Gabriel Isersky: “Ropa es lo que sé hacer”
Empezó de cero y hoy comanda dos gigantes, Ayres y Trosman. Se entusiasma, acepta desafíos y afina la puntería: su ojo no se equivoca en materia de diseños exitosos. Va por mucho más
Cuenta la leyenda que cuando tenía 18 años hacía remeras estampadas artesanalmente y las vendía con un bolsito por la playa. Hoy nadie lo diría de este hombre de hablar sereno, uniformado en camisa y jeans, sentado a la cabeza de la mesa de reuniones de una gran empresa. Gabriel Isersky fundó hace 16 años la exitosa Ayres, y desde hace tres anexó a Trosman a su empresa, una casa de diseño de autor con fama internacional. Con Ayres suma 30 locales. Trosman tiene cuatro, pero en breve sumará dos más. Y todo se cocina en un edificio de tres pisos de doble altura, donde se diseñan, producen, administran y exhiben estas dos marcas de ropa. "Disfruto mucho lo que hago", explica, sin levantar la voz, pero seguro. Y siempre optimista.
–¿Una cabeza, dos marcas?
–La única sinergia que hay es que comparten la estructura, pero el desafío es que las marcas no se mezclen. Con la misma cabeza hacer cosas distintas. Hasta ahora lo venimos logrando. Ayres es una marca más joven y bastante más transversal, más femenina. Trosman es más exclusiva, más compleja en cuanto a diseño y texturas, dirigida a una mujer más grande, más intelectual. Trosman está para competir un poco más arriba en la pirámide. Estamos haciendo una evolución del Trosman que compramos, porque esto es un negocio y si no, no había forma de escalarlo, pero tratando de mantener el espíritu y sumando oportunidades, como básicos, jeans, accesorios.
–¿Y ahora quién diseña Trosman?
–Diseñaba Jessica y ahora continúa Carmen Alen, su antigua asistente. Muy talentosa. El desafío es reinventar la marca. Venimos trabajando juntos y las ventas nos acompañan. Ahora el concepto es un poco más simple, diferente, pero usable. Necesitamos vender volumen. Queremos que tenga el doble de tamaño que tiene hoy. Yo compré la marca para la Argentina y todo América del Sur, y para el resto del mundo éramos socios con Jessica. La realidad es que nos desvinculamos y estamos en juicio. Lo que más me molesta es que no sólo me quedé con todos los pasivos, sino que además al muy poco tiempo empezó con un proyecto en el que usa su nombre propio. ¡Pero yo lo compré! Ella me vendió su apellido. Por JT by Jessica Trosman hay una causa judicial. Además había una cláusula de no competencia por cinco años que obviamente incumplió.
–La concentración de marcas es una tendencia muy actual.
–Sí, yo perseguía ese sueño, armar un grupo de marcas. Ser un grupo textil importante. Estamos buscándole la vuelta. Lo vi hace unos años y había que decidir en qué lado del mostrador te parabas: vendías o salías a comprar. Para mí la moda va a terminar en manos de entre cinco y diez jugadores. Los que manejan los shoppings: grupo Exxel, Vitamina, María Cher, Jazmín... Empecé a comprar porque hay mucha diferencia de tamaño. En el mundo también se está dando. Aporta eficiencia y poder de negociación con los shoppings, medios y proveedores. Y además competís contra vos mismo. La plata queda en un bolsillo o en el otro, pero en el mismo pantalón. Por ahora quiero manejar esta marca cómodo, hacerla crecer, y para después tengo otros proyectos, la mayoría relacionados con ropa. Es lo que sé hacer.
–A juzgar por las ventas, Ayres te ha salido bien...
–Yo no me la creo. Pero tratamos de hacer prendas distintas, con telas distintas, locales distintos. Tratamos de hacer diferencia. A veces lo logramos más, otras menos. Es complejo tener una marca, es como una plantita que todos los días tenés que regar. Pasan los años y hay que pensar en la clienta nueva. Me acuerdo de cuando empecé y la diferencia es enorme. Yo soy amante de las telas, le presto mucha atención a eso. Y cuando veo una prenda mía de hace cinco años todavía en la calle es señal de que estoy haciendo las cosas bien. No pasó de moda y sigue en buen estado.
–De aquel chico que vendía remeras en la playa, ¿qué queda?
–El hambre. Yo soy un gran soñador. Tengo la convicción de que quiero dejar el negocio para mi familia, mis hijos. Dejarles una empresa que me trascienda. Mi desafío ahora es armar una estructura, para correrme de la gerencia general y poder hacer lo que me divierte, que es el diseño. Me gusta elegir telas. El corazón del negocio está ahí. Todavía estoy en todas las pruebas de producto. Nunca en todos estos años he dejado de opinar. Para mí dos milímetros más o menos no es lo mismo. Yo quiero ver y lo disfruto. Puedo reconocer cuando una prenda es exitosa.
–¿Asesorás a tu mujer?
–Ella trabaja en la empresa, es la gerente de Marketing. Está vestida de Ayres y de Trosman, y de nadie más. Pero cuando me pregunta cómo le queda algo, sí participo. Yo miro mucho. Mi mujer es un poco la musa para las dos marcas. Femenina, sexy..., me gusta que me haga ruido la panza, que me pasen cosas. No hace falta que muestre nada, pero sí transmitir sensualidad, aunque tenga puesta una musculosa blanca. Con carácter. No seguir a la masa, sino ser diferente. Hay prendas que son comerciales y que tienen que estar, pero me manejo por el estómago.
OBJETO QUERIDO. Lo más preciado para Gabriel Isersky es la cadena que lleva al cuello, regalo de su mujer, con el nombre de sus hijos: Milo, Ian y Lucas. "Los tuyos, los míos y los nuestros"