Creativa, detallista y muy generosa, es famosa por ser una gran anfitriona. Las fiestas de fin de año ya las tiene organizadas desde hace rato. "Este 2020, que fue tan especial y no se puede celebrar en forma masiva, vamos a pasar Navidad los tres solos (con su marido, Ricardo Mollo, y su hijo Atahualpa), y el Año Nuevo estamos viendo cómo hacer para visitar a la mamá de Ricardo y a sus hijas, pero de una manera en que todos estemos seguros", le cuenta a ¡HOLA! Natalia Oreiro (43), que participó de la campaña local del lanzamiento de Good Girl Supreme de Carolina Herrera en Argentina. Y sigue: "Me encanta decorar la casa y suelo llenarla de lucecitas de colores. También compré un mantel a cuadros verde y rojo y, como siempre, creamos nuestro propio arbolito y me gusta poner una linda mesa. Ata es fanático del origami –tomó clases por Zoom todo el año de lunes a viernes y sábados doble turno–, entonces hicimos los tres un árbol de cartón y él se ocupó de todos los adornos. También hacemos galletitas navideñas y marquise de chocolate con forma de arbolito".
–¿Siempre hacen su propio arbolito?
–Sí. Cuando yo tenía 8 años, justo la edad de Ata, volvimos de vivir en España con una situación económica difícil y nos instalamos en casa de mi abuela, una especie de PH. Llegó la Navidad y no había arbolito ni plata para comprarlo. En el galpón donde jugaba había un paraguas gris de mi abuelo medio roto, pedí permiso, me puse en el pasillo, lo planté en una maceta y le corté flequitos. Entonces pasó una vecina, unos tres años mayor, y me consultó qué hacía. Cuando le conté, me dijo que aunque el mono se vista de seda, mono queda. No entendí la metáfora, pero me di cuenta de que la energía con que lo había dicho no era muy buena. Pero seguí adelante con mi arbolito. Cuando lo terminé, realmente parecía un pino. Entonces fui casa por casa a pedirles a los vecinos si no me regalaban un chirimbolo para decorarlo y todos fueron muy generosos y me dieron. Era, para mí, el arbolito más hermoso que había visto. [Piensa]. Uno tiene que hacer las cosas por uno, no bajar los brazos ante la opinión ajena y saber que la belleza está en los ojos de quien mira. Eso es lo que intento inculcarle a Ata.
–¿Qué importancia le das a los regalos?
–De chica me hacía ilusión el tema de Papá Noel. Si tenías ciertas necesidades esperabas esa muñeca o esas championes, como decimos nosotros, que tanto te gustaban. Hoy creo que las fiestas deberían tener un sentido más espiritual para los que son religiosos y más familiar para el resto porque siento que a veces se pone demasiado énfasis en los regalos. Hoy, que nadie cercano tiene una necesidad real, me parece lindo regalar, por ejemplo, una piedra a cada uno, como un corazón de amatista o uno de cuarzo rosa, salvo a los chicos, para ellos sí un juguetito. Y me encanta sumarles tarjetas con lindas dedicatorias y esmerarme con los envoltorios.
–¿Cambió mucho tu forma de celebrar las fiestas con los años?
–Me encanta celebrar en general, supongo que tiene que ver con mi personalidad. Siempre me pareció un buen momento para agradecer. De chica nos dividíamos, como la mayoría de las familias, una Navidad con unos abuelos y el Año Nuevo con los otros. Eran festejos muy tranquilos, aunque siempre me preguntaba por qué se comían cosas tan pesadas haciendo tanto calor. Si bien soy vegetariana hace casi 30 años, de chica comía lo que me ponían adelante, no se podía elegir. O al menos no sabía que podía tener desde pequeña una elección vegetariana. Pero siempre me negué a comer lechón, es algo que no podía entender. Mi abuela Beba siempre me regalaba una bombacha rosada, parece que era una tradición. También me gustaban los fuegos artificiales, pero hoy no los recomiendo porque sé que sufren mucho los niños con autismo y los animales.
–¿Y cuando viniste a Buenos Aires?
–Las fiestas empezaron a cambiar La Navidad la pasaba en Uruguay y el 31 con amigos o en pareja y generalmente me iba de viaje. He pasado muchos fines de año en Brasil, que es uno de mis lugares favoritos en el mundo, y siempre de blanco. Además, me casé un 31 de diciembre (de 2001) en Fernando de Noronha, así que desde entonces, Año Nuevo tiene un significado muy especial.
–¿Sos de hacer balances en esta época?
–No hago balances y pido siempre lo mismo: salud, amor y paz, especialmente paz interior, trabajar de adentro hacia afuera es muy importante. Para esa fecha muchas veces estamos de viaje, y otras con la familia. No hay nada demasiado establecido. Todos aportamos algo, a mí me encanta la repostería, asi que suelo preparar postres.
–¿Y en esta Navidad qué vas a cocinar?
–Seguramente voy a hacer alguna pasta, como ravioles de calabaza, o una lasagna de vegetales, que también me sale bien y me encanta. Y algo dulce, ¡por supuesto! Lo importante es compartir una linda noche en familia.