Masako de Japón: la historia de "la princesa triste" que es íntima de la reina Máxima de Holanda
La depresión es una enfermedad de la voluntad. La voluntad está dominada por la tristeza. Puede ser hereditaria o provocada por factores externos. Este segundo caso es el que desde 2003 sufre la ahora emperatriz de Japón, Masako, la reina universitaria amiga íntima de Máxima. La renuncia a su promisoria carrera profesional, el estricto protocolo del imperio nipón y la presión sobre una descendencia masculina que nunca llegó provocaron que aquella mujer tan fuerte en las apariencias cayera en un profundo cuadro de depresión que hasta hace unos pocos años la mantuvo recluida en su palacio faltando incluso a sus deberes como reina.
Al ser hija del viceministro de Asuntos Exteriores japonés, la joven Masako Owada estudió en las universidades de Cambridge, Oxford y Harvard, donde se especializó en economía. En 1986, cuando se cruzó por primera vez con el príncipe Naruhito, en la embajada de España en Tokio en un encuentro organizado por la Infanta Elena en ocasión de su visita a las tierras niponas, Masako ya formaba parte del cuerpo diplomático y la entusiasmaba un futuro en las altas esferas del poder.
Todo cambió al cruzarse con el heredero de la corona, el hijo del rey Akihito. Después de conocerse, salieron varias veces y se enamoraron, pero la corte rechazó por completo el perfil de Masako dado que ella no sólo era una plebeya sino que no era virgen y había recibido gran parte de su educación fuera del país. A pesar de que intentaron continuar con la relación, el acoso mediático fue tal que Masako terminó yéndose a Oxford y rechazó en varias ocasiones al enamorado Naruhito. Cuando regresó a Japón en 1990, el príncipe lo volvió a intentar y al final la convenció.
La hija no esperada
Se casaron en julio de 1993. Masako destaca en los viajes oficiales debido a su conocimiento de idiomas: habla ruso, francés, inglés y alemán. Los asistentes del príncipe decidieron suspender los compromisos de ella debido al temor de que destacara más que él. Fue como si todos se hubieran puesto de acuerdo con el hecho de que el único deber que tenía la princesa era engendrar un hijo varón que fuera el 127 emperador de la monarquía más antigua del mundo.
Masako queda embarazada en 1999 pero sufre un aborto. Al fin, en diciembre de 2001, ocho años después de la boda, nació la princesa Aiko que fue una inmensa felicidad solo para sus padres porque en Japón los únicos que pueden ser emperadores son los varones.
Ahí fue cuando Masako no pudo más. Su carrera frustrada de diplomática, la suspensión de los compromisos en el exterior con el objetivo de eclipsarla, la presión por tener un hijo varón que no pudo cumplir y la ausencia de apoyo de todas las mujeres de la familia –universitarias como ella-, hundieron a la princesa en una profunda depresión.
Una década de depresión
Si bien Naruhito siempre la acompañó, Masako se recluyó en su palacio y sólo lo abandonó por unos días para acompañar a su amiga Máxima en su entronización en 2013. Fueron más de diez años de silencio y retiro. Muchos dicen que el vínculo de la argentina con la japonesa la ayudó mucho a estar mejor.
A partir de ese momento, las apariciones públicas de Masako han sido cada vez más frecuentes aunque siempre en medio de un clima de convalecencia. El hecho de que el hermano de Nahurito, el príncipe Akishino, haya pasado a ser considerado el heredero y, sobre todo, que haya sido padre de un varón, Hisahito, han liberado a Masako que ya no tiene que cargar con esa responsabilidad. Seguramente, la variable sea parte de su recuperación.
En 2019, fue nombrada emperatriz consorte, tras la abdicación del emperador Akihito, en una polémica ceremonia donde la hija del matrimonio no pudo estar presente debido a que es menor de edad.
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