Catalina Guzmán hace carteras con descarte de aluminio y cuero
Un maridaje único, no convencional de materiales poco habituales en marroquinería identifican la propuesta de Catalina Guzmán, diseñadora industrial y creadora de Blackñandú, marca de accesorios de líneas simples, geométricas y un manejo distinto del volumen. El cuero que remite a su infancia en Rauch, cuando visitaba talabarterías con su mamá, y la opción por el aluminio que resultó de la búsqueda o interés por un material rígido y versátil, definen su trabajo artesanal y cuidado. El nombre de su marca sintetiza un juego de identificaciones que refuerza el uso de sus elementos fetiche: black que remite al aluminio y ñandú para un touch autóctono, con el fin de que la firma se identifique con una propuesta de autor nacional. Un buen mix de estilos, para una propuesta contemporánea, depurada, minimalista, muy canchera y ponible.
–¿Hacés carteras con aluminio?
–Es el diferencial de mi marca, la fusión equilibrada entre cuero y aluminio.
–¿Cómo llegaste a trabajar ese elemento?
–Entré en contacto cuando trabajaba en un estudio de arquitectura mientras estudiaba Diseño Industrial en la Universidad Nacional de La Plata. Allí desarrollé fachadas para locales comerciales y para edificios con aluminio, y decidí cambiar de escala y probar en un producto de uso diario, hecho de manera artesanal. Y resultó fantástico.
–¿Por qué?
–Es una aleación con gran predominio de aluminio que tiene una terminación suave al tacto, delicado, sofisticado, te diría; reciclo descarte con este elemento, ya que como no es puro es difícil de reciclar o de separarlo de otros componentes. Y como se tira, lo aprovecho y reconvierto. Es que habitualmente este aluminio compuesto que se usa para construcción en seco, para automotrices o en grandes locales tiene mucho descarte que quedaban sin usar.
–Hasta que cayeron en tus manos.
–Exacto, recuerdo que empecé a trabajar de manera free lance en el estudio y propuse utilizarlos; accedieron y empezamos a hacer trueque de material por algunos trabajos.
–Momento de experimentar.
–Sí, a esa altura ya había empezado a hacer algunos accesorios pequeños con cuero, al que estaba muy vinculada porque mi mamá tenía una marca de zapatos con una amiga en Rauch. Tengo el recuerdo de chica de visitar una talabartería, un lugar en el que el oficio se mostraba a pleno y uno aprendía; en el pueblo, las talabarteras hacían accesorios para las personas que trabajan con caballos. Además, mi tesis de la facu versó sobre cómo el cuero fue marcando o generando identidad en el diseño de autor de Argentina, a través de los años.
–No te quedaste con lo tradicional.
–No, en un primer momento vendía una pequeña línea de accesorios de cuero como porta tablets, porta celulares o porta anteojos, en su mayoría a turistas extranjeros con los que tenía contacto a través de amistades y les encantaban los productos porque estaban hechos de manera artesanal, cosidos a mano y lo valoraban mucho. Pero pensaba y hasta me obsesionaba en cómo sumar el aluminio.
–¿Cómo lo resolviste?
–Había hecho prototipos en aluminio, pero quedaban rígidos. Recuerdo que mandé unas piezas a Turquía a través de una amiga y quedaron alucinados, eran pequeñas mochilas íntegramente hechas en aluminio con pequeños detalles en cuero siempre con un proceso artesanal y manual. El desafío fue lograr un equilibrio. La idea inicial era hacer accesorios para ciclistas urbanos en aluminio con detalles en cuero, como alforjas, por ejemplo. Después de un análisis exhaustivo del mercado vi que el nicho era muy pequeño y ya había un desarrollo importante y bien hecho de otras marcas. Entonces empecé a pensar en las necesidades, en lo que me pasaban como consumidora. Advertí que la oferta siempre pasaba por productos que estaban de moda y clásicos.
–¿Y con qué innovaste?
–Con una cartera, que primero hice en cuero y luego incorporé aluminio en su estructura para sostener y darle firmeza. A partir de esto, usé este material de manera funcional, no como un simple adorno. El primer modelo vendible fue el llamado Van der Rohe, inspirado en el diseñador del minimalismo, y logré la fusión equilibrada.
–¿Cómo es?
–Es un sobre-cartera que tiene un lado de aluminio y otro de cuero. El lado del cuero se puede usar más para el día y el del aluminio para la noche. Tiene una correa corta para llevarlo como sobre y una larga para usarlo como bandolera. Mi eslogan es: llevá lo esencial, no te cargues.
–Algo que a las mujeres nos cuesta…
–Por eso el interior tiene espacios exclusivos para objetos como smartphone, llaves, botella de agua, tarjetas. Es uno de los productos de los que más vendo.
–Bien atemporal.
–No trabajo colecciones de temporada, sino propuestas que hago en forma manual; lo realizo todo en mi taller que es como un laboratorio, constantemente estoy viendo y chequeando cómo se comportan estos materiales y cómo aplicarlos en forma distinta, siempre buscando el equilibrio de materiales. Busco no generar residuos, que todo esté minuciosamente calculado para aprovechar el material al máximo y ofrecer un producto que se pueda usar por años. Creo que es importante que la moda genere cada vez menos residuos. Además, uso curtido vegetal con tanino, que no contiene cromo porque es contaminante; y la paleta se compone por los colores naturales del cuero y los del aluminio son negro, blanco y plata.
Trato de que todo esté minuciosamente calculado para aprovechar el material al máximo y ofrecer un producto funcional y que resulte durable.
–¿Solo cuero y aluminio?
–No, el año último con el diseñador de indumentaria Mauro Pesoa, que trabaja con mimbre, hicimos una triple fusión de cuero + aluminio + mimbre. Presentamos una colección acotada en el evento Emprendedores Creativos que se hizo en el Centro Cultural Borges. Nuestra intención es retomar esa propuesta y hacerla comercial.
–¿Otras metas?
–Tener un atelier para poder trabajar en un espacio más grande y quizás encontrar a alguien que se enganche con el proyecto como partner. Me encantaría acceder a los eventos internacionales, por ejemplo, a la Maison & Objet Paris, eso creo que le daría otra apertura a la marca. Obviamente, siempre hay que conquistar al mercado local, pero tengo suerte porque la gente que compra mi producto siempre vuelve.