Una máquina para fabricar cositas
Desde prótesis para niños e implantes estéticos hasta comestibles, las bondades de las impresoras 3D parecían dejar de lado todas las limitaciones industriales. Pero a pesar del costo accesible y de su aura revolucionaria, su uso no es tan simple como apretar un botón para tener de forma instantánea un objeto a medida.
Para empezar, la impresión 3D requiere de un archivo conocido como CAD. Gran parte de estos documentos se encuentran disponibles en diversos catálogos online, algo que facilita el proceso de creación, que consiste en aplicar sucesivas capas de un filamento plástico para reproducir el objeto.
Como cualquier otra tecnología, no es mágica, y exige tener los conocimientos necesarios para modelar la pieza de forma previa. "Además, todavía les faltan unos cuantos años de desarrollo para crear una pieza perfecta sin esa textura final que no deseamos quienes trabajamos con esto", señala Constanza Ruiz, diseñadora industrial de la UBA y profesora de modelado 3D en la Universidad de Palermo.
Por eso, por ahora, su público está limitado a entusiastas makers, ingenieros y arquitectos habituados al diseño asistido por computadora. "La Estación Espacial Internacional tiene uno de estos equipos, porque el transporte de piezas es excesivamente caro en zonas remotas", explica Andrei Vazhnov, director académico del Instituto Baikal y autor del libro Impresión 3D: Cómo va a cambiar el mundo.
Charla de Andrei Vazhnov en TEDxRiodelaPlata
"Esta técnica tiene más que ver con la manufactura y resuelve problemas específicos, debido a la complejidad de sus insumos –agrega Andrei Vazhnov–. Por eso, es más probable que existan talleres especializados que impresoras 3D en los hogares."
Para entonces, pedir un repuesto en un centro de impresión 3D requerirá de instrucciones más precisas que la habitual cosita que los ferreteros deben interpretar en los pedidos de sus clientes.
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