La primera vez que se vieron apenas se hablaron, pero un hecho mundano hizo que se reencontraran y se enamoraran; la vida, sin embargo, los desafió a atravesar la experiencia más dolorosa.
Cierta vez, hace muchos años, Fabricio llegó a la casa de Eugenia para instalarle el aire acondicionado. Aquella primera vez apenas hablaron. Eugenia estaba en pareja hacía dos años y se encontraba concentrada estudiando para un final. Fabricio, por su parte, había llegado acompañado por su novia, que oficiaba de asistente. Cuando el trabajo estuvo concluido se saludaron brevemente y desapareció de su vida.
El aire, el reencuentro, un nuevo escenario y una traba para el amor
En un día de calor agobiante de febrero de 2013 el aire falló. Eugenia rastreó el contacto de aquel técnico en refrigeración de antaño para solicitarle ayuda. Era conocido de una familia amiga, por lo que le generaba confianza, no le gustaba la idea de introducir desconocidos en su casa.
Los años habían pasado y el escenario había cambiado por completo: ella ya no estaba en pareja y Fabricio - ahora también soltero - había llegado junto a su hermano, Giovanni: “Nos pusimos a hablar con bastante fluidez y me contó que se iba a Brasil con amigos. ¡Yo me iba también!, pero sola. Esto profundizó la charla y conversamos acerca del destino elegido (alejados el uno del otro) y de nuestras expectativas de viaje”, recuerda Eugenia con una gran sonrisa.
Con absoluta naturalidad, Fabricio le dijo que cuando volvieran la invitaría a tomar una cerveza. Eugenia rio por dentro: “No creo que suceda”, pensó, ya sabía que él era siete años menor: “Pero cuando terminó me ofreció llevarme en el auto hasta mi oficina ya que yo estaba mal de un tobillo. Ese gesto me hizo dar cuenta de lo caballero y compañero que era. Me había gustado, pero me hacía mucho ruido la diferencia de edad. Nos despedimos y quedamos en hablarnos”.
De hacerse la “reina” a soltar todos los prejuicios y apostar por el amor
Las vacaciones llegaron y volaron, Eugenia regresó renovada y algo extrañada: tenía a Fabricio en sus pensamientos. Sin embargo, en algún que otro intercambio de mensajes, ella decidió poner un manto frío: “Me hice la reina y nunca más le hablé”.
Los meses pasaron, pero Fabricio parecía no querer diluirse en el olvido. Las amigas de Eugenia le decían que lo llamara para salir, ¿qué podés perder?, insistían y, finalmente, la convencieron: “Tenían razón, aparte ya me había ido mal con parejas de mi edad”. Fueron a Palermo a tomar algo, él le abrió la puerta del auto, ella pensó “no voy a dejar escapar a un hombre así”, y no se separaron nunca más. “No te preocupes por la diferencia de edad”, le dijo su madre. “Y tu padre no te va a decir nada. Su primera mujer le llevaba diez años”, agregó. Con el apoyo familiar, a Eugenia nada la detuvo. A los seis meses Fabricio le propuso casamiento y al año y medio tuvieron una boda soñada.
La prueba más dura para el amor: “Dolió y duele, pero hay que perdonarse”
A los pocos meses Eugenia quedó embarazada de Isabella, que nació el 2 de marzo de 2016. El amor se sintió más pleno que nunca y su felicidad desbordaba. Al poco tiempo, decidieron buscar un hermanito, que llegó para multiplicar el amor el 18 de mayo de 2018. Creían tocar el cielo con las manos, pero la perfección duró tan solo tres meses.
Un día Isa se descompuso, tuvo fiebre y luego llegaron las convulsiones. En apenas tres días, el mundo de Fabricio y Eugenia colapsó. En la madrugada del 2 de septiembre, su adorada hijita los dejó. Todo a su alrededor parecía irreal, En las últimas horas Eugenia había sido capaz de divisar los tantos rostros de familiares y amigos copando los pasillos del hospital y su casa, para turnarse en el cuidado de Feli, apenas un bebé. ¿Qué estaba pasando? Parecía imposible volver a vivir: “Hoy me doy cuenta de la inmensidad del amor recibido, no podríamos haber sobrevivido sin nuestros amigos, sin nuestra familia”, cuenta Eugenia conmovida.
“Desde el minuto cero nos tendieron una red de amor y contención que nos permitió seguir adelante. Pero creo que el amor que nos tenemos y que nos dejó nuestra hija y que nos siguió dando nuestro querido Felipe, nos hizo decidir que teníamos que seguir adelante... por nosotros, por Felipe y por Isabella, quien no hubiera querido que tuviéramos una vida triste y gris por su partida”, continúa. “Dolió mucho, duele mucho... pero tenemos también muchas cosas y proyectos por los que seguir adelante”, reflexiona.
Hoy, luego de un túnel oscuro del que parecía imposible salir, Eugenia también dimensiona hasta qué punto una tragedia desafía a la pareja y le agradece a la vida haberle tendido el camino hacia su gran amor.
“Creo que siempre hay que perseverar, perdonarse a uno mismo, tenerse paciencia, tenerle paciencia al otro y avanzar... planear todos los días cosas, siempre tener un proyecto en pareja, ya sea grande o chico. Con Fabricio vivimos proyectando: estamos reciclando un departamento y nuestro deseo más grande es tener otro hijo. No dejar de soñar y trabajar por nuestros deseos nos ayuda a avanzar”, continúa Eugenia, quien también agradece profundamente el apoyo incondicional del grupo Renacer de la iglesia de Loreto, guiado por Emma y Ana, así como el de todos sus integrantes, que los guiaron a través del mar de tristeza y la oscuridad del dolor.
“El volver a vivir después de la muerte de un hijo es un camino arduo y sinuoso, lleno de altos y bajos, de alegrías y muchas tristezas... es decisión de uno querer aprender a vivir y a convivir con ese dolor. Y es hermoso decidir vivir, y vivir bien, rodeada de amor. Con Fabricio intentamos cada día sonreír un poco más y nos amamos como el primer día”.
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