Adicción a la estética
La exigencia por estar bien es tan grande como los posibles procedimientos que prometen (correctamente indicados) mejoras hace años impensadas. Al tiempo que la demanda encuentra rápida respuesta con técnicas cada vez menos invasivas, el riesgo es caer en una suerte de adicción en la que un procedimiento sigue a otro y la búsqueda de la perfección no parece tener fin.
SUBJETIVIDAD. A veces, los defectos los ve sólo el paciente y los profesionales se encuentran con personas que llegan a la consulta para corregir defectos que el mismo médico no encuentra. Son pacientes que circulan de cirujano en cirujano, están muy informados sobre la temática y son obsesivos, "volviendo siempre al mismo punto que quieren corregir", asegura Carlos Pestalardo, cirujano plástico del Hospital de Clínicas. Es común que ya se hayan hecho cirugías en la zona que desean corregir, y "quieren que el especialista obre y haga realidad una fantasía, generalmente imposible de realizar", añade Pestalardo. "Yo tengo una paciente de 40 años con dos liftings que llegó a mi consultorio aún disconforme. Iba al baño y se estiraba la cara con las manos porque se veía vieja, cuando en realidad estaba bárbara", describe la doctora Griselda Seleme, cirujana plástica, miembro de la Sociedad Argentina de Cirugía Plástica. Estos trastornos no se deben pasar por alto.
SINDROME CENICIENTA. Así como a la princesa, a las 24, la carroza se le convierte en zapallo, a aquellas mujeres habituadas a verse de determinada manera durante un período (el que duran los procedimientos con fecha de vencimiento y de nueva aplicación) les sucede algo similar. Se vuelven a ver aquel surco del que se habían olvidado. Es que el efecto del tratamiento se fue y aparece la necesidad de repetirlo. Esto es normal, siempre que no se exceda la cantidad de aplicaciones anuales recomendadas, y no se recurra a ellas antes del tiempo estipulado. "Es importante que el médico explique que la visión del prójimo debe ser totalizada y no parcializada. Es decir, se debe ver una mejoría global, no discriminada", opina Sergio Escobar, dermatólogo miembro de la Sociedad Argentina de Dermatología.
TRASTORNO DISMORFICO. Es la preocupación excesiva por el aspecto físico. Se trata de una compulsión que tiene que ver con la búsqueda de la perfección. Habitualmente, se da en la adolescencia, donde el foco está centrado en los granitos o en un rasgo facial. A algunos esta preocupación excesiva les impide salir y relacionarse con los demás. "Tiene que ver con un cambio corporal y la persona lo vive como una anomalía", explica Laura Bléger, licenciada en Psicología. Hay un grado de preocupación por estos temas que es normal en la adolescencia. El problema es cuando esto persiste y deja de ser una inquietud pasajera. ¿Cuándo resulta realmente alarmante? "En la medida en que esta preocupación impide el desarrollo de más áreas en la vida de esa persona, o cuando se entra en una carrera de procedimientos estéticos", agrega Bléger. ¿En quiénes se da? En personalidades histéricas, preocupadas por seducir y guiadas por modelos culturales. En este caso, es leve y no llega a invadir toda la vida. En un grado intermedio están los narcisistas, en el límite con la esquizofrenia, en conflicto con la realidad. Estos son vulnerables, tienen trastornos en la autoestima, son temerosos y retraídos.
TRATAMIENTOS PERIODICOS. Pueden traer un bienestar momentáneo y retardar la aparición de la angustia, pero no son su causa. "En la medida en que la preocupación por el aspecto pasa a ser central en la vida, hay que consultar con un psicólogo", destaca Bléger. Tanto en el caso de la toxina botulínica como en el de los rellenos reabsorbibles, para mantener los resultados el procedimiento se debe repetir periódicamente. Es importante respetar los plazos, siempre. En los ocho años que lleva de uso la toxina botulínica, en el campo de la estética, no presentó ninguna complicación, pero se aconseja no aplicarla más de tres veces por año; es decir, cada cuatro meses. En cuanto a los rellenos, también hay que evitar excesos. El más seguro es el ácido hialurónico, que en exceso puede dar resultados artificiales.
FUNCION DEL MEDICO. Al detectar uno de estos casos, el cirujano debe pensar que está frente a un enfermo, y no ante una persona que necesita cirugía plástica. Debe negarse cuando sabe que no puede realizar esa fantasía. Es común que el paciente insista, asegurando que con una leve mejoría va a estar conforme, pero esto no sucede y siempre van a ir por más. Es aquí donde pueden surgir los excesos y errores quirúrgicos. El cirujano debe desalentar la búsqueda de nuevos colegas y la derivación debe hacerse, sí o sí, al psicólogo. De hecho, si el cirujano los acepta como pacientes, "hacen una mala propaganda en la sala de espera", asegura Escobar, que los distingue porque suelen tener más de 40 años y buenos recursos económicos; están desestabilizados emocionalmente, tal vez no tienen un trabajo firme, y sienten una gran alegría y bienestar cuando se hacen un tratamiento. "Uno trata como de empujarlos del consultorio, pero siempre vuelven por más", agrega el dermatólogo.

