Apareció una fría mañana de julio, a la altura de la localidad de Pilar, en la provincia de Buenos Aires, corriendo por la Panamericana. Totalmente desorientado, ni siquiera podía sospechar el peligro que significaba su paso por la autopista. Hasta que un auto lo tocó de costado, y como en una reacción instintiva, Shack aceleró la marcha y corrió por tres kilómetros más. Marcelo lo seguía de cerca y no perdió oportunidad de hacer algo por el perro cuando lo vio cansado y pudo subirlo a su auto.
Lo llevó a su casa y le dio los primeros cuidados: un plato de comida, agua fresca y un lugar tranquilo y acogedor donde pudiera descansar y reponerse. Marcelo tenía dos perros en su casa que inmediatamente hicieron buenas migas con el pitbull recién llegado. Lo mismo sucedió con los humanos de la casa. Shack se mostró amistoso con adultos y chicos. Sin embargo, otro de los miembros de la manada no corrió la misma suerte. Y es que Shack tenía episodios en los que atacaba al caballo que vivía con la familia. Entonces Marcelo supo que tenía que buscarle un hogar donde no generara problemas.
"¿No querés conocer a Shack? Es un buenazo pero en casa no puede estar porque ataca al caballo", le dijo Marcelo a Jerónimo Ackerley (30). Hacía poco que el su amigo había perdido a su compañero de cuatro patas y le pareció una buena oportunidad para fomentar la adopción. "Cuando lo conocí me pareció un genio. Así que lo llevé a vivir conmigo a mi monoambiente en Ramos Mejía. El espacio era chico pero el corazón grande. Y salíamos todos los días a pasear para afianzar nuestro vínculo", recuerda Jerónimo.
Al poco tiempo, Jerónimo logró mudarse a un departamento más amplio en el barrio de Belgrano, en la ciudad de Buenos Aires y allí contrató a un adiestrador para trabajar algunos problemas de conducta que tenía el perro. Dos paseos diarios más un refuerzo con ejercicios de conducta hicieron posible que la convivencia fuera tranquila. Sin embargo, las obligaciones laborales de Jerónimo -es guardavidas e Instructor de RCP, Primeros Auxiolios y DEA y Nadador de rescate- lo llevaron a pensar en un plan B para Shack ya que el pitbull de dos años pasaba demasiado solo en la casa y él sentía que no podía atenderlo como correspondía.
Unos meses, atrás, Mercedes, la abuela de 85 años de Jerónimo, había sufrido un robo traumático en su casa. Entonces Jerónimo pensó que Shack podía ser el compañero ideal para cuidarla. "Ella está feliz porque el perro está pendiente de ella, la cuida y está alerta. Es un perro sumiso y entiende perfectamente lo que le decimos. Mi nona lo mima, duermen juntos y todos estamos tranquilos. Sale a pasear todas las mañanas con su paseador y los fines de semana yo lo paso a buscar y vamos a entrenar y corremos".
Es la primera experiencia que Jerónimo tiene con pitbulls. Y asegura que Shack es un animal fiel y compañero. En el deporte encontraron su lazo especial. Es que tener un objetivo que humano y perro compartan permite mejorar no solo la salud física sino también la emocional y social, que la mayoría de las veces se ve afectada en los pitbulls y demás razas etiquetadas de agresivas, apartadas socialmente y estigmatizadas.
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