Yago tenía una muy linda relación con su papá que falleció de Covid a los 49 años; más allá de que no llegó a verlo con el título en la mano, dice no le quedó ninguna espina clavada y que no les quedaron cosas pendientes
“Cuando decidía dormir hasta más tarde mi papá me golpeaba la puerta de la pieza y me decía `qué pasa que no estás estudiando`. Me acuerdo que en las crisis de nervios antes de dar un final él siempre me decía ‘no te preocupes, vos naciste con estrellas’. Como se lo extraña al gordo. Todo el tiempo me decía lo orgulloso que estaba. Previo a los finales simulábamos que él era del tribunal examinador y yo le explicada los temas, era como un role-play. Con mi viejo teníamos una relación excelente. Mi familia se basa en eso: apoyo, amor”.
Yago Isaac Moreira (23) es un joven estudioso, inquieto, creativo, familiero, humilde y empático que se crió en Barrio Triangulo, ubicado en la zona oeste de Rosario, compartiendo sus días junto a su mamá (Sonia), su papá (Darío) y su hermana Ayelén.
“Vengo de una familiar de laburantes, papá pintor y vendedor ambulante y mamá empleada doméstica. Por suerte, nunca nos faltaron necesidades, pero digamos que no había como para `tirar manteca al techo`”, cuenta Yago.
Su primera pasión: el violín
Esfuerzo y sacrificios. Dos de las palabras que definen a sus padres que se dedicaron a trabajar no solamente para que a sus hijos no les faltara nada, sino también para que pudieran estudiar para ser alguien en la vida. Con esos valores fue creciendo Yago que dice que fue parte de la última generación que alcanzó a jugar a la bolita y a las escondidas con los amigos del barrio. “Vivía en la calle jugando. Considero que tuve una muy buena infancia. En parte gracias a mis viejos ya que ellos siempre nos mantuvieron al margen de los problemas. Recuerdo que los sábados acompañaba a mi papá a vender ropa a la ciudad de Pérez, laburo muy desgastante y sacrificado. Ya de grande comencé a hacer algunas changas en pintura con él como para ganarme unos pesos. Recuerdo esas tardes de veranos en la calle comiendo jaimitos debajo del árbol de Doña Ana”.
Fue justamente de su papá que heredó la pasión por la música, además de la “alegría, muchos consejos y lecciones de vida”.
Por esa razón cuando estaba en Séptimo Grado comenzó a ser parte de la Orquesta infanto-juvenil El Triangulo, proyecto social a través del arte, y experimentó casi un amor a primera vista con el violín como instrumento, algo, según dice, completamente inimaginable. “Comencé a dedicarme de lleno a la música. A los 14 ingresé a la Escuela Provincial de Música de Rosario, en el medio abandoné ya que me había agarrado la locura de la adolescencia, pero decidí terminarla junto con la secundaria”.
Una ayuda para poder continuar estudiando
Para que Yago pudiera terminar el secundario fue fundamental la ayuda que recibió por parte de FONBEC, una fundación que tiene la misión de posibilitar mediante una ayuda económica y acompañamiento que estudiantes de bajos recursos puedan continuar sus estudios, estimulando su esfuerzo y dedicación.
“Conocimos a Yago a través de Evangelina Gaido, directora de la Orquesta Sinfónica El Triángulo. Nos contactamos con ella en el 2011 y nos comentó que en la orquesta había muchos chicos que necesitaban de una ayuda económica dado el contexto de vulnerabilidad en que se encontraban muchas familias del barrio. A Yago y a su familia los conocimos en el año 2012. Me llamó la atención su aptitud y sus dotes para la música, su capacidad de concentración, su firmeza, su disciplina y su capacidad de relacionarse, entre otras cosas”, expresa Inés Risso, coordinadora de la filial de FONBEC en Rosario.
A través de esta fundación, que está presente en 16 ciudades de la Argentina, Yago tuvo la posibilidad de tener una madrina y al terminar la secundaria se le asignó un nuevo padrino, que hasta el momento lo sigue apoyando económicamente.
Amor por la Medicina
En 2017 Yago comenzó a estudiar Medicina en la Universidad Nacional de Rosario (UNR) y a medida que fue cursando más materias fue creciendo su pasión por esta carrera.
“Al inicio tenía mucho miedo. Venía muy tierno del secundario y ver tremenda jungla era intimidante, pero enseguida te hacés el ambiente. Conocí muchísima gente, hice muy buenos amigos. Llevé la carrera con mucho entusiasmo y con mucha satisfacción. Cada vez que comprendía algo como, por ejemplo, el sistema inmunitario, me entusiasmaba más y más. El cursar todos los días, el pelear por un coloquio, ni hablar cuando comenzamos a ver patologías en los últimos años. Soñaba con trabajar en el ‘Grey Sloan Memorial’, el hospital de la serie Grey’s Anatomy. Soñaba y sueño con ejercer mi profesión de una carrera única dejando huellas”, se ilusiona.
En lo único que tenía que pensar Yago era en estudiar ya que sus padres nunca le exigieron que trabajara y sus padrinos estaban a la hora del día para lo que él necesitara. Y así fue: siguió con ese compromiso que asumió desde el día uno para cumplir su anhelo de ser médico.
La inesperada muerte de su papá
En medio de sus estudios virtuales a raíz de la pandemia Yago y su familia vivieron un inesperado cimbronazo. Lamentablemente, en una semana el Covid 19 se llevó a su papá a los 49 años. “Fue un golpe muy muy duro, algo inimaginable, todo muy rápido. La primera semana de su muerte suspendí todas mis clases, pero enseguida las retomé. Se puede decir que afronté su muerte estudiando, no es un cliché, justo coincidió con época de parciales y de mucha cursada. La verdad es que no me podía dar el lujo de tirar todo por la borda. Pienso que la facultad y, obviamente, el apoyo de mi familia fueron a lo que me aferré para seguir adelante”.
Yago jamás pensó en tomarse un tiempo ni mucho menos en abandonar esa carrera por la que tantos sacrificios habían hecho él y su familia. Seguramente, la pérdida de su papá lo incentivó a seguir con sus estudios como una especie de regalo u homenaje para una de las personas más importantes de su vida que le había dedicado todo y que desde el principio había confiado en su capacidad, en su talento y en su perseverancia.
“Siento que no nos quedaron cosas pendientes”
“Literalmente, mi viejo le decía a mi mamá: ‘Soni, nosotros ya nos podemos morir tranquilamente, ya sabemos que nuestros hijos están encaminados`. No me quedó ninguna espina clavada. Nuestra relación no podía ser mejor, nos brindábamos amor constantemente. Siento que no nos quedaron cosas pendientes porque todo lo que pudimos haber hacho, lo hicimos”.
En 2021 Yago terminó de cursar la carrera y solamente le quedan por rendir cuatro finales y la práctica final para recibirse. El pasado 3 de diciembre, en un acto conmemorativo por el Día del Médico organizado por la Fundación Rosario, entre otras cosas, Yago dijo que estaba contento porque desde el día cero su papá supo que iba a llegar.
“Sentí una emoción y un orgullo enorme por Yago y por tantos otros chicos que tienen esa fuerza interior de salir adelante. Sentí que su padre estaba ahí presente mirándolo con lágrimas en los ojos. Yago me genera la admiración del esfuerzo y el compromiso que pone en cada materia que rinde y en cada cosa que hace y me genera mucho agradecimiento de poder estar donde estoy siendo simplemente un instrumento porque todo el mérito es de los chicos. El mensaje del valor del esfuerzo, del compromiso, de la perseverancia, y que las circunstancias en las que cada uno esta, no definen su futuro: cada uno lo va forjando”, se emociona Inés Risso.
“Sueño con la rutina de tener que levantarme temprano para ir al hospital”
Al inicio de la pandemia, Yago, que va a hacer la especialización en Pediatría, estuvo brindando tutorías a ingresantes de la carrera de Medicina y cuenta que lo llenó de alegría cada uno de los mensajes que le escribieron contándole que habían aprobado el primer final gracias a sus clases.
“Vinculado a la carrera sueño todo, me veo con los pacientes haciendo lo que realmente me gusta. Me imagino muy especializado en algo puntual vinculado a la Pediatría. Sueño con la rutina de tener que levantarme temprano para ir al hospital, de hacer guardias y llegar a mi casa a tirarme en el sillón”.
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