Todo empezó en 1884
La firma Giesso, en manos de la familia, cumple 120 años
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Dicen que cien años no son nada. Pero ciento veinte son muchos. Más, si se han dedicado a vestir a varias generaciones de argentinos. Café de por medio, con cuentos sacados de la galera (en Giesso vendían sombreros) Ana María Giesso y Mariano Rodríguez Giesso hablan de su cumple.
En verdad, del cumple de su firma familiar, la misma que le hacía el moño a Sarmiento todas las mañanas, lanzó hace poco un perfume femenino, tiene 13 locales propios y corners en el interior. Todo, muy selectivo. Muy pensado.
-¿El secreto de este larguísimo siglo?
M. R.: - La razón de permanecer tanto tiempo y seguir funcionando es que siempre hubo alguien obsesionado con el métier. Eso sí; creo que nadie pensó que podía durar 120 años. Es el destino.
A. M. G.: -Empezamos en 1884, con Bonifacio Giesso, mi bisabuelo, que tenía una sombrerería a medida en la calle Cuyo. Vendía bastones, polainas, cuellos duros, botones... En ese momento, los hombres se hacían la ropa a medida. Mi padre, Alfredo, empezó a vender ropa de confección.
-¿Características del hombre argentino?
M. R. G.: -No las sé definir, no conozco sus características ni busco satisfacer sus demandas. Hago lo que siento, lo que me gusta. Es como el arte: cada artista pinta lo que le sale.
-¿Cómo se diferencia Giesso?
M. R. G.: -Por la nobleza de los tejidos. Somos una marca que fundamentalmente vende sastrería, usamos telas de muy buena calidad. Lamentablemente, en la Argentina no se hacen los tejidos que nosotros usamos. Importamos todo.
-Nunca se les ocurrió salir al exterior...
M. R. G.: -Se nos ocurrieron muchas cosas, pero una de las razones por las que duramos 120 años es porque no hacemos todo lo que se nos ocurre. Hubo proyectos, pero no corremos grandes riesgos. En Giesso trabajan 90 personas y numerosos talleres.
-En los años 90 se vendieron muchas marcas, ¿los tentaron?
M. R. G.: -Nos tentaron, pero no la vendimos. Era un proyecto ambicioso, que ponía en riesgo -como de hecho pasó con varias firmas- la continuidad de la empresa. No quisimos hacerlo por tener un poco de plata en el banco.
-Debe ser difícil vender una marca que es el apellido de uno.
A. M. G.: -Es difícil.
M. R. G.: -Para ella tiene mucha importancia, pero para mí tiene cero peso. Pero c-e-r-o, ¿eh? Cero.
-¡Qué carácter! ¿Se llevan bien?
M. R. G.: - Tengo un carácter muy fuerte, sí. No nos llevamos bien. Soy muy intolerante. Diseño la ropa de hombre. Dibujo mal, pero me entienden. Me ocupo también de la comunicación.
A. M. G.: La cotidianidad es difícil. Somos dos generaciones. Yo me dedico a los locales. Pero lo entiendo.
-Golazos en estos 120 años...
M. R. G.: -Ana María fue pionera, en los años 80, en el desarrollo de camisería rayada en colores no tradicionales. A mediados de los 90, fue un excelente momento en la venta de trajes: con telas importadas de primera calidad.
-¿Qué ven por la calle?
M. R. G.: -La gente se viste como puede, con lo que tiene. Hay grandes problemas económicos y se nota en la ropa. También hay un gran problema cultural y eso se ve en la ropa.
A. M. G.: -El tema está cada vez peor. No hablamos de Callao y Alvear, hablamos de la gente del país.
-¿El look del Presidente?
M. R. G.: -No, no me gusta. Se viste mal. Su ropa no está a tono con el cargo que tiene, no tienen en cuenta reglas básicas. Tendría que ocuparse de ese tema. Vestirse bien tiene que ver con el buen gusto, pero también con la cultura. No es algo frívolo.

