Francisco Murray: "Lo nuestro se basa en la amistad"

En una noche de cervezas, dos amigos tuvieron una idea: rediseñar la tradicional alpargata, agregarle color y venderla por el mundo. Bajo la consigna de inspiración, pasión, diseño y diversión, en marzo de 2006 Tomás Pando y Francisco Murray crearon PAEZ, y sumaron a Francisco Piasentini. Ocho años más tarde venden en 45 países, a través de 20 tiendas exclusivas y mayoristas en los cinco continentes. Mantienen un espíritu de empresa colaborativa con un gerente de Felicidad y Cultura para mimar a sus empleados, y con mesas de ping-pong y metegol en la sala de reuniones. Con 280.000 amigos en la red, una planta propia en la provincia de Buenos Aires que fabrica medio millón de pares por año, y otras dos en China y Brasil, en 2013 inauguraron oficinas en Barcelona y Río de Janeiro, y ampliaron su línea con náuticos, panchas, zapatillas, botas y accesorios buena onda, como lonas de playa y fundas para asientos de bicicleta. Murray es el único de los amigos casado y con hijos, y por eso eligió quedarse en la Argentina.

–¿Cómo empezaron?

–Con Tomás somos amigos del colegio y la Facultad, y después de recibirnos en Administración seguimos el camino tradicional de trabajar en multinacionales. Pero no nos alcanzaba. Empezamos a pensar. Y un día por teléfono Tomás me dice ¡ya está, alpargatas! Al día siguiente renuncié a mi trabajo. Vimos que la alpargata es el producto de calzado más consumido, que todos de chicos usamos negras o blancas, que al turista le encanta, pero que nadie le había sumado diseño. Soñamos en grande. Teníamos 25 años y vendimos el auto para financiar una prueba piloto. Nos volcamos a la ejecución, sin pensar, con convicción.

–¿Cómo siguió la aventura?

–Compramos telas de colores y nos fuimos a una fábrica en 9 de Julio a hacer las primeras PAEZ. Fue noviembre. Hicimos mil pares, y las ubicamos en 12 tiendas boutique y de surf. Subimos lo que queríamos como marca a portales internacionales y nos contactó un distribuidor de Sudáfrica. Nos dijo que viajaba para conocernos. ¡Montamos una oficina en quince días! Y cerramos un contrato a cinco años. Estábamos convencidos, y creo que esa fue la clave. Nos prestaron plata amigos y familiares, y nos pusimos focos a corto plazo. Cerramos un convenio con la marca Cristóbal Colón y salimos con bolsos a recorrer el país contando el proyecto. Terminamos el año con cerca de 80 puntos de venta. El cambio favorecía. Un turista en Mendoza las vio y las quiso llevar a Australia. Cerramos trato. En 2007 mudamos la producción a una fábrica en Polvorines. En 2008 dimos otro salto, que fue abrir nuestra propia planta en San Martín. Éramos una empresa que fabricaba con materiales argentinos y exportábamos la mitad de lo que fabricábamos. Pero la inflación nos jugó en contra y en 2012 nos volvimos carísimos para el mundo. Por eso nos fuimos a una fábrica tercerizada en China. Y con la producción nacional que ya no íbamos a exportar teníamos dos opciones: achicarla o tratar de crecer en ventas. Nos pusimos la vincha de Rambo y salimos a vender. Desarrollamos el concepto de retail, con tiendas exclusivas. Y estamos potenciando la venta en Internet.

–¿Cómo se reinventa algo tan arraigado como una alpargata?

–Afuera tenía mucha más aceptación, porque acá está el preconcepto de que alpargatas usa mi abuelo. Las mujeres nos decían que no. Había que romper los esquemas con diseños y colores. Afuera no hacía falta: pedían blancas y negras. El laburo acá fue doblemente complejo, PAEZ no era una alpargata común. En 2012 crecimos mucho, estábamos en 25 países y teníamos que diversificar porque no nos alcanzaba con la alpargata: empezamos a hacer botas, zapatillas, mini PAEZ y productos de invierno. Estamos orgullosos de llevar la Argentina al mundo. Pero con las oficinas en Río y Barcelona queremos dejar de ser una marca local, para ser una empresa global con sede en la Argentina. Ojo, la alpargata no es argentina. Es un calzado que llegó al país con la inmigración, es vasco-francesa, y otros dicen que antes la usaban los árabes. En nuestro país se le dio una vuelta: se le puso el elástico, un refuerzo y la goma eva. Es el calzado más vendido en unidades. Pero las clásicas duran un verano, y terminás con el dedo afuera y la suela fina como una feta de jamón. Trabajamos mucho en la calidad, además del diseño y el color: tejido, sublimado, tenemos una línea con olor a frutas y otra con estampados 3D. Así conquistamos a la mujer. Cuando empezamos, el 70% de lo que vendíamos era para hombres. Hoy estamos en 65% para ellas y 35% para ellos.

–Son una empresa con una cultura interna muy fuerte.

–No queríamos repetir historias. Creamos PAEZ con mentalidad de empleados. De nuestra cultura sale la marca. No podés transmitir lo que vos no vivís. Lo nuestro se basa en la amistad; es nuestro vínculo natural. Somos espontáneos. Para las campañas hacíamos un asado, los modelos éramos nosotros... Tratamos de sacarle una sonrisa al consumidor y queremos dejar huella, dando trabajo. Por eso trabajamos con cooperativas, integrándolas a nuestra cadena de valor. Nos gusta crear, emprender. Y nos encanta la colaboración. Trabajamos con mentorías, somos de la red Endeavor. Además, PAEZ pasó a formar parte de Sistema B, una organización internacional que agrupa empresas que contribuyen a mejorar la sociedad y el medio ambiente.

OBJETO QUERIDO. Murray toca la guitarra y está aprendiendo el ukelele. "Un instrumento simple y alegre, dos conceptos con los que me identifico mucho y que están muy arraigados en PAEZ. Transmite mucha paz, mucha tranquilidad. El ukelele es muy amigable. PAEZ es muy ukelele", dice

Por María Paula Zacharías

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