En LN+, el periodista analizó lo que será el posible fallo por la causa Vialidad, que tiene a la vicepresidenta como acusada
Hace un tiempo, en diciembre de 2015, cuando Macri recién empezaba a gobernar, a los periodistas críticos que caminamos por la calle, cada tanto, nos gritaban:
-¡Aguante Cristina!-
Lo hacían como una forma de resistencia activa, patotera y berreta, contra una mayoría de argentinos que habían votado a Macri.
Que les habían ganado la elección.
En cambio, ahora, es abrumadora la cantidad de gente que nos para para preguntarnos:
-Che ¿Cristina va a ir presa?
Y si uno se detiene a conversar para empezar a explicar que no; que todavía tiene dos instancias de apelación; que puede ser candidata a lo que quiera; que incluso, si la oposición no juega inteligente, el peronismo, con ella adentro, puede llegar a ganar, te miran y te repreguntan: “¿Entonces cuándo nos vamos a liberar de Cristina? O para ser más preciso ¿Cuándo nos va a dejar de hacer daño?”.
Como si el futuro inmediato de la Argentina dependiera del azar, o de la fuerza que opusiera ella misma.
Tiempo al tiempo.
Paso a paso.
Como en el mundial, para llegar a ser campeones, primero hay que ganar, mañana, contra Australia, y después hay que jugar unos cuantos partidos más, hasta llegar a la final, en la que, eventualmente, nos vamos a encontrar con un equipo difícil.
Tan bueno o mejor que el nuestro. Así que hay que mantener el corazón caliente y la cabeza fría. Como lo hicieron entonces los jugadores que dirigió Carlos Bilardo, contra Alemania, en México 86. Empecemos a derribar mitos. El mayor acercamiento que tuvo Cristina al fútbol fue cuando confundió a los hinchas con los barrabravas. Sucedió el 30 de julio de 2012, en presencia de Julio Grondona y unas cuentas caripelas más, al presentar el Sistema de Acceso Biométrico a Espectáculos Deportivos (SABED), que, por otra parte, nunca terminó de funcionar
Otro intento de aprovechamiento fue cuando inauguró esa mezcla de negocios sucios y populismo al palo denominada Fútbol para Todos. Porque además mezcló, de una manera aviesa, frívola y mentirosa, el sistema de pago para ver fútbol, que todavía persiste, con el secuestro de personas durante la dictadura. Fue en agosto de 2009.
Y no habría que olvidar tampoco el impúdico intento de uso y abuso del amor que nos despertó, a casi todos, el seleccionado de 2014, dirigido por el querido Alejandro Sabella.
A Cristina la pusieron (o se puso, andá a saber) entre Pachorra y Leo Messi. Y a ella le encantó. Lo hicieron hablar a Leo; estuvo medido y sobrio, igual que Javier Mascherano.
Fue muy fuerte.
El baño de popularidad sin grieta estaba asegurado. Pero ella, que le vio la veta al toque, quería más y mas. Entonces empezó a manotear y hacer señas a los demás jugadores, para que se sumaran al vergonzante espectáculo, hasta que agarró el micrófono y mandó “a la primera fila y con bonete”, a Chiquito Romero. Y después de Chiquito llamó al Pocho Lavezzi. Le mandó “sex symbol”. Sabella enseguida, tomó una botellita de agua mineral, se la dio al Pocho y Lavezzi intentó tirarle un poco en la cabeza, para repetir el meme que había sucedido antes de entrar a la cancha, en el medio del partido contra Nigeria.
La incomodidad de casi todos se podía respirar en el aire. Pero aún así, además de su cerrazón ideológica, y de su profundo resentimiento, hay que reconocer que Cristina siempre supo “jugar” con el manejo de los tiempos.
Por eso, en diciembre de 2019, cuando intuyó, en la primera jornada del juicio oral y público de la causa Vialidad, que ni los fiscales ni los jueces iban a ser condescendientes, se anticipó al fallo, del próximo martes, mal.
Hagamos cuentas rápidas: con tres años de antelación. Y con un doble propósito: instalar la idea de que es una perseguida política y provocar a los magistrados, para después recusarlos.
Prestá atención a sus palabras porque no fueron improvisadas, ni producto de un berrinche pasajero. Es más: se trata de un momento clave.
El momento en que empieza a instalar los argumentos mentirosos y rebuscados, siempre tirados de los pelos, para que los repita la militancia rentada. Desde Ushuaia hasta la Quiaca.
Fue la gran señal con la que empezó a jugar las eliminatorias de su propio mundial, contra una condena muy difícil de evitar, porque las pruebas son abrumadoras.
· “Estoy sentada aquí no por chorra, sino porque no nos perdonan, ni a mi ni a Néstor, que hayamos desendeudado al país.
· “Me acusan porque había que traer de vuelta al Fondo Monetario Internacional”
· “Nunca fui amiga de Lázaro Baéz”.
· “Me quieren condenar porque sospechan que soy su amiga de. Y eso es lo mismo que hacían los milicos de la dictadura”
· “He elegido la historia, antes que ellos me declaren absuelta”.
· “A mi ya me absolvió la historia. Y a ustedes, la historia los va a condenar”.
¿Te diste cuenta?
Los mismos argumentos, con los mismos giros forzados y caprichosos, que usó para sus “ultimas palabras”.
Es más. En su paso de comedia, fríamente calculado, parece sorprenderla, por un momento, la intervención del fiscal Luciani, quien le pregunta, al presidente del Tribunal, Jorge Gorini, si podría hacerle preguntas a la acusada. Y Gorini le traslada la propuesta a la ex presidente. Entonces ella, después de haber ganado tiempo acomodando los papeles y pidiendo permiso para irse, en plena retirada, se detiene y decirle darle un toque final a su hiperrealista representación actoral. Su sobreactuada indignación. Veamos juntos la secuencia. Agreguemos, por edición, algunos aplausos, por favor.
Bien.
Igual que algunos comentaristas deportivos que te tiran lo primero que se les ocurre sin analizar bien el contexto, en ese momento muchos analistas políticos clásicos calificaron a los jueces de cobardes y genuflexos.
Les recriminaron no haberle respondido con energía y a viva voz.
En cambio, nosotros, y unos pocos más, lo vimos como el principio del fin del ocaso judicial de Cristina.
La razón es sencilla.
Los funcionarios judiciales no cayeron en la trampa.
Decidieron jugar en el contexto correcto.
Ubicados en el lugar de la cancha donde a cada uno le corresponde estar.
Los fiscales presentando las pruebas. Pero no escondidos detrás de los expedientes, sino a plena luz del día. Con datos y argumentos convincentes.
Y los jueces, analizando todo, y aislados, desde hace tiempo, incluso de parte de su familia y de sus amigos, para dictar una sentencia sin presiones ni aprietes.
Sin pisar el palito.
Sin responder a las provocaciones.
Con la cabeza fría y el corazón caliente.
Por si vos tenés la cabeza en otra parte, como por ejemplo el partido de mañana, te la voy a hacer esquemática y sencilla. Igual que este tiktoker @futbolcebado, te cuenta como juega Australia, con datos y antecedentes dignos de analizar.
¿Y cómo puede salir el partido del próximo martes?
Según Eduardo De Pedro, el ministro moderado que califica de prostitutos a los fiscales, los jueces, los medios y los periodistas, Cristina, después de varios partidos durísimos, de los que salió impune, va a perder el invicto por primera vez.
A nosotros no nos gusta hacer pronósticos. Como hace años que analizamos la política y el sistema judicial, nunca descartamos el batacazo. Pero la lógica, indicaría que la vicepresidente va a ser condenada.
Por asociación ilícita o fraude al Estado.
Por mayoría de 2 a 1. O de 3 a 0.
Y con pedidos años de condena diferentes, de acuerdo al criterio de cada juez.
Porque las pruebas, además de ser contundentes, están a la vista.
1. Néstor hizo un negocio sucio con un empleado de Banco al que transformó en multimillonario, entregándole el negocio del 80 por ciento de la obra pública en la provincia de Santa Cruz.
2. Kirchner no lo hizo solo, sino con el concurso de un grupo de altos funcionarios, como Julio De Vido y José López, quienes acomodaron las normas y los contratos para que ganaran las licitaciones truchas y cobrara siempre antes y mejor que cualquiera.
3. El empleado le devolvió los favores de la manera más burda: transfiriendo parte del dinero que recibía con cada certificado de obra, a veces, directamente, a las cuentas de las empresas de la familia Kirchner.
4. Cristina no solo habría estado al tanto. También intentó perfeccionar el mecanismo del negocio sucio. E incluso después de la muerte de su marido, no solo lo continuó, sino que además trató de que Báez le devolviera lo que creía que le correspondía.
5. Tanto ella como su hijo Máximo siempre supieron de que se trataba. Los fiscales lo probaron a través de cruces de mensajes, que incluyeron a José López, Lázaro Báez y el gerente general de Austral Construcciones, Julio Mendoza.
Así, probaron:
- Que Báez, con una condena en firme por lavar mas de 60 millones de dólares de la corrupción, se había convertido en el primer o segundo terrateniente de la Patagonia.
- Que Cristina participó, junto a López y Lázaro, del operativo limpiemos todo, cuando Macri ganó y la familia tuvo que abandonar el poder.
Y que, para eso, pasaron por encima del congreso, y los jefes de gabinete.
Como si fueran Los Dueños de la Argentina.
Cuando terminó su alegato final, Luciani pareció emular a Julio Strassera. Solo que en vez acusar a los comandantes de la Juntas por los asesinatos sin juicio, el robo de niños y bienes, se atrevió pedir, para Cristina, 12 años de prisión y la inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos, como la jefa de una organización criminal.
Una banda que actuó coordinadamente, por el lapso de determinado tiempo, para robar a los contribuyentes la plata del Estado, mientras decía dar la vida por los pobres y necesitados.
Ahora le pelota está del lado de los jueces.
Ojalá decidan bien.
Y vamos Argentina, todavía.