Todo sobre Patoruzú: por qué se llama así, su primer nombre, su influencia sobre Astérix y cómo llegó a la Segunda Guerra Mundial
El cacique Tehuelche más famoso cumplió 97 años
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Patoruzú es, sin dudas, uno de los personajes emblemáticos de la historieta nacional. Surgido de la talentosa pluma de Dante Quinterno, el cacique Tehuelche entretuvo con sus aventuras a varias generaciones de argentinos.
“Artísticamente, la obra producida por Quinterno tal vez sea lo más alto que haya existido en cuanto a historieta argentina. El tipo como artista era imbatible”, asevera, en diálogo con LA NACION, Pablo Sapia, dibujante, guionista, editor, restaurador de parte de la obra de Quinterno, y uno de los autores del libro A todo Patoruzú, publicado por la Biblioteca Nacional en 2018.
“Si uno analiza las tiras de Patoruzú dibujadas por él y las compara con las mejores tiras de aventuras de los Estados Unidos, que era la meca de la historieta en ese momento, está a la altura, e inclusive es mejor que la mayoría”, continúa el especialista, antes de meterse de lleno en los datos que hacen a la historia de este personaje único.

La primera aparición: solo dos días
–Pablo, ¿cuándo aparece por primera vez Patoruzú?
–Desde 1927, Quinterno publicaba en el diario Crítica una tira que se llamaba Las aventuras de Don Gil Contento. El 19 de octubre de ese año aparece por primera vez Patoruzú. Él llega en tren desde la Patagonia. Lo envía el tío de Gil Contento para que lo apadrine. Pero la tira dura apenas dos días, se cancela y no sale más.
–¿Se llamaba ya Patoruzú el personaje?
–No. Tenía otro nombre: Curugua–Curiguagüigua. Pero Muzzio Sáenz–Peña, que trabajaba en el diario, le dijo a Quinterno que con ese nombre el personaje no iba a llegar a ningún lado. Entonces, el mismo Gil Contento, cuando recibe al personaje le dice que ese nombre tan largo “le descoyunta la mandíbula”. Entonces lo llama Patoruzú.

–¿Cuál es el origen de ese nombre?
–Se supone que viene de la pasta de orozuz, una golosina muy popular en esa época, bastante parecida a lo que son ahora los caramelos Media Hora.
–¿Por qué duró tan poco el personaje en Crítica?
–No sé qué pasó. Quizá Quinterno se pelea con (Natalio) Botana, el director del diario... Lo que sí, en la tira hay un chiste en el que el personaje recién llegado empieza a gritar: “¿Dónde está mi Carmela?, ¿dónde está mi Carmela?“, y resulta que Carmela era un ñandú, que había venido con él del sur.
Segunda aparición de Patoruzú
En esa ocasión, el indio es presentado como “el último vástago de los tehuelches gigantes que habitaban la Patagonia” y ya se establece que el cacique es dueño de una pequeña fortuna, ya que llega a la ciudad portando una bolsa con pepitas de oro.
Luego de esos escasos dos días en Crítica, Patoruzú volvería a aparecer un par de años después en otro diario porteño. “Quinterno empieza a trabajar en La Razón en otra tira –explica Sapia–. Desaparece Don gil Contento y aparece Julián de Montepío, prototipo del porteño vividor que será luego Isidoro Cañones. Pero en esta tira es Montepío, que es el nombre de la casa de empeño más importante de la ciudad. Es alguien que vivía de prestado, empeñando cosas, no tenía un mango, pero se codeaba con la alta sociedad”.

Julián de Montepío aparece en 1928. Pero el 27 de septiembre de 1930 llega un nuevo, o no tan nuevo, personaje: “Se introduce en la historia Patoruzú de la misma manera que había aparecido en Crítica. Le mandan una carta a Julián diciendo que le enviaban a esta muchacho en tren desde el sur para que lo apadrine”, explica el especialista.
Aquí también el cacique llega con pepitas de oro y con un ñandú, pero en este caso es un ejemplar macho y se llama Lorenzo.

Patoruzú se vuelve popular
A diferencia de lo que ocurrió en Crítica, en esta nueva etapa en el papel el indio evoluciona. “Patoruzú se convierte en un personaje muy popular, tanto que se empieza a comer la historieta”. Así, a partir del 5 de agosto de 1931, la tira pasa a tener el nombre del indio patagónico.
El noble indígena ataviado con su poncho y una pluma en la cabeza se había ganado al público por causa de su coraje, su fuerza y sus distintas y asombrosas hazañas.
“En medio de todo esto, en 1933, Quinterno viaja a Estados Unidos para estudiar animación”, cuenta Sapia, que añade: “Allí él ve cómo trabaja el mercado norteamericano, y cómo funcionan los ‘sindicates’, que eran empresas que compraban el material a los artistas y los republicaban”.
El dibujante argentino vuelve del norte con un proyecto en la cabeza. Así funda el Sindicato Dante Quinterno, que va a ser su empresa. “Se pelea con La Razón por una cuestión de copyright. El quiere los derechos de los personajes y el diario le dice: ‘Son nuestros’”.
El indio en diario El Mundo
–¿Qué pasó entonces?
–Quinterno se va de La Razón, que sigue publicando las tiras viejas de Julián de Montepío. Él se va al diario El Mundo con Patoruzú, que se publica el 11 de diciembre de 1935 y tiene su origen definitivo.
–¿Cuál es?
–Patoruzú conoce a Isidoro Cañones, que en realidad es Julián de Montepío al que le cambian el nombre. Ambos se conocen en una feria donde están haciendo una prueba de fuerza en la que aparece el gitano Juaniyo, un villano icónico de Patoruzú.
–¿Hubo que volver a presentarlo a Patoruzú para el público?
–No. Patoruzú ya era un éxito. Lo de él fue un pase entre empresas grandes. Recordemos que en esa época los personajes de historietas arrastraban lectores. Es algo que funcionó hasta los años 90. En esos tiempo esos personajes eran icónicos y la gente compraba los diarios para verlos.

Quinterno: un talento desde joven
–Pablo, en tu trabajo sobre Patoruzú escribiste que Quinterno era capaz de resolver cada tira diaria en unos “prodigiosos 20 minutos”.
–Sí. Él era muy rápido trabajando. Tenía un estilo bastante suelto. Cuando arranca en El Mundo en 1935 busca acercarse un poco al estilo Disney. De los cómics de Mickey, sobre todo, de Fred Gottfredson. Y tiene influencias también de artistas como Elzie Segar, el autor de Popeye. Él ya era un gran dibujante. No es que copie a esta gente, pero tiene influencias de ellos.
–Dante Quinterno nació en 1909. Por las fechas que manejamos, él era muy joven cuando crea sus primeras tiras, ¿a qué edad empezó a dibujar?
–Él mandaba ilustraciones a los espacios de dibujos infantiles de las revistas. Tiene cosas publicadas en Caras y Caretas de cuando tenía 8, 10 años. Después empieza a mandar dibujos para la editorial Columba, como los dibujos que hizo a los 14 o 15 años de la pelea de (Luis Ángel) Firpo contra (Jack) Dempsey. A los 16, 17 años ya era un profesional del dibujo y estaba trabajando.

Nace la revista de Patoruzú
Como Patoruzú crecía diariamente en popularidad, pronto su figura necesitó expandirse. La simple tira en El Mundo no era suficiente. Así, en noviembre de 1936 sale la revista Patoruzú, que es un éxito inmediato. A tal punto que el primer número se agota y poco tiempo después, la publicación, que empezó como mensual, pasa a ser quincenal. Finalmente, se hace semanal, en un formato que sobrevivió hasta el año 1977.
“Con Patoruzú, Quinterno crea una estructura de revista muy novedosa. Era una combinación de historietas, humor gráfico, noticias de actualidad. Va a ser el molde que después van a tomar revistas como Rico Tipo en los ‘40, Tía Vicenta en los ‘50, Satiricón en los 70 y Humor también en los 70″, describe Sapia.

La revista con el personaje emblema de Quinterno abría el juego también para grandes dibujantes como Divito, Ferro u Oscar Blotta y maestros de la pluma como Abel Santa Cruz, Conrado Nalé Roxlo o César Bruto, entre muchos otros.
Tan masiva era la recepción de esta obra que el libro de oro de Patoruzú podía llegar a vender un millón de ejemplares. “Quinterno era el editor más grande de América Latina”, asevera el especialista en historietas.

Un producto industrial
Con tanta cantidad de trabajo –la tira diaria, más las nuevas aventuras de su personaje para la revista–, Quinterno empieza a delegar trabajo a Tulio Lovato, que era su asistente y va a ser su mano derecha muchos años.
“Hasta mediados de la década del 40 Quinterno va a dibujar, haciendo las tapas, las tiras, pero de a poco lo va reemplazando Lovato –cuenta Sapia–. Quinterno corrige, dirige la editorial, va transformándose en un empresario agropecuario.
Lovato va a forjar toda una camada de asistentes y gente que va a trabajar dibujando a Patoruzú, que hacia la década del 50 o 60 se convierte en un producto industrial. Con un nivel altísimo y una calidad impresionante”.

“Patoruzú es el hombre perfecto”
Para que todos los que trabajaban en imaginar las nuevas aventuras del nativo tehuelche supieran amoldar sus historias a la personalidad del indio, Quinterno dejó por escrito un catálogo donde se mencionan todas las características que debe presentar su personaje.
Entre otras cosas, el catálogo especifica: “Patoruzú es el hombre perfecto (...), o sea que configura al ser humano ideal que todos quisiéramos ser. Si se tiene siempre en cuenta esto, no le será difícil al guionista encuadrar sus acciones sus reacciones dentro de los límites compatibles con esa perfección ideal”.

Otro fragmento de estas leyes legadas por Quinterno señala otras cualidades del personaje: “Es generoso en extremo y dueño de tan incalculable como inagotable fortuna, su dinero, antes que suyo, es de todo aquel que lo necesite”.
“Patoruzú siempre se juega íntegro por una causa noble” también reza el catálogo.

Los cuestionamientos al indio
Pero, más allá de esta última afirmación, a lo largo de los años el popular cacique también ha recibido duras críticas de algunos analistas, muchas veces de la izquierda, sobre su visión del mundo.
“Era un cacique tehuelche, dueño de media Patagonia, un indio un poco fantástico”, argumenta Sapia. Luego, el especialista añade: “Se pueden hacer distintas lecturas ideológicas. Uno puede decir que Patoruzú representa la traición a los pueblos nativos porque se va a vivir a la ciudad y desperdicia su dinero ancestral en la ciudad y se olvida de los indios”.
“Pero, por otro lado –continúa el experto–, se puede hacer una lectura completamente diferente que es que si ponés una tira con un indio como protagonista, que es un marginal, en un punto lo estás reivindicando”.

Primera tira argentina en los Estados Unidos
En relación con esta última observación, el dibujante y guionista suma otra curiosidad: “Patoruzú es la primera tira argentina que se publica en los Estados Unidos. Salió durante cuatro o cinco años en el diario PM, de Nueva York. A Quinterno se lo acusaba siempre de ser conservador, pero PM era un diario muy liberal y progresista. El protagonista de la tira rompía mucho el canon porque era un indio, cuando todo alrededor en los Estados Unidos, en el colectivo cultural, mostraba un cowboy que dispara un tiro y mata 10 indios, porque se está ‘defendiendo’ de la barbarie”.

“Que publiquen una tira con un protagonista indio es una reivindicación bastante fuerte”, añade el especialista.
“Si lo analizás desde un lado, Quinterno es muy progresista y del otro, muy conservador. En definitiva, lo que Quinterno buscaba era producir entretenimiento y negocios, entre todas las contradicciones que pudiera tener”, concluye Sapia.
¿Asterix plagió a Patoruzú?
Otra de las cosas que tienen que ver con Patoruzú y el mundo de la historieta internacional es la leyenda que vincula de alguna manera al indio argentino con Asterix, el héroe de las Galias. En especial, en la comparación entre Upa, el hermano fortachón de Patoruzú y Obelix, el grandote y forzudo amigo del galo.

–Pablo, ¿hay influencias de Patoruzú en Asterix?
–La cuestión es esta: René Goscinny, el guionista de Asterix, vivió en la Argentina entre los dos años y los 18. Vivió desde 1927 hasta lo mediados de 1940 acá. No podía no conocer a Patoruzú. Era una revista omnipresente y más entre chicos.
–¿Goscinny la leía?
–Seguro era lector de Patoruzú, conocía los personajes. Hay gente que habla de plagio, pero sin dudas hay un aprendizaje profesional en el francés a partir de la lectura de las publicaciones de Quinterno. Puede ser que haya un homenaje. Sin duda, Obelix y Upa tienen puntos en común, también gráficos.

–¿Hay algún otro punto en común?
–La primera obra que hacen Goscinny con (Albert) Uderzo, guionista y dibujante de Asterix, se llamó Oumpha-Pah, que era un indio nativo americano. Pero había una columna firmada Oumpha-Pah en la revista Patoruzú. Sin dudas, hay una influencia.
Patoruzú en la Segunda Guerra
En el libro A todo Patoruzú, publicado por la Biblioteca Nacional, el periodista Claudio Meunier dedica un capítulo a un detalle también de tinte internacional y poco conocido de Patoruzú, que ocurrió durante la Segunda Guerra Mundial.

El cuenta que fueron unos 800 voluntarios argentinos, en general descendientes de británicos, escoceses, franceses, se enrolaron en las fuerzas aéreas de los países aliados. Algunos de ellos estamparon en sus naves la figura del indio patagónico argentino, que les recordaba su tierra natal.
Upa en apuros
–Quinterno también incursionó en los dibujos animados con el corto Upa en apuros, ¿qué me podés decir de esa obra?
–Recordemos que Quinterno se fue a estudiar dibujos animados a los Estados Unidos. Vuelve con la ambición de hacer dibujos animados acá. Quería transformar a Patoruzú en el Mickey argentino, o sudamericano. Desgraciadamente lo hace un período de guerra muy complejo.

–¿Por qué?
–Porque los costos eran muy altos, no era muy rentable. Trabajaron desde el año 40 para hacer ese cortometraje que se estrenó en 1942. Técnicamente, Upa en apuros era maravilloso, pero no era redituable, y tampoco teníamos un mercado real latinoamericano que permitiera crear un Hollywood de dibujos animados argentinos.
–¿Creés que eso lo afectó a Quinterno?
–Yo creo que desde que se estrena Upa en apuros y no funciona y abandona este proyecto de dibujos animados, hay un quiebre en la vida de Quinterno. A partir de ese momento es como que él deja de firmar dibujos. Cuando se da cuenta de que no va a ser el Disney argentino clausura esa etapa y se dedica simplemente a ver que su factoría funcione bien, pero no crea más personajes, deja de firmar y se dedica al negocio agropecuario.

“El editor más grande”
La última revista del semanario Patoruzú salió en el año 1977. Sapia vincula ese desenlace artístico con el fallecimiento, en ese mismo año, de Tulio Lovato, la mano derecha de Quinterno.
Sin embargo, el cacique tehuelche, así como todos los personajes que lo rodeaban –Upa, la Chacha, el caballo Pampero, Isidoro Cañones– quedaron para siempre en la cultura popular de la Argentina.
Es que el héroe patagónico es una de las partes de la noble trinidad de la historieta nacional, junto con Mafalda y El Eternauta.
Y el valor artístico de Dante Quinterno, su autor, en tanto, es constantemente reivindicado por expertos en historietas como Pablo Sapia, que cuenta otra curiosidad: “Cuando Walt Disney viene a la Argentina, a comienzos de los 40 lo va a ver a Quinterno. Conocía du obra, y Quinterno lo iba a ver cuando viajaba. Se hicieron medio amigos”.

“Quinterno era el editor más grande de América Latina”, asevera el especialista. Su creación sigue vigente en el recuerdo de sus lectores, pero también a través de páginas en la red que reviven su trabajo, como el Archivo Histórico de Revistas Argentinas (Ahira), donde se pueden disfrutar todas las revistas de Patoruzú.
Además, la familia del autor, fallecido en 2003, que tiene los derechos de su obra, organiza con distintas entidades exposiciones de Patoruzú, que ya cumplió 97 años. Para el 2026 tiene pensado hacer muestras de otra de las grandes creaciones de Quinterno, Patoruzito, que el año próximo cumplirá 80 años desde su primera publicación.
“Huija”, “Canejo”, “Jue Perra”. Casi a punto de cumplir los 100 años, las tradicionales expresiones de Patoruzú están muy lejos de dejar de escucharse.

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