Un corte y una quebrada

Desde que la gente joven invadió las milongas a principios de los años 90 se produjo una revolución en el ambiente del tango que cambió la gomina y el traje a rayas por jeans y zapatillas. Hasta entonces, los zapatos de las bailarinas no habían salido del cliché: taco chupete y riguroso cuero o gamuza negra. El furor por esta danza hizo que en los últimos seis años los zapatos femeninos se convirtieran en objeto fetiche para las milongueras y también para las shoes victim , porque además de una horma capaz de contener el metatarso y el talón, y contar con suela de cromo apta para cualquier tipo de piso, el diseño trajo piezas originales.

Milonga en los pies

El punto de inflexión en el mercado se produjo cuando Alicia Muñiz, cansada de quedar con los pies "rotos" después de bailar, empezó a fabricarlos para ella y sus amigas. En 2003 se asoció a Raquel Coltrinari, milonguera también, y juntas inauguraron Comme il faut (Como debe ser, en español, y título de un tango de Eduardo Arolas). Más tarde abrieron un local en la Rue des Artisans desde donde lanzaron una colección que se destaca por las texturas y combinaciones, y la incorporación del taco stiletto, más femenino que el chupete. La marca tiene puntos de venta en Europa, y el local de Barrio Norte suele llenarse de japonesas, italianas, francesas, danesas y norteamericanas que revuelven cajas y prueban todo para comprar, a veces, 10 pares juntos. Hasta Rania de Jordania tiene su par en organza azul y otro en encaje negro. "Antes eran cerrados, y el gran cambio vino con la propuesta de un zapato abierto, pero con el agarre necesario para bailar -explica Muñiz-. Además, trabajamos materiales que nadie había implementado, como cueros de colores, encajes, animal print, lunares, satenes y terciopelos importados. Desde el principio decidimos que cada zapato fuera un objeto de colección en sí mismo, por eso de cada modelo no hay más de 50 pares." Y agrega que abrieron fábrica propia con 19 artesanos.

¿Por qué no zapatos de tango? Les preguntó una bailarina a Greta Santolalla y Florencia Méndez Christie, escenógrafa y diseñadora textil, respectivamente, que en 2003 se animaron a fundar Gretaflora, una propuesta ultrafemenina que se diferencia por la influencia de los años 40 en el diseño, la audacia en la combinación de colores (amarillo canario, verde manzana) y el uso de flores, piedras y cristales. "En ese momento buscábamos un proyecto propio y con 10 modelos, una Web y contactos, salimos a vender a través de otros locales, hasta que comenzamos a exportar", recuerda. En octubre de 2008 abrieron un local en Palermo Viejo, y ahora además de diseñar zapatos por pedido para tiendas europeas especializadas en calzado para baile y casas de moda, exportan a Hamburgo, Stuttgart, Francfort, Estocolmo, Amsterdam, Roma y París. Las hormas son impecables y cuentan con una línea urbana de taco bajo, tipo Guillermina. La proyección para este año incluye una colección exclusiva para una tienda en Milán que vende en el norte de Italia, y que en agosto abrirá en Buenos Aires.

Zapatera prodigiosa

Paulle Tenaillón nació en París y es heredera de una familia que desde hace medio siglo fabrica y vende zapatos en Francia. Estudió diseño de calzado e indumentaria de lujo en su ciudad natal, y con el título sin estrenar partió a Nueva York, donde trabajó hasta 2006. Cuando pasó por Buenos Aires el tango la atrapó, decidió quedarse y explorar el mercado. Consiguió empleo como diseñadora en una conocida marca de carteras, y en forma independiente lanzó su colección de zapatos, también aptos para bailar, aunque son muy delicados para la pista, ya que están confeccionados con géneros importados de Italia (gabardina y satén) y totalmente bordados a mano por Paulle. En cada pieza expresa su relación con la ciudad a través de dibujos que reproducen detalles de la arquitectura y el arte urbano. Bordar cada zapato le lleva a veces hasta 16 horas. Por eso el precio, arriba de $ 700. Más datos en blogs.lanacion.com.ar/sexo
www.gretaflora.com.ar
www.pauletenaillon.com.ar

Por Por Amanda jot

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