Margaret Atwood y el feminismo en la era Trump
La escritora canadiense creó un mundo donde las mujeres no tienen derechos: sólo deben procrear. La serie El cuento de la criada, que esta noche compite por 11 premios Emmy, es ahora una bandera contra el machismo y la misoginia
Tras las recientes elecciones en los Estados Unidos, proliferan los miedos y las ansiedades. Se da la percepción de que las libertades civiles básicas están en peligro, junto con muchos de los derechos conquistados por las mujeres a lo largo de las últimas décadas, así como en los siglos pasados”, escribió la canadiense Margaret Atwood [Ottawa, 1939] en el prólogo de la nueva edición de su novela El cuento de la criada (Salamandra), aquel relato que vio la luz en 1985 y que devino suceso editorial por el interés que despertó la serie homónima (The Handmaid's Tale, en inglés) que esta noche competirá por los premios Emmy con 11 nominaciones, incluida Mejor serie dramática y Mejor actriz, Elisabeth Moss, la recordada Peggy de Mad Men.
La historia se desarrolla en un futuro próximo en EE.UU. Amparándose en la coartada del terrorismo islámico, unos políticos teócratas se hacen con el poder y, como primera medida, suprimen la libertad de prensa y los derechos de las mujeres. Se instaura un régimen patriarcal basado en estrictos valores puritanos en la zona de Nueva Inglaterra, que pasa a ser conocida como la República de Gilead. En esa nueva sociedad, la mayor parte de los valores modernos quedan olvidados. La mujer, tras la plaga de infertilidad, pasa a un segundo plano, siendo única y exclusivamente un envase para fecundar. El cuerpo de Defred [lleva ese nombre porque es propiedad del comandante Fred Waterford], la protagonista, sólo sirve para procrear. Si ella se rebela, sólo le espera la muerte en ejecución pública o el destierro a unas colonias en las que sucumbirá a la polución de los residuos tóxicos.
No es casual que tras la elección de Trump, obras distópicas hayan trepado a la lista de los libros más vendidos. Clásicos como 1984, de George Orwell; Un mundo feliz, de Aldous Huxley; Eso no puede pasar aquí, de Sinclair Lewis; Farenheit 451, de Ray Bradbury, e incluso el texto Los orígenes del totalitarismo de la filósofa Hannah Arendt, que analiza el nazismo y el estalinismo, integran los títulos más buscados, algunos de ellos debieron ser reeditados. ¿La razón? El temor latente a no saber lo que va a pasar. El fenómeno de El cuento de la criada se enmarca en ese contexto, para muchos oscuro y asfixiante.
Atwood, que es también productora de la serie y se animó a hacer un cameo en el primer capítulo, abofetea a la mismísima protagonista. “El siglo XX acabó con las utopías. Perdimos la fe en ellas. Hitler, Stalin, Mao, Pol Pot, Mussolini... Todos llegaron diciendo que iban a hacer las cosas mucho mejor, pero primero tenían que... Siempre hay un primero tenemos que, y suele implicar matar a mucha gente. Nunca llegás a la parte buena”, reconoció en una entrevista publicada en La Nación en marzo de este año.
En el futuro que plantea la escritora, la sociedad vuelve a un mundo primitivo, arcaico. “Si iba a crear un jardín imaginario, quería que los sapos que vivieran en él fuesen reales. Una de mis normas consistía en no incluir en el libro ningún hecho que no hubiera ocurrido ya en lo que James Joyce llamaba la «pesadilla» de la historia ni usaría un aparato tecnológico que no estuviera disponible actualmente. Nada de cachivaches imaginarios, ni leyes imaginarias, ni atrocidades imaginarias. Dios está en los detalles, dicen. El diablo, también”, escribe Atwood en el prólogo.
Inspirada en el relato bíblico de Jacob, y también en Los cuentos de Canterbury, de Geoffrey Chaucer, El cuento de la criada se nutrió de muchas facetas distintas: ejecuciones grupales, leyes suntuarias, quema de libros, el programa Lebensborn de los nazis, el robo de niños durante la última dictadura en la Argentina, la historia de la esclavitud y de la poligamia en los Estados Unidos.
Y viendo Raquel que no daba a Jacob, tuvo envidia de su hermana, y dijo a Jacob: Dame hijos, o me moriré.
Y Jacob se enojó con Raquel. Y ella dijo: He aquí mi sierva Bilhá; únete a ella y parirá sobre mis rodillas, y yo también tendré hijos de ella. Genésis, 30: 1-3
Tanto en la novela, como en la serie, Defred debe tener sexo con el Comandante (interpretado por Joseph Fiennes) mientras la esposa participa del rito de apareamiento sosteniendo la cabeza de la criada entre sus piernas, ante la frustración de ser estéril. Una violación camuflada en una ceremonia.
¿La novela es una predicción? “Es la tercera pregunta que suelen hacerme –confiesa Atwood–, cada vez más a menudo, a medida que ciertas fuerzas de la sociedad norteamericana se hacen con el poder y aprueban decretos que incorporan lo que siempre habían dicho que querían hacer, incluso en 1984, cuando yo empezaba a escribir la novela. No, no es una predicción porque predecir el futuro, en realidad, no es posible: hay demasiadas variables y posibilidades imprevisibles. Digamos que es una antipredicción: si este futuro se puede describir de manera detallada, tal vez no llegue a ocurrir. Pero tampoco podemos confiar demasiado en esa idea bien intencionada.”
El mayor temor que genera la novela, y que se potenció con el éxito de la serie, es su posible realidad, esa tangible pesadilla sexista latente en el mundo, como muchos se animaron a bautizarla. Pensemos que el fenómeno del que hoy hablamos no tuvo eco cuando Volker Schlöndorff dirigió, en 1990, la versión en cine que se conoció en la Argentina como Entre la furia y el éxtasis, con guión de Harold Pinter y protagonizada por Natasha Richardson, Faye Dunaway y Robert Duvall.
En la república de Gilead, sus habitantes sienten que fueron castigados por Dios con una plaga de infertilidad. Ahora están estos hombres poderosos, seguidores de la palabra bíblica que, ante la amenaza de extinción, reclutaron a mujeres fértiles sobrevivientes para convertirlas en vientres al servicio del sostenimiento de su poder. “No es una fantasía –confesó la autora y también productora de la serie al medio estadounidense The Atlantic–. La historia se nutre de premisas defendidas por las comunidades puritanas que se afincaron en los Estados Unidos en el siglo XVII, de sucesos que hoy acontecen a las mujeres en zonas de Medio Oriente, y de las disputas que existen en torno a la legalización del aborto y a la potestad de la mujer sobre su cuerpo.”
La misoginia de Donald Trump, muy marcada desde su campaña electoral, hizo que las voces de las mujeres se alzaran en las principales ciudades de los Estados Unidos en señal de alerta, ante las políticas represivas y el despertar de fundamentalismos morales y religiosos. Si eres mujer, el infierno está en la tierra, en la República de Gilead. Cuando la plataforma de contenidos Hulu [donde se estrenó la serie, aún sin fecha en la Argentina] subió el primer tráiler del programa, los seguidores de Trump lo interpretaron como un ataque a su administración. Las feministas encontraron en la novela y por sobre todo, en la visibilidad de la serie en el mundo, una bandera para denunciar las constantes injusticias. En los últimos meses el uniforme rojo de las criadas que describe Atwood, en contraste con el azul de las respetables esposas, se convirtió en un símbolo de protesta.
“Salvo la toca que rodea mi cara, todo es rojo, del color de la sangre, que es el que nos define […] La toca blanca también es de uso obligatorio; su misión es impedir que veamos, así como que nos vean […]. Hemos aprendido a ver el mundo en fragmentos”, describe Defred. El rojo es hoy el color que las mujeres lucen para alzar su voz. El rojo, en la novela, indica que son mujeres fértiles asociando el color a la sangre menstrual. A fines de junio, en Washington, mujeres vestidas como las doncellas de Atwood protestaron frente al Capitolio mientras el Senado estadounidense debatía una reforma sanitaria. Anteriormente, en marzo, un grupo de activistas irrumpió en la cámara del Senado de Texas para protestar contra una ley que dificultaría el aborto en el estado y el derecho. Otras mujeres, también vestidas de rojo, hicieron sentir su presencia al vicepresidente estadounidense, Mike Pence, cuando se dirigía a dar un discurso para Focus on the Family, una organización cristiana dedicada a promover valores. Emma Watson, por su parte, una joven y activa voz en los derechos de las mujeres, escondió en distintos lugares de París cien copias del libro de la autora que, en 2008, recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Letras por su “compromiso con la defensa de la dignidad de las mujeres”.
¿El cuento de la criada es una novela feminista? “Si eso quiere decir un tratado ideológico en el que todas las mujeres son ángeles y/o están victimizadas en tal medida que han perdido la capacidad de elegir moralmente, no. Si quiere decir una novela en la que las mujeres son seres humanos –con toda la variedad de personalidades y comportamientos que eso implica– y además son interesantes e importantes y lo que les ocurre es crucial para el asunto, la estructura y la trama del libro... Entonces, sí. En ese sentido, muchos libros son feministas –responde la autora en la reedición de su obra–. ¿Por qué son interesantes e importantes? Porque en la vida real las mujeres son interesantes e importantes. No son un subproducto de la naturaleza, no representan un papel secundario en el destino de la humanidad, y eso lo han sabido todas las sociedades. Sin mujeres capaces de dar a luz, la población humana se extinguiría. Por eso las violaciones masivas y el asesinato de mujeres, chicas y niñas ha sido una característica común de las guerras genocidas, o de cualquier acción destinada a someter y explotar a una población. Mata a sus hijos y pon en su lugar a los tuyos, como hacen los gatos; obliga a las mujeres a tener hijos que luego no pueden permitirse criar, o hijos que luego les robarás para tus intereses personales; niños robados, un motivo cuyo uso generalizado se remonta a tiempos lejanos. El control de las mujeres y sus descendientes ha sido la piedra de toque de todo régimen represivo de este planeta.”
En el Festival de Tribeca, Elisabeth Moss declaró a Variety que “El cuento de la criada no es una historia feminista. Es una historia humana, porque los derechos de las mujeres son derechos humanos. Nunca tuve la intención de interpretar a Peggy [su inolvidable personaje en Mad Men] ni a Defred como a una feminista.”
PERSONAJES FUERTES
Fiel a la Iglesia de la Cienciología, Moss intentará quedarse esta noche con el Emmy a la mejor actuación, tras haberse ido con las manos vacías en siete ocasiones, y así romper también con los supuestos prejuicios relacionados con la Cienciología. “La libertad religiosa, la tolerancia y entender la verdad e igualdad de derechos para cada raza, religión y credo es algo extremadamente importante para mí. Quizás, lo más importante. Por eso Gilead [el nombre de la sociedad distópica] y El cuento de la criada me tocaron a un nivel personal”, respondió la actriz y productora de la serie por Instagram ante la acusación de pertenecer a una doctrina hermética e inflexible. “Soy una firme defensora de los derechos de las mujeres”, asegura Moss, quien encontró el reconocimiento de la crítica y del público en personajes fuertes que podrían enmarcarse en modelos feministas: la hija del presidente en The West Wing; Peggy Olson, en Mad Men; la detective en la serie creada por Jane Campion, Top of the Lake, y ahora la protagonistas de El cuento..., cuyo éxito, tal como ocurrió con Game of Thrones, irá más allá del libro, ya que habrá una segunda temporada que supervisará Atwood, pero será escrita por otros guionistas.
La serie abraza el espíritu feminista al contar con cuatro directoras y un solo director en la realización. La propia Moss explicó esta apuesta a The New York Times: “Es importantísimo contratar a mujeres detrás de la cámara. Hay un gran desequilibrio que debe ser corregido, tenemos que materializar con hechos y dinero nuestras palabras y dar ejemplo como productoras. Si no lo hacemos nosotras, ¿quién lo hará?”
El próximo 15 de octubre, Atwood será premiada por los libreros de la capital alemana por su clarividencia para detectar las corrientes y evoluciones peligrosas que se dan en la sociedad actual. El 3 de noviembre, Netflix estrenará Alias Grace, una miniserie de seis capítulos inspirada en otra de las novelas de la autora canadiense, esta vez centrada en una joven criada irlandesa, que es acusada de homicidio en Canadá. La autora parte de un hecho real para internarse en los lugares más recónditos de la mente y trazar un vívido cuadro de la sociedad decimonónica, sus contradicciones y sus complejidades.
“Lo normal, dice Tía Lydia [en la piel de Ann Dowd, nominada como actriz de reparto], es aquello a lo que te acostumbras. Tal vez ahora os parezca anormal, pero al cabo de un tiempo os acostumbraréis. Y se convertirá en algo normal”.
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