Ted Gioia defiende las baladas
“A la gente le avergüenza admitir que las escucha”, dice Ted Gioia, autor de grandes libros de jazz que ahora desentraña un estilo musical también repleto de rebeldía y desparpajo
Alguna gente quiere llenar el mundo con tontas canciones de amor, ¿y qué tiene de malo eso?”, cantaba Paul McCartney, en los 70. Ahora, el musicólogo estadounidense Ted Gioia va más allá y reivindica las baladas en Canciones de amor. La historia jamás contada, un libro que el sello Turner lanzó en la Argentina y que representa un recorrido por la historia del género, desde la Antigua Mesopotamia, hasta la fiebre del tango, el desenfado del blues y el individualismo de la era digital.
En un ensayo de 440 páginas, en el que Gioia volcó su “creciente interés en el papel de la música como agente transformador y como fuente de placer en la vida cotidiana”, el historiador demuestra que, desde el comienzo de los tiempos, la gente se ha dejado cautivar por las melodías amorosas. “La magia de la música nos pertenece a todos, desde siempre, y yo quise escribir una historia de la música que reconociese su potencia. La música posee una fuerza que encanta: lanza un embrujo sobre el oyente; y la canción de amor tiene, quizá, la fuerza mágica más grande que existe”, le comenta a La Nación revista por correo electrónico.
En su exhaustiva investigación, Gioia no se centra sólo en aspectos como el galanteo o el erotismo, sino que aborda temas como la censura. “Ha habido siempre una lucha entre dos clases de amor: una viene del cuerpo y la otra del espíritu. Esta lucha se ha enfocado a menudo en el campo de la música. Por ejemplo, cuando los trovadores introducen la moderna canción de amor en Europa, en el Medioevo tardío, la iglesia católica responde tratando de crear una visión alternativa de este tipo de canciones... Lo mismo sucede con el surgimiento de la ópera. Las primeras narran escandalosos romances, así que la Iglesia reacciona patrocinando óperas basadas en las alabanzas y el amor cristiano de los santos”, apunta Gioia, quien también es músico y reputado autor de La historia del jazz (1997).
Según Gioia, “cada vez que una canción de amor se convierte en un texto venerado, los eruditos encuentran el modo de interpretarlo como algo distinto de una canción de amor”. Por ejemplo, El cantar de los cantares, que se habría inspirado en la lírica amorosa egipcia que aporta “nuestras primeras expresiones musicales de un amor personal, enriquecido por la imaginería y la carga emocional que continúan generando ventas en el negocio de la música hoy en día”. Este texto bíblico, que pasó de erótico a divino, contiene también uno de los motivos más recurrentes de las canciones románticas, desde el antiguo Egipto hasta hoy: “El amante a las puertas del objeto de su amor”. A propósito de eso, Gioia explica que “los antiguos romanos eran especialmente aficionados a este tipo de canciones, probablemente, porque ellas les daban la oportunidad de burlarse de un hombre enamorado, apostado fuera de la puerta de la casa de su amada. Al tipo que se queda afuera de la puerta, a menudo se lo muestra como alguien bebido o iracundo y que, claramente, no está en control de la situación. Pero vemos esta misma clase de canciones en otras culturas, tanto, que incluso tienen un nombre: paraklausithyron, que se traduce como ‘lamento junto a la puerta’. Hay canciones contemporáneas como Can’t You Hear Me Knockin de los Rolling Stones, Temporary Like Achilles, de Bob Dylan, y More Than I Can Do, de Steve Earle, que toman prestado este tema”, señala.
Parafraseando a McCartney, ¿qué hay de malo con las canciones de amor, a lo largo de la historia?
Nada, pero, por alguna razón, mucha gente se incomoda con ellas. Los críticos evitan escribir acerca de las baladas, aun cuando la mayoría de la música es romántica. A la gente le avergüenza admitir que escucha música romántica, sobre todo, a los hombres. Para los tipos es mucho más cool fingir que sólo escuchan música ruda, punk o hip-hop u otro tipo de música para “machos”. Pero todos sabemos las letras de cientos de canciones de amor. Ahora, ¿por qué se sienten incómodos con esta música? Las canciones de amor nos hacen vulnerables. Exponen nuestros sentimientos más profundos a la vista pública. Nos fuerzan a compartir la parte de nosotros que es más fácilmente herida, y que nos gustaría mantener oculta. La turbación que rodea a las canciones de amor me hizo interesarme aun más por estudiar su historia. Ningún otro tipo de música nos dice más acerca de la vida de quienes vivieron antes que nosotros, que las canciones de amor. A través de ellas, logramos entrever sus vidas íntimas y conocemos facetas que han quedado fuera de los libros de historia.
¿Fueron los egipcios y luego los romanos quienes nos enseñaron a amar?
Los egipcios fueron los primeros que nos dieron canciones de amor que expresaban sentimientos anhelantes e íntimos. De hecho, las canciones de amor del Antiguo Egipto que sobreviven son muy similares a aquellas que podríamos cantar hoy. Si uno toma las letras y les agrega un beat moderno, la gente podría pensar que son canciones nuevas. Los romanos también tenían canciones de añoranza, pero se sentían avergonzados por ellas. Además, creían que enamorarse era una clase de enfermedad o un tipo de locura. Reconocían el poder del amor, pero también le temían. Por esta razón, disfrutaban las canciones de amor que ridiculizaban a los amantes. Sospecho que, en la actualidad, nuestra incomodidad al escuchar baladas es una herencia del imperio romano. Si bien, al igual que los pájaros, el hombre primitivo usaba su voz para atraer al sexo opuesto, antes de los egipcios muchas canciones estaban asociadas con rituales como los cantos y las danzas por la fertilidad. En ese sentido, ellos marcaron un hito, ya que, por primera vez, la gente cantó por el mero placer de hacerlo o por expresar sus emociones.
Esclavitud y romance
En su libro, Gioia sostiene que “la canción de amor merece respeto por ser la más recia entre las expresiones artísticas. Veterana de mil batallas, ha sobrevivido a enconadas represiones y supresiones, violencia y ejecuciones, y casi siempre en nombre de la libertad y los derechos humanos. Los que aprecian lo extravagante y lo vanguardista, que tomen nota: la canción de amor se ha ganado una y otra vez sus credenciales de vanguardia, abriendo caminos en la primera línea de las transformaciones sociales, y con toda probabilidad seguirá desempeñando el mismo papel en el futuro”, anota.
Sorprendente y revelador resulta, tanto para el investigador como para los lectores de su libro, que la mayoría de las innovaciones en las baladas surgió de los outsiders, de gente en los márgenes de la sociedad: las mujeres –que desde tiempos de Confucio aportaron canciones con una perspectiva femenina, aunque los créditos se los llevaran los hombres– y los esclavos. “Los segundos tuvieron un gran impacto en la historia de las canciones de amor. Eran quienes tocaban canciones en la antigua Roma. Los esclavos también crearon las canciones de amor más importantes en el mundo musulmán durante el Medioevo –subraya Gioia–. Los grandes avances en las canciones románticas del siglo XX provinieron especialmente del blues, con letras que hablaban de amor con una honestidad y una crudeza que los oyentes no habían escuchado antes, y del jazz, que concentra a muchos descendientes de esclavos. ¿Es sólo una coincidencia? No lo creo. Las clases dominantes nunca inventaron nuevas formas de cantarle al amor, porque las elites estaban muy preocupadas por la respetabilidad y las buenas maneras, pero las excitantes canciones de amor no tienen nada que ver con las buenas maneras. Y como los outsiders no necesitan seguir reglas, los excluidos de las instituciones sociales siempre han buscado diferentes formas de cantarle al amor”.
“El amor, la seducción y la esclavitud están por siempre ligadas en nuestra imaginación”, dice usted en su libro...
La idea de ser un “esclavo del amor” es muy popular. Fue especialmente importante en el último período medieval, cuando los trovadores de Francia usaron este concepto repetidamente en sus canciones. Pero ellos aprendieron este tipo de canciones de esclavos reales, las esclavas del mundo musulmán. Estas mujeres cantaban acerca de ser esclavos del amor porque realmente eran esclavas. Sus canciones entraron a Europa vía España, luego de la conquista musulmana allí y, eventualmente, pasaron al sur de Francia, donde los trovadores las incorporaron a la cultura Occidental. La idea de que el romance es un tipo de esclavitud aún prospera hoy. Está la imaginería del bondage en los videos musicales. O el éxito de 50 sombras de Grey. Extraño como parece, estas son continuidades de una idea muy antigua que relaciona servilismo con romance.
Para usted, ¿cuál es el estado de las canciones de amor en un mundo donde la gente ya no baila temas lentos, sino que baila sola?
Hasta hace muy poco, la gente escuchaba canciones de amor como parte de los eventos públicos. Esto ha cambiado en el presente: la mayoría escucha música en soledad, con un aparato digital y a menudo con auriculares. La música ha pasado de una experiencia social a una experiencia de aislamiento. Basta considerar por un momento la profunda diferencia entre bailar una canción de amor en un salón y mirar un video musical en YouTube. Esto ha tenido un impacto enorme en la canción de amor. En vez de contribuir al romance y al cortejo, ahora se ha convertido en parte de la vida fantasiosa de quien la escucha: la meta no es avanzar hacia una relación real, sino evocar una relación imaginaria. Si alguien duda de esto, es cuestión de que mire los videos más populares y se forme una idea al respecto.
¿Cuál es su ranking de canciones de amor?
Cambia todos los días, dependiendo de lo que haya estado escuchando. Pero hay algunos compositores a los que siempre vuelvo, como Paul McCartney, Antonio Carlos Jobim, Richard Rodgers y Stevie Wonder. Quizá el compositor más grande de baladas de todos los tiempos fue Franz Schubert, aunque a menudo me pregunto qué hubiera logrado Chopin si se hubiera focalizado únicamente en las canciones de amor.