Nelson Cunningham: "En Washington se preguntan si el poder lo tendrá Fernández o Cristina Kirchner"
Nelson Cunningham llega a la cita de traje y apurado, aunque apenas se ha demorado cinco minutos en llegar. Viene de una reunión con MaryKay Carlson, la número dos de la embajada de Estados Unidos en la Argentina, con un ejemplar de la nacion bajo el brazo. Recomienda la lectura de una columna de opinión que analiza la convivencia en lo más alto del poder entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner porque cree que ahí estará la clave de la política argentina en los próximos años. Abogado y consultor político, es un alfil del Partido Demócrata que trabajó para Joe Biden y John Kerry y formó parte del staff de la Casa Blanca en las administraciones de Bill Clinton y Barack Obama. Está en Buenos Aires para participar como orador en la conferencia del Council of the Americas, pero no es la primera vez que visita el país. De hecho, por el trabajo de su padre, fue criado en América Latina viajando con su familia por México, El Salvador, Colombia, Panamá, Perú y la Argentina, donde vivió dos veces. "Llegamos en 1965 y nos quedamos un año. La segunda vez fue entre 1967 y 1969. Vivimos en Acassuso y San Isidro".
¿Qué recuerda?
Que era este un lugar magnífico para ser un niño. No había ningún inconveniente de seguridad. Recuerdo bien tomar el tren Mitre en la estación Acassuso y viajar solo con siete u ocho años hasta Retiro para juntarme con mi padre a almorzar. Eso en Estados Unidos era imposible. Y mi recuerdo es que eran años bastante prósperos y de estabilidad política.
Bueno, tuvimos un golpe de Estado en esos años.
Sí, claro, el de Onganía. Pero comparado con lo que pasó después... Para mi familia, ver lo que pasaba en Argentina durante los años 70 fue tristísimo, porque sentíamos a este país como nuestro segundo hogar.
¿Cómo describiría el desarrollo de la Argentina en los últimos años desde el punto de vista de un asesor político como es usted ?
Volví a relacionarme con la Argentina en 1997. Los años de Menem, de Cardoso en Brasil, de Zedillo en México. Creo que fueron buenos años para la democracia y la economía en la región. Me tocó viajar mucho a Buenos Aires entonces y pensábamos que acaso por primera vez el país podía salir de esas crisis cíclicas que lo afectaban. Pero luego vino lo de 2001, la caída de De la Rúa? En este momento, en Washington, hay cierta inquietud por saber si el poder lo va a tener Alberto Fernández o Cristina Kirchner.
¿Qué le conviene más a la Argentina, un gobierno republicano o uno demócrata?
El presidente Trump es un hombre muy particular. Esta mañana (lunes 2 de diciembre) publicó un tuit, anunciando tarifas contra la Argentina y Brasil. Siempre está a la defensiva, pensando cómo los demás países toman ventaja de Estados Unidos; por eso cree que las devaluaciones de la Argentina y Brasil fueron hechas con la intención de dañar los intereses de los norteamericanos. No entiende que esas medidas han sido tomadas por economías bajo presión donde los inversores empiezan a perder confianza.
¿Qué le parece esto de que haya que estar pendiente de los tuits de Trump para seguir su política internacional?
Debo ser cauteloso cuando estoy fuera de mi país y tengo que opinar de mi presidente. Pero elijo los años de Clinton, Obama y aun los de Bush, padre e hijo. Respecto de América Latina podían tener una política más o menos bien ejecutada pero al menos pensada, meditada. Ampliación de vínculos, acuerdos de libre comercio, debates sobre cómo reforzar la democracia en los países de la región. Ese tuit de Trump es muy predecible si se entiende su forma de pensar. Frente al cambio de administración en Buenos Aires, sospecho que el presidente Trump y sus asesores miran a la Argentina y lo que ven es? Cuba. Ven a Cristina y saben que pasó las últimas semanas en La Habana, visitando a su hija. Eso va a ser interpretado por Estados Unidos como que hay vínculos cercanos entre Cuba y Argentina. ¿Cuál fue el primer país adonde viajó el presidente electo Fernández? Fue a México, para entrevistarse con López Obrador, que es visto ahora en Washington muy corrido a la izquierda. Washington suele mirar a Latinoamérica con los ojos de 1965.
¿Una mentalidad de Guerra Fría?
Sí, una Guerra Fría entre lo que se considera derecha e izquierda. Me temo que ahora en Washington, con esta administración, la tendencia será considerar que la Argentina giró a la izquierda para armar un bloque regional con Cuba y el México de López Obrador contra Estados Unidos. Esa visión no es solo del presidente Trump y sus asesores sino que está también en el Congreso. El senador por Florida Marco Rubio es probablemente la voz líder del partido republicano en temas de América Latina. Rubio va a ver este cambio como un muy mal giro político y económico para la Argentina. Sospecho que en los años por venir veremos un incremento en las tensiones entre Estados Unidos y la Argentina. Pero hay lazos profundos entre la Argentina y Estados Unidos, tenemos tantas cosas en común. Son países hechos por inmigrantes, creados a partir de la abundancia natural. La relación debería ser más dinámica.
¿Sería distinto con un gobierno demócrata?
Sería muy diferente. Me formé trabajando para John Kerry, Clinton y Joe Biden y apoyo su candidatura para las próximas elecciones. Si Biden gana, veremos un retorno a las políticas que Clinton y Obama tuvieron para con América Latina. Para mí es un disgusto ver al presidente Trump ir por el mundo congraciándose con líderes autócratas. Parece que prefiere ese tipo de regímenes y no está hablando el lenguaje común de los presidentes estadounidenses, basado en sostener la libertad de expresión, la libertad de organizarse políticamente y la libertad de los principios democráticos.
¿Cómo ven los demócratas estos últimos meses tan convulsionados en Latinoamérica?
En el Partido Demócrata, en este momento, estamos enfocados hacia adentro, pensando en las elecciones primarias del partido pero también en la cuestión del impeachment. Ahora mismo, las convulsiones que se están dando en Latinoamérica resultan muy lejanas para Washington. Y francamente creo que eso es bueno. Porque cuando América Latina sube su perfil en la política interna de Estados Unidos es por tres motivos: drogas, comercio e inmigración. No hay una mirada orgánica del partido sobre este tema.
Pero supongo que dada su historia personal con la región tendrá su propio punto de vista. ¿O no?
Veo problemas que también tenemos en Estados Unidos. Hay allá grandes sectores del pueblo que se sienten dejados de lado por la política. Y hay algo todavía peor: la inequidad. La más grande en Estados Unidos desde los años 20.
¿Cuándo comenzó esa inequidad?
Diría que en los años 80.
Con Reagan...
Sí. Disminuyó un poco con Clinton, volvió a manifestarse en los años de Bush hijo, se recuperaron los niveles con Obama y ahora está aumentando porque son los más ricos quienes se benefician de los recortes de impuestos. Tenemos ese mismo problema de inequidad y de clases que se sienten abandonadas por el Estado. Y eso se ve también en México, en Colombia, de otra manera en Venezuela y, por último, en Chile, donde nadie hubiera pensado que íbamos a ver a la gente movilizada de esta manera en las calles.
Donald Trump ganó con los votos de la clase baja blanca del interior de Estados Unidos. ¿Traicionó a sus propios votantes entonces?
Es una muy buena pregunta. Hay dos maneras de captar la atención de un grupo que se siente desconectado del sistema: por la economía y por los valores. En los Estados Unidos no se vota con el bolsillo sino por los valores. Tengo una vida privilegiada y cuando voto como un demócrata, lo hago para que aumenten los impuestos y destinen eso a la gente que lo necesita. Voto por mis valores. Y lo mismo aplica para la franja de blancos más pobres que usted señalaba. Votaron por sus valores: "America first". En la campaña, Trump les decía: "Ustedes, los blancos pobres, están atrapados por el sistema que los hundió mientras otros escalaban. Estoy aquí para levantarlos". Eso también pasó en México y Brasil. Y de otra forma, aquí en la Argentina, con Fernández y Kirchner.
Con la salvedad de que aquí arrastramos cuatro años de una gestión económica deficiente...
Lo sé, es cierto. Pero los mensajes terminan siendo muy similares: líderes de izquierda o derecha que hablan el lenguaje del populismo. Ahora mismo veo muchas similitudes en el mapa político de la Argentina y los Estados Unidos. En las primarias demócratas, tenemos un desafío entre la centro-izquierda y la izquierda. Biden y otros más al centro y a [Elizabeth] Warren y [Bernie] Sanders más a la izquierda.
Decir izquierda en Estados Unidos es muy diferente de decirlo en América Latina.
Por cierto, la nuestra es una definición muy diferente de izquierda. Cuando se habla de una administración de salud pública para todos, el resto del mundo desarrollado nos mira y dice: "¿Dónde han estado todo este tiempo?; nosotros tenemos eso desde 1949". Esa es la clase de debate que se da. Mucha gente en la derecha señala que el Partido Demócrata está bajo una gran presión, que va hacia una especie de ruptura entre la izquierda y el centro. Creo que los republicanos se están mirando en su propio espejo porque hay una grieta profunda entre la gente de Trump y el mainstream del partido. Mis propios amigos republicanos creen que, tras el paso de Trump, quizás terminen divididos en dos nuevos partidos: el de Trump y el partido conservador, republicano. En el Partido Demócrata no hay ninguna chance semejante de división. Lo único importante será derrumbar a Trump.
¿Tiene chances de reelección?
Sí. Hillary Clinton sacó tres millones más de votos, pero Trump llegó a presidente porque ganó en tres Estados críticos (Wisconsin, Pensilvania y Michigan) con apenas 78.000 votos. Una victoria ínfima. En 2018, en nuestras elecciones de medio término, en esos tres Estados los demócratas ganaron por un margen de 1,1 millones de votos. Pienso que será muy difícil para Trump recrear la situación de 2016 y ganar, pero es posible. Su base de votantes aún sigue apoyándolo y no va a cambiar. Además, Trump es un maestro en el arte de derribar oponentes. Así hizo de Hillary Clinton la persona más horrible que se haya conocido sobre la Tierra. Y va a hacer lo mismo con cualquier candidato que salga del Partido Demócrata. Un año antes de la elección ya empezó a trabajar para esmerilar a Joe Biden involucrándolo con asuntos en Ucrania.
Sin embargo, a pesar de su retórica agresiva, Estados Unidos no está peleando ninguna guerra hoy. Obama, que fue ungido Premio Nobel de la Paz, pasó los ocho años de su gestión con las fuerzas armadas en acción. ¿Cómo se explica?
A Trump le gusta el conflicto y proyectar hacia afuera la fuerza de los Estados Unidos, pero rehúye a la guerra. Cree que es un gasto inútil de dinero y de vidas. Insinuó una guerra comercial con China, pero no llegó tan lejos porque asumió que podía provocar un colapso.
Usted también trabajó en la campaña de Obama, el político estadounidense que más expectativas produjo en el mundo en mucho tiempo. ¿Pudo cumplir con sus objetivos?
No. La gente se olvida de que, al final de la administración Bush, el prestigio de los Estados Unidos en el mundo era muy bajo. La guerra de Irak, la crisis financiera. El mundo nos miraba como si le hubiéramos dado la espalda. Lo que Obama hizo, con la ayuda de Hillary Clinton y de John Kerry, fue recomponer esas relaciones en todo el mundo y nos llevó mucho tiempo hacerlo: Latinoamérica, Medio Oriente, Asia, Europa. Por eso creo que Obama tomó el rumbo correcto pero no le alcanzaron ocho años para reparar la situación en la que estaban los Estados Unidos. Acaso Biden o quien sea que venga en lugar de Trump pueda restablecer nuestra relación con el mundo y dejar de ver a quienes han sido aliados como enemigos.