Barras bravas S.A.: negocios que alimentan la violencia
Se mueven como punteros políticos sin base territorial, sino futbolística; trapitos, venta de entradas, tours para extranjeros a los estadios, movilización y "seguridad" para dirigentes políticos y hasta la venta de dólares en "cuevas" sostienen una intrincada red de complicidades que el kirchnerismo, lejos de desalentar, también fomentó
A Guillermo Moreno le pasaron el dato y actuó. Irrumpió bruscamente con diez policías en el segundo piso de un edificio de oficinas en plena calle Florida. Acostumbrado a los exabruptos, el secretario de Comercio Interior ordenó a los gritos desmantelar una casa de cambio clandestina que habría sido administrada por barras de Boca. Fue el plan perfecto para escenificar la intervención del Gobierno en el mercado del dólar paralelo. Pero también resultó ser un capítulo más de la disputa por el control de los negocios que genera "La 12", como se conoce a la barra brava boquense.
En la peatonal porteña más transitada, los barras de Boca suelen convertir a pesos los dólares que los extranjeros les pagan por ingresar en la Bombonera los días de partido como parte del "Adrenalina Tour", un negocio que sólo es posible gracias a la mirada cómplice de policías y empleados y dirigentes del club.
Sin embargo, la red de financiamiento de la barra se extiende a diversas actividades: reventa de entradas y control de los accesos a los estadios, comercialización de indumentaria oficial, cobro de dinero por exhibir banderas con leyendas políticas y la explotación de los estacionamientos en los alrededores de la cancha.
La caja se nutre de manera idéntica en todas las hinchadas del país. En todas. Sin excepción. Y últimamente surgió otra fuente importante de ingresos: la mayoría de los referentes de las barras bravas convive con el mundo del delito, una pertenencia que les garantiza agigantar sus recaudaciones y cruzar clandestinamente las fronteras del fútbol.
El lucrativo mercado negro de las barras creció en paralelo con los episodios de violencia vinculados al fútbol. Las estadísticas son irrefutables: en lo que va del año ya hubo seis muertes y durante la década kirchnerista fallecieron 65 personas, según el relevamiento de la ONG Salvemos al Fútbol, integrada por familiares de víctimas.
La escalada empujó al Ministerio de Seguridad de la Nación a improvisar un reordenamiento. Hubo depuraciones en las dependencias policiales, a veces sospechadas por connivencia con las barras, como investiga actualmente el juez de instrucción Manuel de Campos. El magistrado avanza en una megacausa sobre la hinchada de Boca por considerar que integra una presunta red de asociaciones ilícitas y porque su cúpula estaría involucrada en una serie de homicidios. Así, el ministerio debió fortalecer un área olvidada y sin recursos, y diseñar un equipo que pusiera bajo la lupa a las barras bravas. Este proceso, que está dando sus primeros pasos, requiere de un intenso trabajo de inteligencia y entrecruzamiento de datos.
"Existen los negocios típicos de las barras: reventa de entradas, trapitos, turistas y tráfico de indumentaria. Pero la industria está articulada por el delito común. El que marca a una persona en una salidera bancaria responde a una barra. También el que está en el narcotráfico", dice un funcionario jerárquico del Ministerio de Seguridad que fiscaliza semanalmente los movimientos de casi todas las barras bravas del país.
Dos hechos recientes parecen darle la razón. El 19 de agosto pasado cayó en prisión un reconocido barra de River por ser "marcador de víctimas" en robos de banco. Se trata de Matías Kraft, que estuvo prófugo cuando la Justicia investigó el crimen de Gonzalo Acro, ocurrido en 2007 por la disputa de la caja que generaba la hinchada, que, por entonces, recaudaba 300.000 pesos mensuales. Hoy, la barra cubre ese monto sólo con las ganancias que reportan los "trapitos" en un día de partido.
El otro episodio sucedió en Rosario: la policía local detuvo hace dos semanas al jefe de la barra de Newell’s, Diego Ochoa, por ser el presunto ideólogo de dos homicidios. Uno de ellos fue el de Roberto Caminos, ex líder de la hinchada, con quien se habría enfrentado por los negocios del narcotráfico. En la ciudad, tanto la barra de Newell’s como la de Rosario Central mantienen puentes con "Los Monos", una temible banda delictiva que gobierna en los suburbios del Gran Rosario.
"La muerte de Caminos fue por la guerra de la droga en la ciudad. Es necesario un acuerdo entre el gobierno nacional, las provincias y las fiscalías. Hay que aplicar el Código Penal y la ley del deporte", plantea el diputado nacional por Santa Fe Carlos Comi (Coalición Cívica), integrante de la Comisión de Deportes de la Cámara baja.
Cualquier receta para neutralizar a las barras bravas cae en saco roto cuando se exploran sus conexiones. A través de la herramienta del apriete, las hinchadas aceitan su red de financiamiento con la complicidad de políticos, sindicalistas, policías, empresarios, dirigentes deportivos y futbolistas.
"Acomodadores de estadios"
Las relaciones entre barras y políticos pueden quedar escenificadas en la tribuna con la exhibición de una inmensa bandera. O hasta se puede comprobar con un vistazo a las planillas de empleados de alguna dependencia estatal. Guillermo Moreno, ahora expuesto por desmantelar la "cueva" de "La 12" en el corazón de Florida, supo anudar en abril de 2012 un trato con la barra de River para que se desplegara en el Monumental una bandera con la leyenda "Clarín miente" y se soltaran globos rojos y blancos con la inscripción del Mercado Central. La bandera en cuestión, antes de vestir las tribunas, colgaba de los ventanales del Indec. El nexo con la hinchada riverplatense surgió a partir de un ex barra que trabaja a sueldo en el sexto piso de la Secretaría de Comercio, a unos pocos metros de la oficina central de estadísticas.
La alianza con los líderes de las hinchadas no es un asunto que salpique únicamente al kirchnerismo. Hay casos que involucran también a referentes de la oposición. Pero fue el oficialismo el que gestó en 2010 un acuerdo pionero que ubicó bajo un mismo techo a barras y políticos. Apadrinado por Rudy Ulloa Igor, íntimo amigo y ex chofer de Néstor Kirchner, el dirigente de Compromiso K Marcelo Mallo creó Hinchadas Unidas Argentinas (HUA), que llevó a 235 barras al Mundial de Sudáfrica. El proyecto contemplaba blanquear a los barras en los clubes y emplearlos en relación de dependencia como "acomodadores en los estadios". Además, escondía una intencionalidad netamente política: "Los muchachos pueden ser conductores sociales, transmisores de ideas para la comunidad y hasta fiscales en las elecciones", planteaba Mallo, que ya se alejó por completo de la iniciativa.
Uno de los últimos aportes de Mallo fue hacer de nexo entre el ex jefe de la barra de Boca Rafael Di Zeo y funcionarios kirchneristas de peso. Hace siete años, cuando Di Zeo colonizaba la tribuna, se jactó de tener "los teléfonos del poder" y reconoció que "empresarios ayudaban con el financiamiento de la hinchada". Hoy, después de pasar casi tres años en prisión por agredir a hinchas de Chacarita, sugiere una propuesta para resolver la violencia en los estadios. "Los clubes, la AFA y el Estado deberían blanquear a las barras y admitirlas como interlocutoras", plantea Di Zeo a LA NACION.
"A los políticos les sirve recurrir a los barras para lograr trabajos y legitimidad territorial. Es parte de su acumulación de poder. El vínculo está basado en la dádiva y el clientelismo", describe el sociólogo Pablo Alabarces, especialista en el tema y autor, entre otros, del libro Crónicas del aguante. Con cierto desencanto, añade: "Nadie puede señalar al otro. Así como HUA trabajó para el kirchnerismo también lo hizo para De Narváez. Y Macri tiene lo suyo en Boca".
La lógica violenta
La trama aparentemente imposible de desenredar, que une a barras, políticos y dirigentes, es impensable sin un entorno político y social que la deja crecer, y que incluye el fenómeno de la "hipermercantilización" del fútbol, en el que los líderes de las barras se perciben como "genuinos beneficiarios del reparto de dinero generado por las actividades del club".
Así lo aseguran los sociólogos Santiago Uliana, Sebastián Sustas y Diego Murzi en un trabajo publicado en el sitio de la ONG Salvemos al Fútbol: "No puede dejar de entenderse la violencia del fútbol por fuera del contexto de la sociedad argentina en la cual se halla inserta. En una sociedad en donde el Estado se ha retirado de su función de controlador y regulador imponiendo límites estrictos, resulta ciertamente lógico que la violencia sea una forma posible de resolución de los conflictos y en este caso en particular, de los conflictos económicos que se suceden en el seno de las barras bravas", escriben.
Las redes de evasión que cruzan clandestinamente el mundo de los barras no siempre tienen su correlato en la Justicia. El flujo de caja más dinámico se genera a partir de la reventa de entradas y del negocio de los cuidacoches, dos delitos que son considerados contravenciones. Un dato: la Policía Federal labra de 15 a 20 actas contravencionales promedio en un partido de Boca o River, según informaron en el Ministerio de Seguridad. Sin embargo, estos hechos jamás continúan en las fiscalías.
La defensora adjunta del pueblo de la ciudad de Buenos Aires, Graciela Muñiz, denunció en la Unidad Fiscalía Sur cómo la policía permitió la reventa de entradas y recibió sobornos durante el último superclásico entre Boca y River, el 5 de mayo pasado en la Bombonera. Muñiz entregó filmaciones como prueba. Nadie actuó. Ni en el club ni en la Justicia. Su planteo quedó amontonado en el desorden de algún despacho de los Tribunales. "Es necesario que los fiscales se involucren", reclama Muñiz.
La inactividad de la Justicia queda todavía más al descubierto en los muchos casos de muertes que aún están impunes. "Nunca se avanza", cuenta casi derrotada Liliana Suárez, que perdió a su hijo Daniel en 1995, durante la Copa América de Uruguay. Liliana responsabiliza del crimen a barras de Tigre y Morón.
Por estos días, en un caso que es casi inédito, el juez Manuel de Campos investiga a la hinchada de Boca por homicidios, funcionar como una presunta asociación ilícita y hasta sigue pistas vinculadas al lavado de dinero. Como parte de su pesquisa, De Campos allanó la división Eventos Deportivos de la Policía Federal porque intuye cierta connivencia. Y ya citó como testigos a dirigentes deportivos, futbolistas y empresarios tras haber cruzado escuchas telefónicas. Logró, además, encarcelar a los máximos referentes de la barra, lo que avivó en la tribuna una sangrienta lucha por la sucesión que ya se cobró dos muertes. Desde el Ministerio de Seguridad, un funcionario valora el ímpetu del juez, aunque lamenta que los avances no se extiendan en otros ámbitos. "Creí que la determinación de De Campos iba a generar un efecto contagio", dice un hombre que responde a Berni.
Tampoco tuvo réplica en el resto de los clubes la decisión de Independiente en su intento de neutralizar el poder de su barra brava. A Javier Cantero, el presidente, le soltaron la mano desde la AFA. La ex jefa de seguridad del club Florencia Arietto denunció en la policía a la cúpula de la hinchada e intentó demostrar con pruebas que sus referentes están vinculados al sindicalista Hugo Moyano. "Pedí que en la causa se introduzca el delito de evasión fiscal, porque las barras son una mafia que se maneja en el mercado negro. Les bajan dinero a los pibes más jóvenes para hacer el trabajo sucio: aprietes, vender drogas…", cuenta Arietto.
Tanto Moyano como su hijo Pablo suelen moverse con barras de Independiente entre su tropa de guardaespaldas. Y también tienen llegada con la de Boca. Maximiliano Mazzaro, número dos en el escalafón jerárquico y actualmente preso en Ezeiza, fue hasta hace poco delegado gremial de camioneros en la empresa de transportes Caccia e Hijos.
Un dirigente de Boca que conoce como nadie la seguridad interna del club define a Mazzaro como el verdadero cerebro de "La 12". Y realmente era él quien enhebraba los acuerdos con policías, políticos y sindicalistas. Fue tan así que devino en puntero del PJ en La Matanza y en empresario dedicado a la importación y exportación, cuyo éxito, a veces, dependía de sus contactos en la Aduana. Ausente Mazzaro, el liderazgo de la barra recayó en otros personajes. Sucede así en Boca y en todas las hinchadas del país. En las tribunas siempre habrá recambio.
En la Argentina, teorizadas como parte de la cultura del aguante, las hinchadas se glorifican y se toleran peligrosamente sus vínculos y negocios. Pero es difícil pensar que algo puede cambiar si hasta la Presidenta confiesa en público, como lo hizo hace unos meses, su adoración por "esos tipos parados en los paraavalanchas, que son una maravilla".