Gustavo Samuelian: "Siempre me vestí raro. Hoy hago ropa para mí"
El creador de Bolivia habla de cómo empezó a diseñar, de sus ideas sobre el color y de lo que lo inspira: rock, ciencia ficción y superhéroes. Su proyecto, crear espacios de compra-experiencia
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Una foto de Andy Warhol, otra de Kate Moss, varios muñequitos de juguete. El universo de Gustavo Samuelian, que creó Bolivia en 2005, se expresa en un edificio fabril de tres pisos en el corazón de Villa Crespo que es taller de muestras, estudio de diseño y depósito. Acaba de presentar su colección de verano en BAFWEEK, sueña con abrir locales donde "no se trate sólo de comprar ropa" y se anima, como un Flaubert de la moda, a afirmar: "Bolivia soy yo".
–Venís de una familia con una pata en la moda y otra en el arte...
–Mi mamá siempre hizo ropa para ella y se empezó a dedicar profesionalmente cuando mi viejo falleció, para mantenernos. Mi papá trabajaba en la galería El Sol, una galería de arte y tapices muy conocida. Mi casa estaba llena de hilos y de ropa. A veces, como éramos flaquitos, los vestidos nos los probaba a nosotros. Toda una vida de sublimar.
–¿Cómo empezaste a dedicarte al diseño?
–Quería estudiar psicología, pero hice un curso de diseño de moda. Y después empecé a laburar en Motor Oil. Siempre estuve en la parte comercial hasta que abrí Bolivia. Pero me pasaba que como siempre me vestí raro, la gente me preguntaba si era diseñador.
–¿Por qué Bolivia?
–Por un bar del under, muy grosso, que se llamó así. La abuela de mis hijos es de Bolivia. En el imaginario popular argentino no es algo glamoroso: la gente piensa en la cholita. Quería sacarlo de contexto y llevarlo a un lugar extremo para que adquiriese otro significado. El nombre era fuerte; algunos me decían que estaba loco; otros, que estaba buenísimo. Nadie me preguntaba: "¿Cómo era que se iba a llamar?"
–¿Sos el responsable de introducir el color en la moda de los hombres argentinos?
–Responsable no, pero sí colaboré. Creo que tiene que ver con que en los últimos veinte años, el gay empezó a tomar un lugar que no tenía: siempre fue el que se animó a vestirse con colores, a usar de todo, a arreglarse, el que se ocupaba de sí mismo. Antes, el gay era condenado, hoy es aceptado; en 20 años, no te digo que si no sos gay no vas a ser cool, pero va por ese lado.
–¿Cómo definirías la identidad de Bolivia?
–Bolivia, de alguna manera, soy yo. Hay algo caprichoso en la marca, como los diferentes estilos: yo me visto un mes así, como me ves ahora, con camisa y chaleco, pero dentro de dos meses uso campera de cuero, borceguíes y musculosa. En Bolivia está lo militar, la onda trabajador inmigrante de Levi’s 1890, la parte más dandy y la parte rockera.
–¿Seguís las tendencias?
–Siempre me preguntan: "¿De afuera qué viene?" No tengo ni idea. Algo miro, pero después trato de hacer lo que quiero, lo que me gusta a mí.
–Tus campañas siempre las protagonizan hombres de mediana edad.
–Me voy enamorando de personajes que voy conociendo, gente con la que charlo, de la que me hago amigo. Me es más fácil que me pase con alguien de mi edad. Hago ropa para mí. La gente que me compra está más cerca de mi edad que de tener 20 años. Los chicos de 20 compran, pero el público es más grande.
–¿Te considerás un adelantado?
–Desde chiquitito, la gente me miraba y se reía de cómo me vestía. Ahora me dicen que me visto reclásico, que antes era tremendo. Bueno, ahora la gente usa color. Cuando yo me lo ponía, nadie lo usaba. Tal vez lo que comprás hoy en Bolivia es algo que flasheé hace dos años. Pero en el momento se me mueren de risa o no entienden.
–¿Cómo es el proceso creativo de cada colección?
–Me levanto muy temprano, las ideas se me ocurren mientras desayuno. Me voy a dormir con un montón de cosas y cuando me despierto, el proceso, que está corriendo en mi cabeza, termina de completarse. Me inspiro en cosas que me van pasando, que voy viendo. A veces coinciden con la realidad del momento y a veces no.
–¿Cómo fue el paso a Divina Bolivia?
–Un poco fue extender el universo de Bolivia. En los locales entraban mujeres queriendo comprar la ropa de hombre para usarla ellas. Fue natural, pero a la vez no es algo que se me hubiese ocurrido a mí.
–¿Un elemento icónico?
–La campera de cuero. Es la prenda que más aprecio. Tengo camperas de hace 30 años.
–¿El rock es una influencia?
–El rock, el cine, la literatura. Me gusta mucho el steampunk, un movimiento de ciencia ficción. Me encantan los superhéroes, los juguetes, siempre doy vueltas alrededor de los mismos íconos: Bruce Lee, Iron Man, Thor. Encima ahora lo comparto con mi hijo.
–¿El futuro?
–Tenemos ganas de abrir varios locales, tal vez con otro formato. Mi idea es un local donde puedas ir a quedarte un rato, no a comprar con descuento rápido. Que tenga un bar, que pasen cosas, que sea una experiencia más allá de la ropa. Los vendedores de mis locales conocen a los clientes, saben a qué se dedican. No es una estrategia de marketing. Así somos nosotros.

