A sus 12 años, Alexis no entiende lo que lee ¿por qué?
Alexis tiene 12 años. Vive en Caseros. En mayo de 2023 su abuela se acercó al centro educativo de Educar y Crecer, organización que hace 16 años trabaja para lograr la alfabetización de chicos y chicas en contextos vulnerables, para pedir una vacante: “el año que viene pasa a secundaria y no sabe leer ni escribir”. Su evaluación diagnóstica mostró que Alexis podía escribir algunas de las letras de las palabras que le dictamos, que podía leer palabras de uso frecuente -como miércoles- y algunos enunciados breves, pero que no llegaba a leer un texto corto solo. Cuando una docente lo ayudó con la lectura, Alexis pudo mostrar comprensión sobre información explícita del texto, pero no hacer inferencias simples. Por ejemplo, tras leer: “María fue al supermercado” Alexis pudo responder a la pregunta ¿Dónde fue María? pero no pudo explicar por qué María no estaba en su casa.
Alexis representa al 50% de estudiantes argentinos que en 2019 llegó a tercer grado sin comprender lo que leía (Unesco, 2019). También representa a los 6 de cada 10 estudiantes que en 2022 terminó su primaria sin alcanzar los aprendizajes que el currículum nacional estipula; y probablemente representará a los 9 de cada 10 que en 2022 no logró terminar la secundaria en el tiempo esperado y con aprendizajes satisfactorios (Observatorio Argentinos por la Educación, 2023).
Ante esta coyuntura, resulta inevitable preguntarnos por qué es que nuestro sistema educativo no llega a garantizar aprendizajes a una amplia mayoría de estudiantes. Y aunque la pobreza siempre se señale como primera respuesta, porque la evidencia contundentemente muestra correlación entre nivel socioeconómico y desempeño, me atrevo a decir que la situación educativa argentina es mucho más compleja. En la prueba PISA de 2022, que midió desempeños en Matemática, Lectura y Ciencias de estudiantes de 15 años, la Argentina obtuvo peores resultados que Brasil, Chile, México, Uruguay, Perú, Colombia y Costa Rica; y pasó de ocupar el puesto 2 (sobre 13) en el ranking regional de lectura en el año 2000 al puesto 8 en 2022. Y esto ya no se explica por una mayor proporción de pobreza entre sus infancias.
Argentina tiene dificultades para alfabetizar, y esto se da, entre otras razones, porque su política curricular es rehén hace 30 años de una puja ideológica entre enfoques teóricos sobre el aprendizaje de la lectoescritura. Por un lado, tenemos el enfoque de la conciencia fonológica que hace énfasis en la necesidad de enseñar activamente la relación entre letras y sonidos para promover su aprendizaje. Por otro lado, la psicogénesis, que otorga un rol protagónico a los estudiantes en la construcción de significado del sistema alfabético. Estas ideas, que remarco, no son más que teorías sobre cómo es que nuestros cerebros aprenden, crearon rivalidad entre círculos académicos y docentes y se entretejieron con la política, resultando en una política curricular imposible de sostener en el tiempo y desconectada de la formación docente y del aula. Los adultos batallaron en el campo de las ideas, y una gran mayoría de estudiantes no aprendió.
En la provincia de Buenos Aires, la pugna entre psicogénesis y conciencia fonológica resultó en al menos 4 reformas curriculares en los últimos 30 años, lo cual significó que pocas cohortes hayan empezado y terminado su escolaridad bajo una misma cosmovisión del aprendizaje de la lectoescritura. Los Contenidos Básicos Comunes de 1994 definieron enfoques cognitivistas. La reforma provincial de 2008 introdujo el enfoque de la psicogénesis, que ya venía ganando terreno en el campo académico desde 1979. El cambio de bandera política de 2016 reintrodujo rasgos cognitivistas al currículum provincial, respondiendo a lo que abogaban nuevos grupos de expertos, tildados de derecha pedagógica. Finalmente, el Currículum Prioritario de 2020-2021, promulgado por la nueva gestión provincial, transitoriamente retomó el enfoque constructivista, en oposición a la reforma macrista. Y para embarrar la cancha aún más, la formación docente en lectoescritura no sólo no le siguió el ritmo a la reforma curricular sino que por momentos la contradijo. Por ejemplo, desde 2008 y hasta la actualidad, el Instituto Nacional de Formación Docente adopta el enfoque equilibrado, que si bien no está ligado puramente con la conciencia fonológica, dialoga mejor con esta tradición, antagónica a la adoptada en el mismo año por la provincia. Los expertos, además, señalan que muchos centros de formación prefieren eludir la discusión política y polarizada sobre cómo abordar la lectoescritura enarbolando, en su lugar, el rol de la creatividad en la enseñanza. Entonces, no resulta llamativo que en las aulas, el discurso que prime es el de haber recibido poca o nula formación en enfoques de enseñanza y aprendizaje de la lectoescritura. “Tengo 20 años de experiencia como maestra y nadie me había explicado cómo enseñar a leer y escribir” (Aguilar, 2022).
Mientras tanto, encontramos el ejemplo de Sobral, un municipio rural con PBI per cápita bajo en Brasil, donde en 2019 el 84% de los estudiantes de 9 años demostraban habilidades lecto-escritoras satisfactorias. ¿Un milagro? No, desde hace más de 20 años Sobral sostiene una política para la promoción de la “Alfabetización en la Edad Correcta” en el primer ciclo de la primaria, con foco en el logro de pocos objetivos prioritarios, pero claramente formulados. A su vez, y para zanjar la distancia entre diseño y práctica, el municipio desarrolló una pedagogía estructurada que se tradujo en libros de texto y minuciosos planificadores de clase, que se reparten anualmente en todas las escuelas; y engranó mecanismos de formación docente a través de mentores municipales que visitan y observan la práctica con regularidad. Finalmente, se desarrolló un sistema de monitoreo de resultados a partir de evaluaciones que el municipio administra a todos los estudiantes cada 6 meses. Currículum sostenido, programa de formación coherente, articulado con el aula y retroalimentado en base a evidencia. Y los resultados están a la vista. Sobral ocupa desde 2017 el primer lugar entre 5700 municipios en el ranking nacional de educación básica y sus secundarias, beneficiadas por el fortalecimiento de los aprendizajes de base, logran puntajes más altos que el promedio de las escuelas privadas de San Pablo.
Entonces, ante la pregunta de por qué Alexis no aprendió a leer y a escribir a sus 12 años me aventuro a decir, primero, que la pobreza no puede ser tomada como la causa principal. En un país sumergido en una crisis económica que no parece tener resolución rápida, decir que la pobreza determina el aprendizaje es renunciar a la posibilidad de inclusión del 60% de nuestras infancias. Aquí, propongo una explicación complementaria: Alexis fue víctima de los vaivenes de la política curricular de los últimos 30 años, la cual no sólo no pudo sostener un enfoque de enseñanza-aprendizaje en el tiempo, sino que también falló en facilitar los canales para traducir las ideas en práctica.
Resulta imperante, como demuestra el caso de Sobral, resolver primero la disputa teórica sobre cómo se aprende a leer y a escribir. Es llamativo que para todas las demás competencias acordemos que no todos aprendemos igual, pero no podamos aceptar que existan estilos, tiempos y necesidades diferentes para el caso de la lectoescritura. Cada jurisdicción debe elegir reflexivamente un enfoque, que puede conjugar aportes de ambas corrientes, o no; pero debe sostenerlo en el tiempo. Debe, además, crear canales efectivos que permitan zanjar la distancia entre teoría y práctica, para dotar a los docentes de herramientas de enseñanza necesarias. Y, finalmente, debe retroalimentar la propuesta en base a evidencia. Esta visión puede encontrar resistencia en docentes experimentados que abogan por la creatividad metodológica para responder a las necesidades puntuales del aula. Pero también puede ayudar a una gran mayoría que todos los días se enfrenta a la titánica tarea de alfabetizar a grupos cada vez más heterogéneos sin las herramientas adecuadas. Este año se logró algo importante: en el marco de la campaña #QueEntiendanLoQueLean el nuevo presidente y 13 gobernadores se comprometieron a promover políticas de alfabetización inicial. Esperamos que en los próximos años el compromiso se traduzca en una política consensuada, coherente y sostenida en el tiempo.
Especialista en Educación y Directora Ejecutiva de Educar y Crecer