Cambiamos para no cambiar
Cambiamos para no cambiar. El actual equipo de gobierno, Cambiemos, propone diferentes cambios en todas las materias, lo que da una impresión muy buena, pero luego en la práctica hay una gran desilusión porque no se notan demasiado.
Es obvio que hay cambios, si no estaríamos como en Venezuela, pero, por ejemplo, el gasto público consolidado normalmente alrededor del 30 % del PIB, ahora se consolidó en el nivel que tenía el gobierno anterior, e inclusive podría ser algo mayor. Y las autoridades no piensan modificar esa situación. Recién en el 2022 podríamos volver al nivel de gastos de 2011, lo que es muy poco aceptable.
Es tremendo el número de empleados públicos nacionales, provinciales y municipales y el Gobierno hace muy poco para corregirlo. Lo mismo con la cantidad de jubilados y pensionados, tanto nacionales, provinciales y municipales, que no se ha podido llevar al nivel que les correspondería, con las salvedades del caso.
Para qué hablar de los planes sociales que están en el mismo o mayor nivel que dejó el kirchnerismo, más de 4,2 millones y no se ha hecho mucho por corregir esta situación.
¿Creemos que esto va a andar bien así? Eso es lo que creen los que están a cargo de los problemas, pero la población, que ya vivió otras experiencias anteriores similares, está dudando, no está segura de que esto sea la solución para la Argentina.
Veamos los que les pasa a los inversores, que se están concentrando en algunos sectores solamente. Ellos tampoco ven con claridad cómo se va a salir de esta situación, dado que se considera que el tipo de cambio está atrasado, el salario real esta adelantado y todos los sectores tienen costos muy por encima de nuestros vecinos. Esta ya ocurrió en la convertibilidad, pero la diferencia ahora es mucho mayor: estamos pagando más de US$ 1550 por mes y por persona en nuestro país en concepto de masa salarial, sin incluir los aportes patronales. En Brasil, ese concepto es menos de la mitad del nuestro, siempre hablando de salarios formales públicos y privados, sin incluir los informales.
Con un conjunto de costos tan altos, ¿qué puede pensar un inversor? Creo que si fuera por los costos solamente invertiría en Brasil. Y eso que ese país está bastante oscilatorio en materia política.
¿Cuáles son los sectores que han crecido bastante en el último año? Las inversiones energéticas moderadas por el nuevo escenario de los precios internacionales, por ejemplo, en Vaca Muerta; las inversiones en el sector gobierno, que son también moderadas; la demanda de algunas construcciones para vender apoyadas en los créditos ajustables por inflación; el agro, y muchos otros sectores con inversión bastante suave, que han hecho crecer la Inversión en alrededor del 20 % del PIB, lo que a nuestro entender es insuficiente.
¿Qué es lo que tenemos que hacer? Ahora, la Argentina está como Presidente del G-20, con lo cual sus decisiones son más notorias para todo el mundo. Deberíamos tomar fuertes determinaciones que convenzan a los inversores, tanto locales como internacionales, de que nuestra política no tiene retorno y de que no vamos a volver para atrás. En 2022 no vamos a tener el mismo gasto público que en el 2011 después de 7 años de ejercicio del poder. Va a ser mucho menor, quizá intermedio entre lo normal, 30 % del PIB y el número actual. Si nos animáramos a realizar este cambio, ya estaríamos en un nuevo planteo de política económica. Tenemos que ir para ese lado.
¿En dónde podríamos hacer estos cambios? Creo que los mismos son fundamentales en la política sindical, allí es donde hay que poner la mirada.