Sabores de Holanda

Una fuerte conciencia regional prevalece en las doce provincias que componen Holanda, el país que pasado mañana verá a la argentina Máxima Zorreguieta convertida en su reina consorte. La sencillez y austeridad son esencialmente el perfil gastronómico de este pueblo que, en el esfuerzo por ganar tierras al mar, aprendió a cuidar con celo lo que producen sus campos y a regocijarse con los primeros ejemplares de arenques en la apertura de las temporadas. Y cuentan con el orgullo por esa industria quesera reconocida en todo el mundo y por esas preparaciones que se heredaron cuidando que nada se despilfarre. Una gran industria alimenticia le ha dado un sello de modernidad sin dejar que los tiempos se lleven las tradiciones.

Como en la mayoría de los pueblos costeros y agrarios, una gran olla puede ser el espacio para cocinar un guiso, una sopa espesa o un puchero. Lejos está el puchero holandés de los nuestros. El más económico es el stamppot, que se prepara con costillas de cerdo, repollo, papas, caldo, sal y pimienta. Si se hace más espeso, se transforma en un potaje. Al de arvejas secas lo llaman snert y lo cocinan con salchichas ahumadas, puerros, apio, agua y sal.

Seguramente Máxima podrá añorar los panqueques argentinos con dulce de leche, pero en su nueva patria son famosos los pannekoeken unas crepes tan grandes que sobresalen de los platos. La mezcla es clásica: harina, huevos, levadura y sal. Le suelen agregar tocino, a veces manzanas y al final un jarabe espeso y dorado. Son populares las creperías donde los hacen al momento.

Hay una tradición que Máxima disfrutará y que se repite todos los años: la de los maatjes, arenques jóvenes que se convidan a la reina para compartir con ella la bonanza de la nueva temporada.

También hay pequeñas tartas con frutas, el regaliz –una dulzura salada que proviene de la raíz del palo dulce- y las speculaas, galletas de San Nicolás y más, que ya son parte del recetario de Máxima.