"Querida madre: no sé cuándo podrás leer esta carta. Si lo haces, quiero decir que algo sucedió en la sierra y que ya no podré saludarte y abrazarte como siempre. Si supieras cuánto te amo. Si supieras que ahora que me dispongo a salir de Cuba para entrar en mi Patria y abrir un frente guerrillero pienso más que nunca en ti, en mi padre, en mis hermanos tan queridos. Voy a la guerra por la alegría, por mi Patria, por el amor que te tengo, por todo, en fin. No me guardes rencor si algo me pasa. Yo hubiera querido vivir para agradecerte lo que has hecho por mí, pero no podría vivir sin servir a mi pueblo, eso tú bien lo sabes. Me criaste honrado y justo, amante de la verdad, de la justicia. Porque sé que mi Patria cambiará, sé que tú también te hallarás dichosa y feliz en compañía de mi padre amado y mis hermanos. Y que mi vacío se llenará pronto con la alegría y esperanza de la Patria. Te beso, tu hijo. Habana, Cuba, Noviembre, 1962".
Con esta sentida misiva se despidió el poeta y guerrillero peruano Javier Heraud (1942-1963, hijo de Jorge Heraud Cricet y Victoria Pérez Tellería, el tercero de seis hermanos) de su madre para siempre. La redactó cuando fue mutando de la poesía a la guerrilla y advirtió que en su vida debía dejar un poco de lado la pluma para darle espacio al fúsil. Se la hizo llegar a la esposa de un amigo con la siguiente recomendación: "Esto lo guardas y, si muero, cuando vayas a Lima se lo entregas a mi madre".
Lo había atrapado definitivamente el sentimiento de lucha por liberar a su Patria, su admiración por la revolución cubana, por Fidel Castro, por Ernesto Che Guevara, a quienes conoció en el terreno, mientras soñaba con un Perú libre de la opresión militar. Dejó todo para cumplir ese objetivo: su familia, su brillante y premonitoria poesía, su gran amor…
La única precaución que tomó fue redactar esa carta para despedirse si algo ocurría. Y ocurrió. Fue a los 21 años, mientras intentaba huir de balas policiales la noche del 15 de mayo de 1963 junto a su compañero de lucha, Alaín Elías, en una embarcación que navegaba el río Madre de Dios en Puerto Maldonado (sureste del Perú). 19 feroces impactos terminaron con su vida.
Entre amores y pasiones
Heraud publica en 1960 sus primeros poemarios, El Río y El Viaje, y comparte el primer premio en el concurso "El poeta joven del Perú" con César Calvo. Ese año, siempre preocupado y comprometido con los problemas sociales de su país, comienza a estudiar Derecho. Ya en el 61, forma parte del Movimiento Social Progresista (MSP) y participa en la manifestación de repudio por la visita del vicepresidente Nixon al Perú. En julio viaja a Moscú en Rusia, luego a China, Francia (donde se reúne con Mario Vargas Llosa) y España. Obtiene una beca para estudiar cine y se va a Cuba, junto con comunistas chilenos y conoce nada menos que a Fidel Castro y al Che.
Heraud además de amar la poesía y la revolución cubana, estaba enamorado de una joven que resultaría clave en el devenir de su vida: Adelita Tarnawiecki. Se dice que ella lo dejó cuando él decidió partir a la Unión Soviética. Pero, según quienes conocen muy bien la historia de la pasión entre ambos, parece que fue Adela quien lo abandonó. Pero no porque él fuera a concretar el viaje. Y eso precipitó a Javier para dejar el Perú con el corazón roto. Entonces vislumbró en la beca que había obtenido para estudiar cine en La Habana una manera de salir de su tierra y empezar a tratar de olvidar…
Adelita, quien hoy vive junto a su esposo en Denia, ciudad portuaria bañada por el Mediterráneo en España, mantiene un feliz recuerdo de Javier y aún atesora poemas que él le escribió con apasionadísimas dedicatorias. "Aquí quedó sepultada un año entero de mi vida. 24 poemas, dedicados todos ellos a ti". Javier Heraud. 15/1/1959. Otra reza: "Para Adelita, mi único, mi antiguo, mi eterno amor. Javier. Ejemplar Nº 1 de El Río".
"Javier dio todo lo que podía dar por el Perú. Hubiese sido muy importante para su Patria no un Javier muerto, sino un Javier vivo", dice Tarnawiecki con profunda emoción en el documental "El viaje de Javier Heraud" (del director Javier Corcuera, en el que Cecilia, la hermana de Heraud, y Ariarca, su sobrina nieta, son protagonistas).
En 1963 Heraud regresa a su país para librar batalla contra la junta militar que lideraban Ricardo Pérez Godoy y Nicolás Lindley López -que se habían adueñado del poder dando un golpe de Estado- integrándose al grupo guerrillero Ejército de Liberación Nacional (ELN), con el seudónimo de Rodrigo Machado.
Poeta hasta la muerte
Su amada Adelita, su musa inspiradora, continúa con el relato y explica que Javier se retrata en su poesía. "La poesía es un relámpago maravilloso, una lluvia de palabras silenciosas, un bosque de latidos y esperanzas, el canto de los pueblos oprimidos, el nuevo canto de los pueblos liberados. Es entonces el amor, la muerte, la redención del hombre".
Eduardo Guillot, director de la película La pasión de Javier (Trinity), el segundo filme que trata la vida del poeta peruano guerrillero y que curiosamente también se estrenó en 2019 protagonizado por Stefano Tosso y Vania Accinelli, llegó a la Argentina a través de Ventana Sur (el principal mercado audiovisual de Latinoamérica) se enamoró rápidamente de la historia de este muchacho que escribía poemas que profetizaban su fin. "Nunca se había rodado la historia de un joven de clase media que se involucrara con alma y vida en una causa por los demás, quien además fue recibido por Mario Vargas Llosa en París. Los intelectuales apoyaban a la rebelión cubana por esos años", explica Guillot a LA NACION, luego de la presentación de su rodaje en Buenos Aires.
Y agrega un detalle trascendente respecto de la relación que unía a Ernesto Guevara con estos guerrilleros intelectuales del Perú. "Héctor Béjar, jefe de ese grupo, tuvo variados y frecuentes encuentros con el Che antes de partir. Seguramente en algunos estuvo Javier. Me consta que Guevara le dijo que no entraran por Bolivia, algo extraño porque cuatro años después de que lo ejecutaran a Heraud en la selva, él ingresó por esa zona, y lo mataron a unos 400 kilómetros de allí. Javier era un valiente, apasionado por sus ideales. Este extracto de su poesía premonitoria, Balada para el guerrillero que partió, lo describe en cuerpo y alma: me voy, ya es tiempo de lluvias, todo está anegado, la vida se me envuelve en la garganta, no puedo resistir más opresión. Mientras mis hermanos mueren en las sierras por lobos asesinos, yo no debo quedar pensando indiferente. Adiós, me voy a los montes con los guerrilleros".
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