Estuvo unos segundos muerto y luego de aquel episodio vivió muchos otros más, hasta que el aplauso de otros le permitió entender cuál era su camino.
“¿Por qué tenés un hashtag en la cabeza?”, le preguntaron mientras esperaba su cerveza en la fila del bar al que había salido a distenderse esa noche. Le causó un poco de gracia. El hashtag que alguien de una generación más joven que la de él veía, se trataba de la cicatriz en forma de tatetí que lo había acompañado desde los seis años. Era resultado de una operación a causa de un accidente que entonces no solo lo había dejado en coma, sino que también lo había llevado por unos segundos a estar muerto.
No era la primera vez que lo internaban. Pero sin duda alguna, aquel episodio de su infancia le había dejado profundas marcas emocionales. Ese mismo año, meses atrás, lo habían operado de apendicitis y, al despertar, lo sorprendió encontrarse completamente solo en la habitación del hospital donde lo habían derivado. Como su papá y su mamá trabajaban, en ese momento le resultó inevitable comparar la situación del niño que estaba en la cama contigua, acompañado por su familia, con la suya. Desde luego, él había naturalizado que sus padres estaban ocupados y pronto se acostumbró a ver a la vecina, o su marido, turnarse para asistirlo en esos días de recuperación.
Un hashtag traumático
Poco después ocurrió el episodio de la famosa cicatriz en el cráneo. Allí se mezcló lo onírico con lo más terrible de la realidad. Fue en su casa de La Plata. Estaba jugando con su hermano dos años mayor que él: dejaban caer una pelota de tenis por las hendiduras de las chapas del techo hasta que llegara a la canaleta. El que la tiraba, la iba a buscar. Con el poder absoluto que tienen los hermanos mayores, la regla se rompió y tuvo que ir él a buscar su pelotita. “Al momento de llegar a la canaleta, estando en cuclillas, caí hacia atrás de cabeza. De esto no tengo memoria. Lo que sí recuerdo es que antes de volver del coma, o tal vez volviendo del coma -eso era lo más probable-, tuve un sueño donde trepaba por la chimenea y los ladrillos se desprendían. Yo me caía hacia atrás”, relata Nahuel Cheruse.
El problema fue que acto seguido del sueño, despertó en un hospital, nuevamente solo. Había vuelto del coma, pero estaba solo en una sala de hospital sin poder recordar como había llegado hasta ahí. Pensó que no era otra cosa que la continuación de ese sueño, y que para poder volver, debía hacer algo. Justo al lado de la cama había una ventana abierta. “Sentí que la única manera de despertar era arrojándome por esa ventana… pero era todo tan real que no me animé, por suerte. Por lo que opté por tratar de dormir para despertarme. Cuando nuevamente abrí los ojos me encontré ya con el resto de mi familia: papá, mamá y mis dos hermanos mayores y mi hermana menor”.
Suturas, accidentes, enfermedades y situaciones al límite
Luego de esa operación, regresó al Hospital de Niños de La Plata en diferentes oportunidades: para que le suturaran la pera (dos veces), para que le sacaran una pila de la nariz, por paperas, por varicela, por un esguince de tobillo y por una quebradura de muñeca.
“En ese primer grado satírico, un compañero me cortó el dedo con una tijera; un chico de segundo grado me puso el pie para que me cayera cuando corría y, bajo la pedagogía de pongamos a los revoltosos con los más tranquilos en el mismo pupitre para nivelar, otro compañero casi me saca un ojo con un lápiz afilado. Haciendo memoria, a los siete años un vecino me tiró una piedra en el ojo porque mi hermano mayor lo estaba cargando. En fin, de cada episodio hay una historia, pero lo increíble era que yo era el único de los cuatro hermanos al que le sucedían estas cosas”.
A los 12 años, mientras viajaba en el auto preguntó: “¿Papá por qué todo me pasa a mí?” Él trató de decirle que no era así, pero ya de adulto le confesó que aquella vez él tenía absolutamente razón y entonces no había sabido qué contestarle. Comenzó, de a poco, a tomar conciencia de que tenía cierta tendencia a encontrarse involucrado en situaciones peligrosas, complicadas o que ponían su integridad en riesgo.
Relatos fantásticos, un refugio para la incertidumbre
No eran sencillo estar en sus zapatos. “Durante la década del noventa, un chico que iba al psicólogo era mirado de reojo, y hasta el momento la mayoría de mis amistades no lo sabe. Siempre me miraron como el niño raro al que le pasaban cosas insólitas, como el personaje de la serie Stranger Things”. Luego de la caída del techo, le habían realizado todos los estudios necesarios para cerciorarse de que todo estuviera bien. Pero un episodio traumático de su niñez, hizo que desarrollara trastorno de ansiedad por separación. “En ese momento, en Argentina el trastorno no estaba tipificado o en la grilla de ningún psicólogo por decirlo de alguna manera. Por lo que mi condición era rara para el resto. Algunos compañeros se preguntaban si yo no iba a los cumpleaños por miedo a golpearme la cabeza”.
Recién a los trece años su mente lo dejó ir a un cumpleaños. Pero ya se había perdido el viaje de egresados de primaria, no sin antes pasar por un episodio donde un grupo grande de compañeros lo había ido a buscar a su casa porque no estaba con ellos esperando el micro. Desde luego tuvo que decirles que no iba a ir.
A pesar de las dificultades, Nahuel se había ganado un lugar de respeto y reconocimiento entre sus pares. Durante la escuela primaria, tanto sus dibujos como sus cuentos eran los que más llamaban la atención de sus compañeros. Por eso siempre se destacó. Ese aplauso y ese reconocimiento cada vez que terminaba de leer sus historias continuó hasta la universidad donde se replicó con adultos que no conocía.
“La escritura cambió mi vida”
“A partir de tercer grado me di cuenta de que era bueno en lo que hacía. Ahí comencé a destacarme por sobre mis compañeritos del aula. Al finalizar una lectura recibía el aplauso de ellos. Era raro, porque era casi al único que aplaudían. Ellos fueron mi primer público. Cuando la maestra decidía que solo tres o cuatro podrían leer sus historias al resto de la clase, algunos solo levantaban la mano para decirle que lea Nahuel”. Y en la mesa de tesis un profesor de guión, lo primero que le dijo fue: “evidentemente vos tenés mucha imaginación”.
Sus relatos, una mezcla de sarcasmo oscuro que combinaba la sátira, el grotesco, la tragedia y el cine catástrofe, fascinaban a todos. Ya en la etapa de universidad, estando en primer año de la carrera de Comunicación Audiovisual, le dieron la consigna de redactar un story line. “Era la comisión más difícil y nadie parecía acertar con la consigna. Con cierto miedo levanté la mano, leí mi historia y, para mi sorpresa, aquellos compañeros desconocidos me aplaudieron. Aquel año aprobé primero que todos la materia, la profesora me hizo pasar al frente y me regaló una lapicera. Al año siguiente fui ayudante de cátedra, en fin... De aquella etapa universitaria, saltando ya a lo último, quien fue mi tercer tutor de tesis me dijo, vos Nahuel sos el bicho raro, dentro de Bellas Artes, por las historias que contás”.
Y fue ya de adulto, con un título bajo el brazo que comenzó a darle un sentido a lo vivido y decidió volcarlo a sus novelas y guiones. Hoy Cheruse es director, guionista y actor.
“Mis personajes sufren. ¿Por qué no lo harían? Si vivir es sufrir en mi caso. Solo que a diferencia de lo que pasa en mi vida, trato de no ser arbitrario y darles un motivo. La escritura cambió mi vida. Lo que antes vivía con culpa, ahora me animo a contarlo y no solo en ficción. Algunas personas pintan, otras escriben canciones, en mi caso escribo ficciones donde plasmo fragmentos de mi pasado. Vivo la vida tratando de sacarle provecho a lo malo, ya sea por aprendizaje o por contenido. Estoy convencido de que lo que sucede conviene. La vara entre lo real y lo fantástico está un poco corrida en mi caso pero llevo una vida tranquila acostumbrándome a lo que pasa, esperando lo que vendrá. Es increíble cómo a veces a uno le toca transitar arbitrariamente por situaciones límites y la pregunta es qué hacemos con todo eso. La respuesta en mi caso fue volcarlo al papel para sanar”.
Compartí tu experiencia
Si viviste alguna experiencia que mejoró tu bienestar y calidad de vida (puede ser médica, alimenticia, deportiva, un viaje, sentimental, profesional o de otra índole), y querés compartirla en esta columna, escribí a cambiodevidalanacion@gmail.com
Temas
Más notas de Todo es historia
Más leídas de Lifestyle
Para la digestión. Cuáles son las cuatro frutas antiinflamatorias que recomiendan desde Harvard
"Terminé con oxígeno". Fue a terapia para superar a su ex y meses más tarde se enteró de lo peor
Padres narcisistas. Cuáles son las principales características y por qué es importante no actuar así
En detalle. El calendario lunar de mayo 2024