Valentín y Diego interactuaron durante casi una hora con estos animales y dicen que sintieron mucha adrenalina, alegría, felicidad y nada de miedo.
El jueves 11 de agosto cerca del mediodía Valentín Villalba (45) y Diego Schulz (47) se adentraron al mar en Monte Hermoso, el conocido balneario ubicado a 630 kilómetros al sur de Buenos Aires, para practicar Stand Up Paddle Surf, deporte que realizan juntos desde hace ocho años, buscando las mejores olas para surfear.
Valentín se define como hotelero, deportista y aventurero y vive en esa localidad con su mujer y su hijo. Diego es comerciante, tiene un bar en la playa y vive en ese lugar hace 14 años también con su señora y su hijo. Los dos son muy amigos y desde hace ocho que practican esta disciplina en esta playa situada a seis kilómetros del casco céntrico de Monte Hermoso. El Stand Up Paddle Surf (SUP) es una antigua forma de deslizamiento en la que el navegante utiliza un remo para desplazarse por el agua mientras permanece de píe en una tabla de surf.
¿Un encuentro sorpresivo?
Ese día parecía uno más hasta que, de repente, advirtieron la presencia de unas 10 ballenas que les regalarían un inolvidable momento. “Sabíamos que iban a pasar porque desde localidades más al norte habían visto algunas. Estábamos a la espera para ir a meternos al agua cuando nos avisaron de algún avistaje por zona Sauce Grande y fuimos para allá, donde casi siempre vamos a meternos”, cuenta Valentín.
Los muchachos explican que este tipo de ballenas (Francas) pasan en esta época del año por esa zona y que hasta noviembre suelen verlas cerca de la costa. Sin embargo, lo que más les sorprendió fue tenerlas tan cerca y durante casi una hora.
Adrenalina, felicidad y nada de miedo
“Lo primero que sentí fue alegría de creer posible el encuentro. Adrenalina, felicidad, el pecho explotado, paz, nada de miedo. Una energía diferente, inmensa. Listos para ser bien recibidos y expectantes”, gráfica Diego casi con lujos de detalle sobre lo que fue ese primer contacto.
Las ballenas, cuentan, se mostraban muy curiosas y se turnaban para acercarse hasta una distancia de apenas un metro. “Eso lo hacían de a una por vez. Nos rodearon y siempre venían ordenadas. Delicadas, precisas, impecables. Nos rociaban con el chorro de agua de su respiración. La delicadeza con la que se movían entre nosotros nos llamó la atención y nos dio seguridad”, expresa Valentín.
Una travesura que la tomaron con gracia
Diego y Valentín estuvieron interactuando 55 minutos con algunas de las ballenas y hasta ¨chapoteaban¨ el agua para que se acercaran. “Siempre con muchísimo respeto. `Hablábamos` con ellas. Uno solo no disfrutaría de la misma manera. Lo compartimos. Siempre buscamos experiencias nuevas para compartirlas. Entendemos la vida de esta manera. Hablábamos entre nosotros y decíamos: `mirá donde estamos. Dios mío que linda vida`”, dice Diego.
En un video que los chicos grabaron y subieron a Youtube se puede observar el instante en que uno de estos animales tiró a Valentín de la tabla con un aletazo. “Esto fue calculado porque son milimétricas. A nuestro entender lo hizo como parte del juego que estábamos disfrutando entre todos. Si no quieren compartir esto, en medio segundo no las ves más. Ellas están en su inmenso hábitat y somos nosotros los visitantes”, se emociona Valentín.
Una experiencia llena de “magia pura”
- -Mirá los pelos que tiene, mirá el tamaño. No es tan grande, debe ser mediana. Gracias vida -dice Diego en el video que grabaron y se los ve a los dos interactuando con una de las ballenas.
- -¿Y adónde fuiste a ver las ballenas? A Monte Hermoso -se pregunta y se responde Valentín a sí mismo, como queriendo decir que no es necesario ir hasta Puerto Madryn (Chubut) para vivir de tan de cerca ese espectáculo.
Valentín y Diego no dudan en calificar con un 10 la experiencia que vivieron hace unos días a la que definen como “única” y donde hubo “magia pura”. Y, por supuesto, ya están deseando poder repetir esa aventura inigualable.
Por lo pronto, para los dos la practica de SUP, que la alternan con kitesurf y windsurf, implica “un día ganado de felicidad completa” y si, además, lo alternan con este tipo de inesperados encuentros esas sensaciones se multiplicarán y traerán más adrenalina, paz y felicidad. Esa sensación que solo la naturaleza te puede aportar.
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