Noche de cubano
Hay noches en que en la sobremesa, a la hora de elegir el cigarro que rematará la jornada, una idea se abre paso por sí sola y se enciende como una luz de neón en la cabeza: cubano. Glosada, vendría a querer decir: no discuto que hay cigarros dominicanos y alguno nicaragüense que son espléndidos; sería ingrato negar el placer que algunos Padrón, algún grueso AVO de potente humo blanco, me han reportado; pero esta noche no, esta noche que sea cubano. Y el recuerdo de cierto amargor, un sabor matizado, incomparable, me llevan hasta el humidor a rebuscar qué habano anda dando vueltas por allí.
En ese esperanzado ánimo llegué una noche de éstas a encontrarme con un Bolívar Belicoso Fino, una suerte de torpedo que de delgado no tiene nada, con sus 52 de calibre y sus cinco pulgadas y media de largo, una de las puntas afilada como para surcar el cielo, y el propio Bolívar en colores y seriecito en la anilla. Era el resto de una compra remota, y mientras todos los demás miembros de su caja habían desaparecido en el curso de tres meses, éste había quedado olvidado varios años en una caja de varios. Un tacto muelle, un olor característico de tabaco fermentado, la capa menos oscura que otros de su marca, sedosa, perfecta, fueron el prólogo de un encendido leal; primeros momentos como fintas que se hacen un par de boxeadores, un golpe acá, otro allá, para ver contra quién se pelea. Después, comprobada la nobleza del adversario, algo menos de tensión, casi una distracción, un fumar pensando en otra cosa, vigilando casi de memoria la marcha del quemado: y cuando ya habíamos olvidado todo el asunto, de pronto, en algún recoveco inesperado, el puro alcanza su esplendor, su momento, ese en que una tribuna imaginaria se levanta asombrada ante una hazaña impensable.
Podría no haber pasado, pero pasó; la marca es la clave, pero no la garantía absoluta. Tal vez los años transcurridos le sentaron especialmente bien, tal vez fue alguna otra cosa: en rigor, no hay dos puros exactamente iguales, sólo el esfuerzo de las mejores fábricas por armar ligas semejantes de tabaco de calidad, la pertenencia a una misma zafra, el control de la identidad de colores dentro de cada caja (identidad que muchos viejos fumadores echan actualmente en falta). Un gran momento, entonces, es siempre un regalo, que los Bolívar tienden a hacer en todos sus formatos. Marca tradicionalmente tenida como de las más fuertes, jamás he encontrado un Bolívar picante, como suele pasar con el tabaco mexicano o brasileño de la Mata Norte. Otro punto a favor: al no ser de las tres o cuatro marcas más conocidas, tampoco es de las más caras ni de las más falsificadas.
Recortes
Expoelgourmet.com
La posibilidad de estar en vivo y en contacto directo con los protagonistas del canal gourmet comienza mañana, en los salones del hotel Sheraton de Buenos Aires, hasta el domingo 16 del actual. La propuesta apunta a darse el gusto ahora, con una compresión de novedades y exclusividades en un espacio que abarca el país y el mundo, desde el cóctel hasta el puro. Vinos y productos, artesanías y ecologías, cocinas y cocineros que cocinan... todo palpable y degustable, y casi todo comprable, menos los cocineros. También los libros y guías gourmet más recientes que conducen por el buen camino de la gastronomía porteña. La entrada ($ 7) incluye degustaciones y demostraciones. De 12 a 23. Clases de cocina, reservar,
informes clases@elgourmet.com , http://www.elgourmet.com . 4778-6762.
Degustación con La Anita
Hasta el 20 del actual, en O´Farrell Café-Food-Wine el chef Hubert prepara un menú degustación a la medida de los vinos que lo acompañan, todos de la exclusiva pequeña bodega de Alto Agrelo, Mendoza. Ostras de San Antonio con cilantro y jalapeño con Tocai Friulano 2000, tempura de centolla con hierbas y holandesa de citrus con Semillón 1999; antes de los principales, un corte con sorbet de cassis- cardamomo-syrah, y para seguir, trío de cordero de la cuenca del Senguer -Santa Cruz- con habas, jus de menta y romero con Syrah 1996, y de postre strudel de pomelos rosados con el nuevo Finca Blanco 2000, o bien Gougère de gorgonzola y berries con Cabernet Sauvignon 1999. Con café y trufas de chocolate belga, $ 59. Reservas por el 4742-4869. Avenida del Libertador 15274, San Isidro.
La expresión de la tierra
Como otros enólogos venidos de otras zonas del mundo, el californiano Jeffrey Stambor, hace dos años en Mendoza, trata de conseguir vinos distintos a los de su país y está descubriendo el sabor de Mendoza. El como consultor y el licenciado Silvio Alberto -de 29 años- y un equipo técnico renovado modificaron la bodega de Navarro Correas, y pusieron la proa hacia un vino ultra que fuera más allá -tal el significado de la palabra-, "como una obra de arte", según Jeffrey. Un vino que no será siempre igual en cuanto a composición, aunque se tiende a un trivarietal base Cabernet Sauvignon, Malbec y Merlot. En 1999, el corte del Ultra fue hecho con iguales proporciones de cada uno de estos varietales, pero no es una fórmula estricta. Lo inmodificable es la meticulosidad, aseguran los enólogos, y los cuidados desde el viñedo que manejan los ingenieros agrónomos, la elaboración, la guarda en barricas chicas de roble francés nuevo durante 18 meses, y la estiba en botellas en la cave que lleva ocho como mínimo. Así se logra la calidad de aromas, fruta y taninos dulces en boca de la crianza que determina al vino de guarda prolongada.
Si bien el Ultra Navarro Correas 1999 está listo para beberlo ya, en unos años más en botella puede evolucionar hacia un estilo más francés -más difícil y sólo para conocedores que lo entiendan-, con el bouquet de aromas terciarios propio de los vinos viejos. De ahí el precio alto (70 pesos), de apenas unas seis mil botellas. Tiene buena estructura, pero no demasiado cuerpo -13º de alcohol-, con acidez equilibrada y redondez, lo que lo hace especialmente bueno para toda una comida de gran cocina.
Los frutos rojos del malbec y las especias del cabernet sauvignon y el merlot, la vainilla y el chocolate del roble se perciben mejor después de unos minutos en la copa, y mejor aún si se transvasó, decanter mediante (dejar la botella cerca). La bodega recomienda servirlo a 18º, y en verano le queda bien refrescarlo.
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