La era de la materialización de las ideas
Sin bajarse de la cresta de la ola del software, el mundo está yendo casi sin pausa hacia la revolución de lo real. Se está hablando mucho de la nueva era: la de la materialización de ideas.
Sucede que la cultura colaborativa comenzó a abarcar al diseño de la mano de la democratización de la tecnología. Y cuestiones como el avance de las máquinas de control numérico, hasta la aparición del hardware de código abierto dieron pie al llamado movimiento maker.
Los makers son un negocio que hace unos años no existía como tal. Entre otras cosas, abrieron el juego a iniciativas privadas y públicas que proponen brindar a esta comunidad experiencias de realización de productos en espacios dotados de una maquinaria de diseño industrial.
Potencialmente, cualquier persona puede entrar a estos espacios bajo un esquema de membresía, al mejor estilo gimnasio. Sin embargo, no es todo color de rosas... Aunque conceptualmente el laboratorio abierto y accesible para todos suena perfecto, lo cierto es que estas iniciativas bajan la barrera de acceso y no democratizan la fabricación: están lejos de estar al alcance de todos. No cualquiera está preparado para trabajar en un taller y, mucho menos, para operar equipos de corte como sierras o tornos.
Desde el punto de vista del desarrollo social, dentro de las iniciativas que se observan a nivel mundial, pocas trascienden las máquinas. Dar accesibilidad a equipamiento y conocimiento es sólo la punta del iceberg si queremos que este movimiento tenga éxito. Las plataformas facilitan el prototipado, pero, para que los productos sean reales, hay que pensar más allá de la idea en torno al objeto físico. El público objetivo, el mercado disponible, las posibilidades de producción y distribución masiva son algunas de las cuestiones que aún faltan resolver.
A nivel local, Buenos Aires intenta montarse sobre esta tendencia. Existen iniciativas en distintos estados de desarrollo, todas con alta probabilidad de éxito, según viene demostrando el mercado. Sin embargo, todavía hay algunas deficiencias desde el punto de vista normativo que tornan incomprensibles problemas como las habilitaciones y los seguros.
En conclusión, es indiscutible que el movimiento maker viene creciendo y consolidándose de manera exponencial. Tiene un gran potencial económico y, eventualmente, puede generar un impacto real a nivel mundial si se consolidan los ecosistemas que no sólo permitan pasar de una idea etérea a una física, sino también de una idea física a un producto que pueda ser vendido en el mercado.
Alejandro Repetto
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