
¿Quién es Kuitca?
Tiene 42 años y es uno de los artistas vivos mejor cotizados en el mercado internacional de subastas. Durante tres meses, más de cien mil personas recorrieron su muestra en el Malba. Aquí, el retrato de un hombre cuyas obras forman parte de los más prestigiosos museos del mundo
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Kuitca, Guillermo, de Buenos Aires, 42 años, se suponía lejano y en compañía del misterio, pero, al recorrer con él la muestra de justificada y constante fascinación, a quien en realidad se encuentra es a un porteño de maneras corteses, hospitalarias y pacientes, tranquilo y didáctico.
Tal que Kuitca -tiene una casa de Belgrano con dos labradores bayos que le ladran a todo el mundo, no en Nueva York, en Londres, o donde diga la versión de ese día-, centro de la mayor exposición individual de un artista contemporáneo vivito y coleando, con más de 200 obras que pertenecen a colecciones privadas y museos organizadas por el Reina Sofía de Madrid, pinturas, dibujos y una instalación de 54 colchones en montaje concebido para el Museo de Arte Latinoamericano (Malba), explica su obra al tiempo que deja al contemplador recibir a su manera la poesía y la casi siempre melancólica reflexión que proponen sus espacios apenas habitados. Los cuartos donde la superficie hace pequeños y solos a los hombres, sus ciudades con nombres quién sabe si reales, las plantas o planos de cárceles y cementerios, de pronto el mapa en que aparece Odessa y sobre el mapa, o desde él, las escalinatas del film de Eisenstein, las del Acorazado Potemkin, desde luego, las famosas camas Kuitca, para nacer, para el sexo, para el insomnio, para el sueño al que estamos obligados, para la muerte un día.
Cuando estas palabras sean leídas, hará apenas horas que Kuitca, la expo Kuitca, las conferencias de y acerca de Kuitca, el cine elegido por Kuitca para distintos ciclos con espíritu ecléctico -el gran western y autores japoneses; Jackie Brown, de Tarantino; Huérfanas de la tormenta, de David W. Griffith (1921); La aventura, de Antonioni (1960)-, habrá cerrado todo lo exhibido y lo obrado en el Malba, cerca de 150.000 visitantes, una muchedumbre constante.
Con menos misterio ya, en la ciudad en que nació, Guillermo Kuitca -el más caro y apetecido de los artistas de hoy surgidos en esta parte del mundo, "aunque de eso, si no te importa, casi preferiría no hablar"- produjo desde el Malba una convocatoria pariente de diversas formas de amor, aprobación y placer.
-Desde luego, estoy encantado. Sería absurdo no estarlo, ¿no? Tanta gente, tantas conversaciones con ella, los textos, los diarios. ¿Por qué habrá sido mi vida la del artista, el pintor, un hombre que hace cuadros? Sí, los llamo cuadros, por lo general. Soy, por supuesto, de ¤ aquí, una persona y un pintor de aquí, donde nací y donde vivo, y si hacía mucho tiempo que no ponía nada, la razón tiene que ver con que mis galeristas o representantes están, sobre todo, en los Estados Unidos.
Guillermo habla en tono bajo, no corre. De tanto en tanto saca del bolsillo un frasco de colirio y deja caer una gota en cada ojo: "Refresca los ojos cansados y alivia el enrojecimiento", dice aquí. No sé, es un hábito una costumbre como otras. Son lágrimas.
Están en marcha, por medio de la UBA, las becas Kuitca -que no quiere llamar con su nombre, de paso- y ahora profesor honorario, como en su momento Daniel Barenboim y el premio Nobel José Saramago.
-Me dicen Guille, desde siempre. En algunos casos, Guillo. Los amigos, Guille, sí, prácticamente todos. Tengo amigos. Pocos. Era un chico retraído, pero no patológicamente. Nada especial. Los dos más cercanos son Martín Rejtman, el cineasta, que lo es desde los 18 años, más o menos, y Horacio Dabbah, experto en arte y con galería, turco, cotur, amiguísimo. Nos vemos mucho, vamos a comer, nos emborrachamos algo de tanto en tanto. Amigas también. Sonia Becce, que ha curado esta muestra junto con Paulo Herkenhoff, trabaja siempre conmigo y es mi amiga. Juntos desde hace veinte años. Mis dos asistentes en el taller están conmigo desde 1989. Fidelidades. Los caseros están desde hace once. Y los perros, incluyámoslos, Don Chicho y Aarón, padre e hijo. Ya se sabe que empecé bien temprano, casi en la infancia, pero no porque haya tenido un período de postración y enfermedad como me decís que se dice. Hubo un episodio, el desgarro de una pierna, pero nada más y cuando tenía probablemente un año. Ni siquiera es un recuerdo que tenga claro. A lo mejor me imposibilitó caminar un tiempo. La versión familiar habla de una patada que le di a mi madre, enojado. Qué sé yo, tendría mis rabietas, como todo chico. Era una familia armónica, no una familia de angustia. Los Kuitca.
Mis cuatro abuelos eran rusos, no hubo mucha mezcla. Hoy los consideraríamos ucranianos, de la zona a la que emigró la población ruso-judía. Mis abuelos maternos se conocieron en el barco. Los paternos, acá. Kuitca tiene formas diversas, mutaciones, distintas maneras, con k las dos veces, con w, en fin, versiones.
El huracanado paso de Guillermo por Buenos Aires después de poco menos de veinte años sin exponer en la ciudad se integró con su paso por el Colón y la escenografía de El holandés errante, ciertas ideas -una gran cinta transportadora de valijas, sin ir más lejos- que produjeron la irritación canónica y las protestas de los que querían furiosamente un Wagner como se debe, las felicitaciones y absolución del enorme director Charles Dutoit, que llevó la música, acusaciones cruzadas entre críticos que se trataron de reaccionarios unos y de herejes otros.
-Uno de los cantantes me dijo: Do you know what Kuitca means? (¿Usted sabe lo que Kuitca quiere decir?) No, le dije... Me aclaró que es una flor, una florecilla más bien silvestre, creo. Quién sabe, ¿no? Esa noción no se mencionó en casa, por cierto. Hice toda la primaria en la Escuela Angel Gallardo, en calma. La secundaria vino medio embrollada. Mis padres confiaban en la educación pública, estatal. Embrollada digo -fue el año de Cámpora- porque se había resuelto que se entrara por sorteo, pero después se puso una especie de prueba. El caso es que tuve mala suerte, ya no sé si en el sorteo o en la prueba, y mis viejos me anotaron en el ILSE, dependencia del Buenos Aires. Un par de meses y me pasé al Sarmiento, divertido colegio de reos por entonces, y yo muy mal estudiante, la verdad. Se prestaba mucho para salir, para pasar las mañanas fue- ¤ ra del colegio. Museos, galerías, de todo, era formidable. La Cinemateca, también. La formación consistía en no entrar al colegio.
No había nada allí dentro, a pesar de la buena voluntad de varios profesores. No había nada que hacer. Una especie de aguantadero. En el ILSE me había mostrado muy precavido, no decía que era pintor, que exponía, por miedo a ponerme en ridículo, a que me cargaran, a que pareciera una mariconería. En el Sarmiento fue otra cosa. Los profesores venían a las muestras, los chicos también y de paso podía eximirme en todas las materias. Los profesores de dibujo, me parece y lo digo porque tiene verdad y tiene gracia, no veían virtudes en mí.
No las tenía. La capacidad para reproducir con una lápiz, con una carbonilla. No, no era bueno. En primer año resultaba completamente incapaz de dibujar un caballo, y en quinto se me hacía imposible un retrato de Jimmy Hendrix: había un pibe que los hacía admirablemente. Vino con los años, imagino, la posibilidad de dibujar un poco mejor que entonces, no demasiado.
De manera que Kuitca, de talante en apariencia sereno, tímido, sí, es posible, pero no en las fronteras del tartamudeo ni los silencios sudorosos, dueño de un persistente sentido del humor que lo sigue como un perro -¿labrador?- allí donde vaya, ha visto sus obras regresar a museos y colecciones privadas en estos días.
"Esta cama no -señala un cuadro chico con cama amarilla-, ésta se vuelve conmigo a casa. No la vendo. Ni lo pienses. Es que volvió una noche, como en el tango. La robaron de una exposición, hace ya no sé cuánto, un montón. Alguien se la metió en el abrigo, y chau. La busqué, pedí, la quise tanto. Nada. Así años, no exagero. Hasta que un día la dejaron como a un niño en la puerta de una iglesia, por ejemplo. Abrí el paquete, allí estaba. La misma, pero con algunas manchas de salsa y tal vez de huevo. Alguien había comido con la cama en la mesa. Me la llevo. "
Kuitca. Ahora, próximo. El artista. Argentino, internacional, puede ser también un hombre con una cama bajo el brazo camino de su casa.
Para saber más
www.arte-mexico.com/eguerrero/guillermokuitca
www.1001.org/artists/kuitca.html
Con proyección al futuro
Más de 100 mil personas recorrieron la muestra Guillermo Kuitca - Obras 1982/2002, inaugurada el 5 de junio último y que acaba de finalizar, en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba). Sin embargo, no será la última actividad del artista.
Conocida tradicionalmente como la Beca Kuitca, que consagró a grandes artistas, esta beca ha sido renombrada como Programa de Talleres para las Artes Visuales del Centro Cultural Rojas UBA /Kuitca 2003-2005, y acaba de lanzarse nuevamente. Ahora está organizada por el Centro Cultural Rojas de la UBA, en una nueva sede que funciona para el uso exclusivo de los becarios. Los artistas, seleccionados en todo el país (de 16 a 35 años) trabajarán con la dirección artística de Guillermo Kuitca. Fueron elegidos 458 trabajos y el jurado, por estos días, ya ha decidido quiénes serán becarios plenos, oyentes y suplentes. El programa de estudios, perfeccionamiento y profesionalización en las disciplinas Fotografía, Arte Digital y Artes Plásticas tendrá una duración de dieciocho meses consecutivos y la participación de los artistas seleccionados será absolutamente gratuita.
Vida y obra
- Guillermo Kuitca nació en Buenos Aires, el 22 de enero de 1961.
- Empezó sus estudios de pintura en el taller de Ahuva Szlimowicz, con quien siguió trabajando hasta 1979.
- Desde 1974 expuso individual y colectivamente en las más importantes galerías del mundo.
- Se han publicado numerosos libros sobre su obra, en la Argentina, Francia, Estados Unidos y Holanda.
- De los artistas vivos, está entre los más cotizados en el mercado de subastas internacionales y sus obras forman parte de las más importantes colecciones privadas y de los más prestigiosos museos del mundo.






