosas. Me inscribí en el conservatorio, me di cuenta de que no era lo mío y abandoné a los cuatro meses. También empecé comunicación. Pero no encontré nada que me motivara en la educación formal. Para la música que me interesaba tenía que ir detectando quiénes tenían ese conocimiento y tener una educación con maestros.
-¿Qué propone tu nuevo disco?
-A diferencia de cosas anteriores, es un disco muy cancionero. La música de hoy en día está diseñada para que te guste de primera, como objeto de consumo inmediato. La primera vez ya la entendiste, la segunda vez te gusta menos. Este es un disco de canciones y formato pop pero con poesía y profundidad, se mete con cosas que no son propias del pop. Me gusta llevar la cultura popular a otro nivel. No tiene que decir tonterías.
-¿Nunca pensaste en ser solista?
-Me suena raro. Me considero más un compositor, un productor, y canto un par de canciones. Concibo las canciones y la música como una escultura: un objeto externo desligado de mi personalidad. Hay artistas de música cuya obra son ellos, como Georges Brassens. La obra es él hablando de su visión del mundo, su interpretación, su personalidad.
-El primer tema está cantado por Gustavo Santaolalla. ¿Qué representa él en tu vida?
-Es un referente. Cuando yo empezaba, Gustavo ya tenía una carrera hecha. Marcó una época y una manera: hizo sus discos de rock psicodélico, trabajó con muchas bandas, se metió en música para cine, y después llegó Bajofondo.
-¿Contento con el disco o sos de los perfeccionistas que nunca están satisfechos?
-Mientras no lo muestro a todo el mundo, soy de los perfeccionistas escuchando hasta el último detalle. Cuando lo empiezan a escuchar los demás, que es este momento, se vuelve otra cosa. Es misterioso pero me empieza a sonar diferente. La música se termina de formar cuando se percibe desde afuera. Y me gustan los lanzamientos: es contarle al mundo lo que estuve haciendo el año pasado.
-¿Qué es Buenos Aires, en términos musicales?
-Siempre sentí una gran influencia de la música argentina y brasileña. Al ser un país pequeño, Uruguay tiene estilo propio pero también observa y está en relación con los dos gigantes que tiene al lado. Eso no pasa al revés: Argentina no mira lo que pasa en Brasil porque son países grandes, proteccionistas, con mucho dentro y que no buscan influencia de afuera.
-¿La escala uruguaya puede convertirse en un límite musical?
-Desde que empecé siempre traté de llevar los proyectos musicales más allá del país, quizás por haber vivido afuera. Puede ser un límite por no estar conectado con una ciudad más grande, pero hoy en el mundo virtual se pueden hacer las conexiones que uno quiera. Depende de uno y no del lugar en que se esté. Me gusta Montevideo. Igual, viviría perfectamente en otros lugares.
-¿Dónde?
-En Los Angeles, porque me gusta el lugar, mitad México, mitad Estados Unidos, con muchos estudios de grabación y mucha cultura referida a temas que me interesan. O también en Ciudad de México, me encanta esa cultura y la comida. Ahora, del Río de la Plata, me quedo en Montevideo. Buenos Aires me encanta pero la siento a una velocidad y una tensión que busco en ciertos momentos de mi vida pero no para todo el tiempo. Me gusta la escala uruguaya. Creo que la idea de progreso no es más gente y mayor consumo, sino más bien que funcione mejor con esta cantidad.
-¿Cuáles son los aspectos positivos y los negativos de Internet para la música?
-Un montón de cosas buenísimas a nivel del hazlo tú mismo. Cualquier persona que quiere hacer algo, produce un disco con una laptop y un software, y distribuye desde el mismo aparato. Esa parte es increíble. Pero los formatos de audio digital comprimido, generadores de la tecnología MP3, deterioraron mucho el sonido. Abrió el acceso a todos pero en una calidad pobre. Eso se fue revirtiendo y hay promesas de grandes compañías de transmitir audio alta resolución en streaming, aunque por ahora la calidad es bastante más baja que la del vinilo, incluso del CD.
-¿Qué gran revelación descubriste a lo largo de estos años?
-Hay una primera etapa de la vida en la que tenés que construir quien vas a ser. Sos joven y todo es cuesta arriba. Y después hay un momento en el que querés reencontrarte con quien eras. Ya sos alguien, el tiempo ya pasó, y te preguntás quién eras. Creo que estoy en esa búsqueda. No sé si se llega a saber quién es uno. Se busca, y el camino a mí me encanta.
El mate como compañero
Como todo uruguayo, la elección de su bebida preferida puede pendular entre muchas, pero hay una que resulta ineludible: el mate. En su concepción, esta bebida trasciende la idea de una costumbre muy arraigada sino que es de disfrute e incluso resulta equivalente con otras infusiones de moda. "Tomo mucho mate, es una gran bebida y para mí es como el té verde de nuestros lados", dice.
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